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Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
Stanisław Lem
De las situaciones reales se puede huir realmente; de las pensadas, no hay retirada posible.
Todo es explicable en los términos de la conducta de un niño pequeño.
Uno podría inventarse un pasado que no tuvo y sería como si lo hubiera vivido de verdad.
Un escritor nato y con talento, de metáfora rápida, sentido del humor y una absoluta falta de piedad. Y esto último es lo más importante, pues solo así, sin piedad, se puede describir cualquier acontecimiento, observándolo hasta sus capas más profundas. Impasibilidad absoluta.
Cuando saltes de alegría, cuida de que nadie te quite la tierra debajo de los pies.
Todos desean vuestro bien. No dejéis que os lo quiten.
Los manicomios siempre han destilado el espíritu de la época. Todas las deformaciones, las jorobas psíquicas y las excentricidades están tan diluidas en la sociedad que resulta difícil percibirlas, pero aquí, concentradas, revelan claramente el rostro de los tiempos que vivimos. Los manicomios son los museos de las almas.
Un libro es capaz de trastocar el orden de las cosas dentro de la cabeza humana, a condición, claro, de que haya alguna cosa en ella antes de empezar la lectura.
La fe es, al mismo tiempo, absolutamente necesario y completamente imposible.
El destino de un hombre puede estar henchido de significado; el de algunos centenares no tanto; pero la historia de miles y millones de hombres nada significa, en el sentido literal del término.
Entra en ti sin llamar.
El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos, o sus oscuras puertas atrancadas.
Al percatarnos de que el editor es un proxeneta, el escritor una prostituta y el lector el cliente del burdel de la cultura, sentimos una especie de indigestión moral.
Nos posamos aquí tal como somos en realidad, y cuando la página se vuelve y nos revela otra realidad, esa parte que preferimos pasar en silencio, ya no estamos de acuerdo.
Yo no tenía ninguna esperanza, y sin embargo vivía de esperanzas; desde que ella había desaparecido, no me quedaba otra cosa. No sabía qué descubrimientos, qué burlas, qué torturas me aguardaban aún. No sabía nada, y me empecinaba en creer que el tiempo de los milagros crueles aún no había terminado.
El escritor no está impulsado a obrar por un apremio semejante, disfruta de una libertad total y solo cierra con el lector unos tratos tácitos, instigándole a que suponga... a que crea... a que tome por buena moneda.
¿Resignarse entonces a la idea de ser un reloj que mide el transcurso del tiempo, ya descompuesto, ya reparado, y cuyo mecanismo tan pronto como el constructor lo pone en marcha, engendra desesperación y amor?
Quizás el océano había logrado trastocar mi cerebro, me había sumergido en un mar de alucinaciones y, si era así, resultaba inútil malgastar las fuerzas en vanos intentos por resolver tantas adivinanzas, por desvelar el misterio de tantas realidades inexistentes.
Si el hombre tendría más sentido del humor, las cosas podrían haber resultado diferentes.
Por razones morales soy un ateo, por razones morales. Usted le reconoce a un creador su creación y preparar el mundo para ello, yo prefiero no seguir ese camino creado por alguien que cree que otro lo creo.
La vida termina, pero no el amor.
Un hombre que durante toda una semana no hizo más que golpearse la cabeza, tiene pocos motivos para estar orgulloso.
No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Un solo mundo, nuestro mundo, nos basta, pero no nos gusta como es. Buscamos una imagen ideal de nuestro propio mundo.
La noche me observaba, amorfa, gigante, ciega y desprovista de fronteras.
El lector es un ser más impresionable que un especialista de la lógica.
Un sueño sólo puede triunfar sobre la realidad si se le da la oportunidad.
El que puede gobernar su voluntad es mil veces más afortunado que si pudiese gobernar al mundo.
Un dios cuyo martirio no significa redención, que no pretende salvar a nadie, ni está al servicio de nada, sino que simplemente está.
El truco de la eliminación es el reflejo defensivo de cualquier experto.
Entonces recordó la fosa común del cementerio. La muerte de la patria vencida no era más que una simple metáfora, pero aquella pequeña tumba militar no.
Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca.
Nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte. Evitamos decirlo, por pudor, pero en algunos momentos pensamos muy bien de nosotros mismos. Y sin embargo, bien mirado, nuestro fervor es puro camelo. No queremos conquistar el cosmos, sólo queremos extender la Tierra hasta los lindes del cosmos.
Contacto del hombre con una civilización no antropomorfa ni humanoide nunca había sido, ni sería posible.
Tenía la conciencia limpia; no la usaba nunca.
Leyendo todos aquellos nombres, sumando tantos esfuerzos intelectuales, en todos los campos, uno no podía dejar de pensar que entre esos miles de hipótesis, una al menos tenía que ser justa, y que en todas ellas había sin duda un grano de verdad; la realidad no podía ser enteramente distinta.
Hoy día, el único terreno nuevo de actividad es el profetismo. Puesto que su arte es imposible de practicar, el profeta, es decir, el hombre que sabe de antemano que nunca será ni escuchado ni reconocido ni aceptado, debe conformarse a priori con el papel de mudo.
Quien camina rengo, aún camina.
Para torturar a un hombre tienes que conocer sus placeres.
La ignorancia humana no permanece detrás de la ciencia, crece tan rápidamente como ésta.