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¿Qué placer puede haber en un amor que no encierre en sí el abandono absoluto de una de las dos partes?
Søren Kierkegaard
Hay quien dice que la honestidad no basta para vivir. Y yo sustento que la honestidad no basta cuando se quiere amar aciertas muchachas.
Dejemos con toda tranquilidad a la gente sabia el orgullo de no caer nunca en contradicción.
Un don Juan seduce a las muchachas y después las abandona; pero su placer no está en abandonarlas, sino en seducirlas. No puede, pues decirse que esto sea crueldad en absoluto.
Los dioses no regalan grandezas. Nada verdaderamente grande se obtiene gratis.
Cada vez que el análisis quiere asir el arcano de amor, no percibe sino contradicciones.
El ser humano es una síntesis de lo temporal y lo eterno, de lo finito y lo infinito.
La mayor parte de los hombres se precipitan como locos en el camino del amor, se hacen novios y cometen otras liviandades semejantes, de modo que lo único que consiguen es estragarlo todo en un instante, sin siquiera tener grabado en su espíritu ni lo que conquistaron ni lo que perdieron.
¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?
La angustia es el vértigo de la libertad.
El amor es hermoso, sólo mientras duran el contraste y el deseo; después, todo es debilidad y costumbre.
¿Se puede desear alguna cosa en el momento que la poseemos? Si, cuando se recela perderla un momento después.
El amor es sacrificio, éste sólo es posible cuando se emerge de sí propio para vivir en el otro.
Es menester un gran idealismo para arrepentirse de verdad, singularmente para arrepentirse pronto.
Hubo un filósofo de la antigüedad que dijo que si escribiésemos de vez en cuando todo lo que nos acontece en la vida, podríamos, sin pensar en ello, volvernos también filósofos.
Lo primero que debe hacerse es llevar a una muchacha al punto en que sólo conozca un deber: el de abandonarse plenamente a su amado, tanto como si, llena de exaltada beatitud, mendigase ese favor. Sólo entonces es cuando se pueden obtener de ella los verdaderos y grandes placeres. Y a esto sólo se llega por medio de una elaboración espiritual.
Es un deber del conocimiento humano comprender que existen y cuáles son las cosas que no puede entender.
Dejemos con toda libertad a los sabios el privilegio de no contradecirse nunca.
El yo no es algo que es, sino algo que será. Es una tarea.
Hay besos estridentes, vibrantes, sonoros, crepitantes, chirriantes, sordos, ahogados, que crujen como seda, etcétera, etc.
Otro creería que la nave, al cortar con la proa la ola altanera, se va a precipitar en tan terrible viaje a los abismos. Pero allá dentro, invisible entre los mástiles, hay un marinero que sabe dirigir la nave.
Quien no sabe tener bajo su poder de fascinación a una mujer hasta el punto de que ella no vea nada, a no ser aquello que queremos que ella vea; quien no sabe infiltrarse en su ser de modo que obtenga todo lo que quiera; quien no sea así, es un hombre que no vale para nada.
Así como el animal en cautividad recorre a diario la jaula para desentumecer sus patas o mide la longitud de su cadena, así mido yo la longitud de la mía, remontándome hasta la muerte, para desentumecer mis miembros, y hacer más llevadera la vida.
Debo encontrar una verdad que sea verdad para mí.
La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más.
Toda muchacha es una maestra innata, y aunque con ella no se pudiese aprender nada más, se aprendería por lo menos una cosa: el modo de engañarla. Nadie nos puede enseñar tal cosa como ella.
Un caso propicio se encuentra tan raramente, que una vez hallado es necesario asegurarlo con todas las fuerzas, no reside el arte en seducir a una muchacha, sino en encontrar una digna de ser seducida.
En ninguna cosa la infidelidad es más innoble y repugnante que en el amor.
La gente exige la libertad de expresión como una compensación por la libertad de pensamiento, que rara vez utilizan.
Mi orgullo caballeresco encuentra despreciable el hacer promesas.
Si te casas lo lamentarás. Si no te casas, también lo lamentarás.
Para que la puerta de la se abra hacia dentro, es necesario retirarse un poco para poder abrirla: si alguien la empuja, cada vez la cierra más.