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El caos reinaba en todas partes porque los proscritos y los psicópatas ya no eran lo que eran realmente: criminales. Ahora eran perturbados mentales, víctimas de hogares destrozados o individuos privados de cultura y de las ventajas y privilegios que les correspondían.
Taylor Caldwell
Esos hombres, si son hombres verdaderamente, parecen bestias. De hecho son bestias, ay, y carecen por completo de sensibilidad. No crean belleza ni esplendor; graznan como los cuervos, y sus almas están enroscadas en el error. Vagan como ovejas sin mente, pero ovejas violentas.
Un velo es más provocativo que el cuerpo desnudo, pues la sutileza resulta más deseable que la desvergüenza. Una mujer nunca debe darlo todo, ni siquiera simuladamente, excepto por un breve instante.
El desprecio destruye la piedad.
Y entonces la gente pregunta: ¿Dónde está nuestra policía? Todo lo que saben hacer es poner multas de tráfico. Le diré dónde están los policías -prosiguió-. Están haciendo sus rondas de día y de noche, aunque saben que es inútil. La gente no va a apoyarles.
Nada podía explicarse ni comprenderse adecuadamente, nada podía conocerse del todo. En ello se encerraba la emoción más profunda.
Los tiranos sienten un particular cariño por la guerra, pues distrae al pueblo de toda justa queja contra ellos. También acrecienta el poder de los tiranos, porque éstos, alegando que la patria está en peligro, pueden imponer aún más onerosas restricciones a la libertad.
Unos labios hermosos que inventan epigramas y que saben hablar de temas eruditos son deleitosos.
A pesar de lo mucho que se habla de amor en el mundo actual, permanece el hecho de que jamás ha carecido tanto el mundo de amor, este mundo duro de corazón, asesino, cruel, egoísta, despectivo e indiferente.
Incluso la fruta verde ha de prometer madurez y delicia, tesoros.
Los jardines se extendían oscuros bajo la noche, pero los ruiseñores ya habían empezado a cantar. Vasijas con incienso, ardían en todos los rincones de los salones y el aire cálido estaba cargado con un aroma que vencía incluso al de las flores que se alzaban en los grandes jarrones chinos.
¡Que los hombres sigan protegiéndonos y nosotras continuaremos gobernándolos desde el lecho con nuestras zalamerías! El que ocupa un trono jamás disfruta de paz y calma. Pero la que es la voz tras el trono, por oculta que esté, disfruta de todas las ventajas y todas las prerrogativas del poder y puede dormir tranquilamente toda la noche.
Se había alzado un viento suave y ahora se oía el mar, sonámbulo e hipnótico, como si unos párpados pesados hubieran caído sobre los ojos de Poseidón y también él durmiera.
La guerra -prosiguió- trae calamidades tanto a los particulares como a las naciones. En estos tiempos sólo hacen dinero los fabricantes de armas o los comerciantes de provisiones para los ejércitos.
¡El amor! Es el grillete de la libertad del espíritu: ¡Su esclavizador! Y muy traicionero.
Estamos muy ocupados... Con nada. Hablamos... De nada. Nuestro vecino, nuestro hermano, nos suplica ayuda a gritos, y eso no nos preocupa. Peor aún, ni siquiera le oímos, enfrascados en nuestra vida tan ocupada, tan vulgar y tan trivial.
Ningún político puede mantenerse al margen de la corrupción, porque es tarea de la política el tratar con el pueblo y el pueblo inevitablemente corrompe. El hombre es bueno tan sólo en el reino de lo abstracto y eso, si quiere sobrevivir.
De nuevo reinaba la oscuridad y la tristeza en el templo. Algunas personas cercanas al altar murmuraban oraciones y pequeñas lámparas votivas ardían ante la diosa de mármol. Fuera rugían salvajemente los truenos, alterando la paz del templo.
Los católicos hablaban de la gracia, pero ¿Qué era la gracia, a no ser la conciencia de los deberes diarios, la responsabilidad para con los demás y la obediencia a la autoridad civil? ¿Y la necesidad de ser un auténtico hombre?
