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Los lamentos son el lenguaje de la derrota.
Stephen Crane
Tú dices que eres santo, y eso porque no te he visto pecar. Ay, pero existen aquellos que te ven pecar, amigo mío.
Había un hombre con una lengua de madera que intentaba cantar, y en verdad eso era lamentable. Pero hubo uno que oyó el claqueo de esa lengua de madera y supo que el hombre quería cantar. Y con esto el cantante se sintió feliz.
El corresponsal se preguntaba sinceramente, en nombre del sano juicio, cómo era posible que hubiese gente que considerase divertido remar en un bote. No era una diversión; era un castigo diabólico, y hasta un genio en aberraciones mentales no podría inferir jamás que se tratase de otra cosa que de un horror para los músculos y un crimen contra la espalda.
Cuando llegó la noche, las olas blancas iban acompasadamente de acá para allá a la luz de la luna, y el viento trajo a los hombres de la playa el sonido de la gran voz del mar, y ellos sintieron que ahora podían ser sus intérpretes.
Dios es la más inspiradora maravilla y divina idea entre todas las ideas.
Descubrió que había actuado como un bárbaro, como una bestia. Había luchado como un pagano en defensa de su fe.
Una de las peculiares desventajas que ofrece el mar está en el hecho de que, luego de haber logrado pasar una ola, se descubre que hay otra detrás, tan importante como la anterior y que posee la misma impaciencia nerviosa por hacer algo eficaz con relación a las embarcaciones a punto de naufragar.
Dejar que el tiempo resuelva nuestras deudas y dolores es mejor que tratar de cortarlos impacientemente.
Ten cuidado con el hombre que nada ambiciona.
El panorama le dio seguridad. Era un campo dorado que poseía vida. Era la religión de la paz. Un campo que moriría, si sus tímidos ojos fueran obligados a contemplar la sangre. Imaginó a la naturaleza como una mujer que siente una honda aversión hacia la tragedia.
Es más importante saber cómo fracasar que saber cómo tener éxito.
A veces miraba a los soldados heridos con envidia. Le parecía que las personas con cuerpos lacerados debían ser peculiarmente felices. Deseaba que él también hubiera podido ostentar una herida, un rojo emblema del valor.
El que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino.
No era conveniente llevar a los hombres a posiciones desesperadas, porque en aquellos momentos todos podían sacar repentinamente dientes y garras.
Habían muchos que iban apiñados en procesión no sabían adónde; pero, en cualquier caso, el éxito o la calamidad los esperaría a todos en igualdad.
Y era como si el destino hubiera traicionado al soldado. Una vez muerto, descubría a sus enemigos la pobreza que durante su vida él había, quizá, ocultado a sus amigos.
Todo pecado es el resultado de una colaboración.
Un periódico es una colección de injusticias a medias que, voceada por muchachos milla tras milla, difunde su curiosa opinión.
Un profeta verídico, al predecir una inundación, debería ser el primero de los hombres en subirse a un árbol.
La artillería resonaba por delante, por detrás y a ambos lados y destrozaba toda idea de dirección. Los mojones del camino habían desaparecido en la creciente oscuridad. El muchacho empezó a imaginar que había llegado al centro de la tremenda lucha y no podía ver la manera de salir de ella. De los labios de los hombres que huían surgían mil preguntas enloquecidas, pero nadie daba respuesta alguna.
En el desierto encontré a una criatura, desnuda, bestial, que, agachada en el suelo, sostenía entre las manos el corazón, y lo mordía. Le pregunté: ¿Está bueno, amigo? Está muy amargo, me respondió; Pero me gusta Porque está amargo, Y porque es mi corazón.
Cuando un hombre llega a pensar que la naturaleza no lo considera importante y que, según ella, no sería una mutilación para el universo desprenderse de él, su primera intención es de arrojar ladrillos contra el templo, y aborrece profundamente el hecho de que no haya ni ladrillos ni templos.
La voluntad del capitán de un buque se halla profundamente arraigada en su maderamen, haya comandado un día o una década.