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El camino que he seguido, lo he seguido sin saber nada.
Sófocles
No añadas a tus males un remedio peor que el mal.
Más vale caer con honor que ganar con fraude.
Al hombre perverso se le conoce en un sólo día; para conocer al hombre justo hace falta más tiempo.
Se gana la atención aquel que concluye todo lo que se propone.
Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo.
Los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres.
Sin trabajo nada prospera.
Me temo que lo mejor no sea pasar toda la vida en la observancia de las leyes instituidas.
El que prescinde de una amigo es como el que prescinde de su vida.
Sólo el tiempo puede revelarnos al hombre justo; al perverso se le puede conocer en un solo día.
Vale más fracasar honradamente que triunfar debido a un fraude.
La risa más agradable es aquella a la que nos entregamos a costa de nuestros enemigos.
El orgullo lleva consigo un castigo: la necedad.
Las decisiones rápidas son decisiones inseguras.
No haber nacido nunca puede ser el mayor de los favores.
Sin formar juicio, no debes hablar.
Ocasiones hay en que la justicia misma produce entuertos.
Por ganancias que de vergonzosos actos derivan pocos quedan a salvo y muchos más reciben su castigo.
No hay desgracia mayor que la anarquía: ella destruye los estados, conmociona y revuelve las familias.
Todo lo que deseo está contenido en mi plegaria.
A nosotros, oh rey, nos parece esto motivo de temor, pero mientras no lo conozcas del todo por boca del que estaba presente, ten esperanza.
Nada temo, pues mantengo la verdad, que es poderosa.
Para quien tiene miedo, todos son ruidos.
Muchas cosas hay misteriosas, pero ninguna tan misteriosa como el hombre.
Hijo, calla. Muchas ventajas tiene el silencio.
El hombre bueno es su propio amigo.
El peor mal del hombre es la irreflexión.
Una mentira nunca vive para llegar a vieja.
De todos los males, los más dolorosos son los que se infringe uno mismo.
El temor entre muchas otras cosas le va bien a la tiranía.
Para los hombres, nada dura: ni la noche estrellada, ni las desgracias, ni la riqueza; todo esto de pronto un día ha huido.
No creo que tus decretos tengan tanta fuerza como para permitir al hombre ignorar las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre. (Antígona a Creonte)
Acostada en medio de la desdicha, el alma ve mucho.
Sí, que la ocasión para navegar pide que no se la observe de lejos, sino de cerca.
Es terrible hablar bien cuando se está errado.
Común es cometer errores. Pero cuando se ha errado, no es falta voluntad, ni brío, tratar de corregir el error y no obstinarse en él. La obstiación es el otro nombre de la estupidez.
Yo también cuando era joven, dejaba la lengua ociosa y hacía obrar a la mano; más ahora, al tocar la realidad, veo que los hombres, la lengua, no el trabajo, es la que todo lo gobierna.
¿Qué adorno más grande puede haber para un hijo que la gloria de su padre, o para un padre que la conducta honrosa de su hijo?
El que es bueno en la familia es también un buen ciudadano.