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De la obsesión viene la pericia, la confianza en la capacidad de análisis, la sensación de que si perseveramos con el sistema el tiempo suficiente, acabaremos sabiendo realmente cómo funciona.
Steven Berlin Johnson
Las masas quieren placerestontos y simples y las grandes empresas mediáticas quieren dárselos.
A los críticos culturales les gusta hacer conjeturas sobre los cambios cognitivos provocados por los nuevos formatos de los medios, pero rara vez recurren a las percepciones de la ciencia cerebral y otros estudios empíricos para respaldar sus afirmaciones, lo cual tiene muy a menudo el efecto de reducir sus razonamientos a la pura superstición.
En comparación con casi todas las formas de entretenimiento popular, lo que hay en los juegos es una gratificación demorada, a veces tanto que uno se pregunta si llegará finalmente o no.
Si disfrutas, no es trabajo.
La conciencia es una especie de teatro artificial y no una percepción directa de las cosas en sí mismas.
Quizá la cultura popular actual no nos muestre el camino recto, pero nos está volviendo más listos.
Si los apetitos mentales nos llevan hacia lo más complejo, ¿por qué tantos estudios ponen de manifiesto que leemos menos libros que antes?
Google es el principal recurso que tiene nuestra cultura para saber sobre sí misma.
Si nuestro cerebro deseara realmente atrofiarse ante un entretenimiento estúpido, la historia de los últimos treinta años de videojuegos -desde Pong a Los Sims- sería una historia de juegos cada vez más simples con el tiempo.
La mayoría de los comentaristas dan por supuesta una carrera cuesta abajo y una disminución del nivel cultural -"una sociedad cada vez más infantilizada", en palabras de George Will-, yo veo una historia progresista: la cultura de masas volviéndose más sofisticada, exigiendo más implicación cognitiva a cada año que pasa.
Si la lectura fuese la única actividadcultural que presentara cifras descendentes, sería motivo de preocupación. Pero este descenso es común a todos los viejos formatos mediáticos sin excepción.
Siempre me asombra ver lo que nuestro cerebro está dispuesto a tolerar para alcanzar el nivel siguiente.
Lo importante no es qué estamos pensando cuando jugamos, sino cómo pensamos.
La pregunta es por qué los niños están tan ansiosos por empaparse de información cuando esta se les da en forma de juego.