Imágenes
La gratitud nos hace felices porque son raras las ocasiones en que se nos hace visible.
Stefan Zweig
Lo que denominamos el mal es la inestabilidad inherente a la humanidad entera que lleva al hombre fuera de sí, más allá de sí, hacia un algo insondable, exactamente igual que si la Naturaleza hubiese infundido en nuestra alma una irremediable porción de inestabilidad, procedente de sus restos de antiguo caos.
La falta de escrúpulo de la novela ordinaria, sus inverosimilitudes y sus excesivos sentimentalismos, no consiguió Balzac evitarlos nunca por entero en sus novelas, pero sobre todo la fluidez, la ligereza, la velocidad a las cuales acostumbró su mano en los tiempos de su fábrica, fueron a la larga funestas para su estilo.
El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza.
El hombre espiritual no debe inscribirse en ningún partido; su reino es el de la justicia, que en todas partes está sobre toda discusión.
En mi vida personal lo más notable fue la llegada del huésped que amistosamente se instaló en aquellos años en mi casa, un huésped que yo no había esperado: el éxito.
La importancia no está en el tema, en la decoración, en el armazón, sino en la dinámica interior. Cuando se consigue cargar a los personajes de una tensión suficiente, e inventar escenas, se obtiene un efecto igual y de manera más verídica, más natural.
La mentira extiende descaradamente sus alas y la verdad ha sido proscripta; las cloacas están abiertas y los hombres respiran su pestilencia como un perfume.
Toda delicadeza nos produce un efecto saludable, y para mí, naturaleza fría y mesurada, aquella superabundancia de sentimiento significaba algo nuevo, agradable y felicísimo.
Si el lenguaje y el estilo de Balzac permanecieron durante toda su vida irremediablemente impuros, se debió sólo a que en la época decisiva, en la época del desarrollo, fue desaliñado consigo mismo.
De manera que ahora soy un ser de ninguna parte, forastero en todas; huésped, en el mejor de los casos. También he perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, a partir del momento en que ésta se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas.
El que no está apasionado será, en el mejor de los casos, un estudioso.
Este juego pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y nadie puede saber de él qué divinidad lo regaló a la Tierra para matar el tedio, aguzar el espíritu y estimular el alma.
La medicina más segura de toda fuerza es la resistencia que vence.
Mientras haya hombres necesitados de alegría, hombres que, agotados por la tensión trágica de las pasiones, quieran escuchar la música misteriosa de la poesía que fluye quedamente de las cosas, las novelas de Dickens retornarán también incesantemente.
Es la época la que pone las imágenes, yo tan sólo me limito a ponerle las palabras; aunque, a decir verdad, tampoco será mi destino el tema de mi narración, sino el de toda una generación, la nuestra, la única que ha cargado con el peso del destino, como, seguramente, ninguna otra en la historia.
No hay nada en el mundo que sea equiparable al secretoamor de una niña que permanece en la penumbra y tiene pocas esperanzas.
Son muchísimos los que aman; poquísimos los que saben amar.
Únicamente los niños solitarios pueden ir acumulando todos sus amores.
Los puertos y las estaciones son mi pasión. Cada estación es distinta, cada uno lleva en sí mismo una lejanía diferente. Cada puerto, cada barco lleva una carga diversa. Son el mundo en nuestras ciudades.
Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.
Así nacen siempre las guerras: de un juego con palabras peligrosas, de una superexcitación de las pasiones nacionales; y así también los crímenes políticos; ningún vicio y ninguna brutalidad en la tierra han vertido tanta sangre como la cobardía humana.
El arte de callar, la ciencia magistral de ocultarse a sí mismo, la maestría para observar y conocer el corazón humano.
Mi objetivo sería más que el convertirme en un famoso crítico o en una celebridad literaria, el ser una autoridad moral.
Sólo a aquellos que el destino ha golpeado, se les puede ayudar verdaderamente con el amor. Sólo ellos saben amar y ser amados como se debe amar: con gratitud y humildad.
Nada hay más terrible que la soledad entre la gente.
Las pasiones reprimidas, como otros elementos naturales, suelen hacer erupción en el punto menos esperado.
Daba siempre la impresión de una fuerza oscura concentrada en ella misma y, cuando lo veía por la calle, con los delgados labios estrechamente apretados y caminando siempre con pasos apresurados, como si se dirigiera a algún lugar determinado, me daba cuenta de la actitud defensiva y del aislamiento interior de su carácter mucho más que en nuestras conversaciones.
Estos minutos fueron el comienzo de un estado de ensueño muy extraño y ferviente, de un sentimiento tan impetuoso y exaltado que apenas le corresponde el término grave y noble de amor. Era ese amor, de fidelidad canina y desprovista de deseos, que los seres humanos generalmente no experimentan en la flor de su vida, que sólo sienten las personas muy jóvenes o muy ancianas.
El bello sueño de la insinuación, que sólo desea y no se atreve a exigir, que sólo promete y no da.
No hay dicha para aquel que no ha recorrido el camino del dolor.
¿Puede acaso explicarse que ciertos individuos, que ni siquiera saben nadar, intenten lanzarse desde lo alto de un puente para salvar a alguien que se ahoga? Esos individuos se mueven sencillamente a impulsos de una fuerza mágica; una fuerza los impele antes de que tengan tiempo a darse cuenta de se insensata temeridad.
Hay dos clases de compasión. Una, la débil y sentimental -que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la desprovista de lo sentimental- dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá.
No basta ser independiente, es preciso aprender a hacer que los demás dependan de ti.
No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.
¿para qué vivimos si el viento que sigue a nuestro zapato ya borra nuestra última huella?
Un dolor como el que tienen los niños asustados, cuando despiertan en la noche oscura e impenetrable y sienten que están por completo solos...
Obrad, pues, generosamente y con audacia: quitadle a cada ciudadano lo que no necesite.
Ya no se trataba de dos rivales que quisieran medir en el juego sus propias fuerzas, eran ahora dos enemigos que se habían jurado aniquilarse mutuamente..
El primer signo distintivo de ese arte es lo ilimitado, lo superlativo del mismo; un deseo de superación y un impulso hacia la inmensidad, que es adonde quiere llegar el demonio, porque allí está su elemento, el mundo de donde salió.