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¿quiénes somos los seres humanos? Porque quienes somos determina la clase de gobierno que necesitamos.
Suzanne Collins
Las criaturas de la noche salen de sus guaridas; oigo algún que otro aullido y a los búhos, lo que me hace pensar que tendré competencia en la caza de los conejos. En cuanto a si me verán como fuente de alimentación, es pronto para decirlo. A saber cuántos animales me están acechando en estos momentos.
¿Qué son las mentiras, sino intentos por ocultar algún tipo de debilidad?
Es como levantar la tapa de una olla y encontrar dentro una víbora en vez de un estofado.
No puedo hacer más que seguir a los otros, a los conejos y ciervos, e incluso a una jauría de perros salvajes que corren por el bosque. Confío en su dirección porque sus instintos están más desarrollados que los míos.
Nosotras casi siempre comemos cosas frescas, tanto que hay que asegurarse de que no salgan corriendo.
Verlo allí, esperándome, me hace sonreír; nunca sonrío, salvo en los bosques.
Saber apreciar la belleza no es lo mismo que sentir debilidad -señala Peeta-. Salvo quizá en lo que respecta a ti.
¿Es eso lo que le han hecho a Peeta? ¿Han sacado sus recuerdos de Katniss y los han distorsionado para que sean aterradores?
Se ha dormido otra vez, pero lo despierto con un beso, lo que parece sorprenderlo. Después sonríe, como si se alegrara de estar allí tumbado y poder mirarme por los siglos de los siglos.
Mil momentos pasan por mi cabeza, todas las veces que estos brazos fueron mi único refugio del mundo. Quizá no los apreciara como debía entonces, pero son recuerdos dulces que se irán para siempre.
Siempre utilizo el trabajo para canalizar mis emociones. Así no hago daño a nadie, salvo a mí mismo.
En cada puesto habrá un experto en la habilidad en cuestión, y nosotros podremos ir de una zona a otra como queramos, según las instrucciones de nuestros mentores. Algunos puestos enseñan tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha.
Mientras puedas encontrarte, no te morirás de hambre.
Aprieto sus manos hasta el punto de dolor. - Quédate conmigo. Sus pupilas se dilatan más precisamente, se dilatan más rápidamente, y luego regresan a algo parecido a la normalidad. -Siempre- murmura.
Que yo te había juzgado mal. Que lo amas. No estoy diciendo de qué forma. Quizás tú misma no lo sabes. Pero cualquiera poniendo atención podría ver cuánto te preocupas por él.
El pájaro, el broche, la canción, las bayas, el reloj, la galleta, el vestido que estalló en llamas. Yo soy el sinsajo. La que sobrevivió a pesar de los planes del Capitolio, el símbolo de la rebelión.
Nunca se te olvida la cara de quien es tu ultima esperanza.
Somos seres inconstantes y estúpidos con mala memoria y un don para la autodestrucción.
Mirad cómo nos llevamos a vuestros hijos y los sacrificamos sin que podáis hacer nada al respecto. Si levantáis un solo dedo, os destrozaremos a todos, igual que hicimos con el Distrito 13.
La gente amable consigue abrirse paso hasta mí y quedárseme dentro.
Si ves a un anciano te dan ganas de felicitarlo por su longevidad, de preguntarle el secreto de la supervivencia. Todos envidian a los gorditos, porque su aspecto significa que no han tenido problemas para comer, como la mayoría de nosotros. Aquí es distinto: las arrugas no son deseables, y una barriga redonda no es símbolo de éxito.
Cuando me despierto, voy a tropezones hasta el cuarto de baño y bebo grandes tragos de agua del grifo hasta que no puedo beber más. Me quito mis ropas sudorosas y me derrumbo de nuevo sobre la cama, desnuda, y de alguna forma vuelvo a encontrar el sueño.
La compasión y no la venganza es lo que guía mi flecha a su cabeza.
Las piezas todavía no han encajado del todo, pero siento que se forma un plan, que no ha aceptado su muerte. Ya está luchando por seguir vivo, lo que significa, además, que el bueno de Peeta Mellark, el chico que me dio el pan, está luchando por matarme.
¡El fuego se está encendiendo! ¡Y si ardemos, tú arderás con nosotros!
Hago lo que puedo, los libero como si fuesen pájaros en una jaula cuya puerta vuelvo a cerrar para evitar que regresen.
Me he pasado tanto tiempo asegurándome de no subestimar a mis contrincantes que se me había olvidado que sobrestimarlos es igual de peligroso.
Al Capitolio le viene bien que estemos divididos.
No quiero que me cambien ahí fuera, que me conviertan en una especie de monstruo, porque yo no soy así.
Porque, a veces, a las personas les ocurren cosas que no están preparadas para afrontar.
La mano de mi madre me acaricia la mejilla y yo no la aparto, como hubiese hecho de estar despierta, porque no quiero que sepa lo mucho que necesito ese contacto suyo, lo mucho que la echo de menos, aunque siga sin confiar en ella.
Me pregunto al instante si será su estrategia en los juegos: parecer débil y asustado para que los demás crean que no es competencia y después dar la sorpresa luchando.
¿Qué deberíamos hacer con nuestros últimos días? Yo sólo quiero pasarme cada posible minuto del resto de mi vida contigo.
Por fin me ve como soy en realidad: violenta, desconfiada, manipuladora y letal. Y lo odio por ello.
Lo que te consigue ayuda no es la lástima, sino la admiración cuando te niegas a rendirte.
No me había dado cuenta hasta ahora de qué necesitada he estado de cercanía humana. De sentirlo a él a mi lado en la oscuridad. Desearía no haber malgastado el último par de noches dejándolo fuera. Me hundo en el sueño, envuelta en su calor, y cuando abro los ojos de nuevo, la luz del día entra por las ventanas.
Lo llaman chocolate caliente -me dice Peeta-. Está bueno. Pruebo un trago del líquido caliente, dulce y cremoso, y me recorre un escalofrío. Aunque el resto de la comida me llama, no le hago caso hasta que termino la taza.
Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío.
¡Pues miente! ¡Invéntate algo! -No se me da bien mentir. -Pues aprende deprisa. Tienes tanto encanto como una babosa muerta.