Sólo el fuerte puede proteger al débil. Sólo el noble de corazón puede inspirar a otros hombres a la nobleza, al sacrificio, a la autodisciplina, al amor.
Lo que él no sabía es que las naciones nunca se apartan de los abismos, porque todavía se aferraba a sus ilusiones y seguía creyendo que una nación corrompida podía volver a ser pía y virtuosa sólo con que el pueblo lo quisiera. La corrupción es irreversible cuando ha llegado a pudrir el alma de una nación.
En ella todos los sentidos eran en realidad uno solo, de modo que el gusto, el olfato, el oído, la vista y el tacto se unían en una sola emoción, con frecuencia demasiado intensa para poderla soportar sin una extraordinaria turbación del espíritu.
Una mujer debe insinuar siempre, jamás asegurar. Os repito estas admoniciones, tesoros míos, para que obtengáis éxito y riquezas y seáis siempre divertidas y seductoras.
Cuando un gobierno se halla decidido a difamar, destruir y asesinar a un héroe, lo puede hacer con toda impunidad. Es que ahora nos gobiernan los hombres y no las leyes.
La codicia es el más feo y detestable de los pecados, porque se alimenta de su propio apetito y nunca se sacia, y su rapacidad aumenta consigo misma.
El mundo no queda nunca estático, cada año que pasa es un mundo diferente. Sin embargo, ahora que todo, el mundo dice que vivimos en un mundo cambiante, creo que es una excusa para justificar los excesos.
Una mariposa roja como la sangre se le posó, cual un pétalo de rosa, sobre las rodillas y, mientras la miraba, sus ojos se llenaron de lágrimas. No era sólo la belleza del insecto lo que aceleraba los latidos de su corazón. Era su misma existencia, y el enigma de su existencia. La dominaba un ansia de adoración, pero no sabía por qué.
Fue fácil pronosticar el fracaso absoluto de tan sabio gobierno, porque los hombres son estúpidos y prefieren cobijarse en los brazos de la esclavitud a pararse ante los vientos de la libertad y vivir de acuerdo con este difícil camino, y por su naturaleza prefieren robar que trabajar, dormir que vivir, comer que pensar, traicionar que ser fieles, deshonrar en lugar de honrar.
Los hombres jóvenes son como toros -decía Targelia con severidad-, por tanto, a menos que sean extraordinariamente ricos e importantes, jamás les entrego a una de mis doncellas. Una prostituta y una de mis cortesanas delicadas serían lo mismo para ellos en la cama; puesto que ambas están igualmente equipadas, ellos no saben distinguirlas.
Los acontecimientos no caen sobre los hombres; éstos los crean a través de sus gobiernos y sus políticas. El terror no desciende sobre ellos desde el cielo, de la nada; lo traman ellos mismos. ¿No se conspiran siempre en secreto las guerras y se sueltan sobre los ciudadanos con lemas nobles, para que éstos acepten luchar y morir sin lamentarse?
¡Qué mundo tan hermoso! ¡Debe ser un reflejo del cielo!
El único modo en que la mayoría de los hombres pueden mantenerse disciplinados es mediante el temor a la ley o el temor de Dios...
¿Quiere que le diga una cosa? Todo ese amor de que tanto se oye hablar en estos días es sucio. Eso es lo que es: sucio. Uno mira a la gente que lo vocea y tiene la sensación de suciedad moral y espiritual, no natural, indecente.
¿Quiere un canto anticuado y sentimental en el que no creo, y que resulta absurdo en estos días ilustrados y sofisticados? Yo no soy un párroco, mi querida señora, lleno de consoladores tópicos y suaves aforismos. Soy un profesor, un líder, un guía para mi congregación. ¿Acaso espera que la tranquilice con alguna historia evangélica, o que invoque a algún dios tribal?
No lo sabrá nunca, porque en la tumba no hay recuerdos.
Hay que enfrentarse a las cosas con valor, ya sabe. Hay algunas cosas que no pueden... Evitarse aunque lo queramos, por muy deseable que ello sea. Fortaleza. Resignación...