Imágenes
Es el primer beso del que ambos somos plenamente conscientes. Ninguno está debilitado por la enfermedad o el dolor, ni tampoco desmayado; no nos arden los labios de fiebre ni de frío. Es el primer beso que de verdad hace que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Es el primer beso que me hace desear un segundo.
Suzanne Collins
¿Estás preparando una nueva guerra, Plutarch? -pregunto. -Oh, no ahora. No cuando estamos en el dulce periodo donde todos están de acuerdo que nuestros recientes horrores nunca deben ser repetidos -dice-. Pero el pensamiento colectivo es usualmente de corta vida. Somos seres estúpidos e inestables con una pobre memoria y un gran don de autodestrucción.
La multitud expresa su simpatía: comprenden lo que es un amor no correspondido.
Hace mucho tiempo que nadie me abraza así; desde que mi padre murió y deje de confiar en mi madre. Ningún abrazo me ha hecho sentir tan a salvo.
Cuesta mucho más que la vida. ¿Matar a gente inocente? Te cuesta todo lo que eres.
Él me rodea con un brazo automáticamente, y yo me siento como si estuviera de nuevo en la cueva, acurrucada a su lado, intentando entrar en calor.
Destruir cosas es mucho más fácil que construirlas.
No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estás a mi lado.
La promesa de que la vida puede continuar por dolorosas que sean nuestras pérdidas, que puede volver a ser buena. Y eso solo puede dármelo Peeta. Así que, después, cuando me susurra: - Me amas. ¿Real o no? Yo respondo: - Real.
El bosque siempre ha sido nuestro lugar seguro, nuestro lugar fuera del alcance del Capitolio, donde teníamos libertad para decir lo que quisiéramos, para ser quienes éramos en realidad. Al menos antes de los juegos.
Me desconcierta su alegría hasta que caigo en que la eliminación de los profesionales le da una posibilidad de supervivencia, igual que al resto de nosotros. Se me pasa por la cabeza salir de mi escondite y reclutarla como segunda aliada, pero lo descarto. Su sonrisa maliciosa tiene algo que me deja claro que si me hiciera amiga de la Comadreja acabaría con un puñal clavado en la espalda.
Sigues intentando protegerme. ¿Real o no? -susurra. - Real -respondo; quizá deba explicarlo mejor-. Porque eso es lo que nosotros dos hacemos: nos protegemos el uno al otro.
¿Cree que tiene alguna posibilidad de sobrevivir? ¿Le importa siquiera si es así? No estaba entre sus planes, en cualquier caso. Ya había renunciado a la vida.
Olvida tus penas y calma tu alma, pues por la mañana todo estará en calma.
Solo queda una cosa que puedas hacer para avivar la rebelión. - Morir -respondo en voz baja. - Sí, darles un mártir por el que luchar. Pero eso no pasará bajo mi mando, soldado Everdeen. Me he propuesto que disfrutes de una larga vida.
El presidente Snow solía... venderme..., vender mi cuerpo, quiero decir -empieza con voz monótona y distante-. Y no fui el único. Si pensaban que un vencedor era deseable, el presidente lo ofrecía como recompensa o permitía que lo comprasen por una cantidad de dinero exorbitante. Si te negabas, mataba a algún ser querido. Así que lo hacías.
Lo que ellos quieren es que yo propiamente tome el papel que diseñaron para mí. El símbolo de la revolución. El sinsajo.
Durante un instante intento imaginarme cómo será el interior de la cabeza de esta mujer. ¿Qué pensamientos llenan las horas en que está despierta? ¿Qué sueños tiene por las noches?
La gente estúpida resulta peligrosa.