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Fui a un colegio confesional y allí aprendí que Dios, fuera de dictar la Biblia y alquilar una raza perfecta de sacerdotes para que la explicasen, no ha hecho más que andar alrededor de nosotros procurando cogernos en desobediencia.
Sinclair Lewis
Ya sabía lo que todos los exiliados -antes y después de Dante- han de aprender, quiéranlo o no: que en el mundo entero no hay más que unas pocas calles donde le dejen a uno vivir a gusto, y que si confesamos a un desconocido: Me he decidido a explorar, conquistar y colonizar mi propia alma, bostezará y nos dirá: ¿Ah, sí? Pero ¿Por qué tiene usted que hacerlo precisamente aquí?.
Estos artículos tan anunciados -dentífricos, calcetines, neumáticos, cámaras fotográficas, calentadores de agua- eran para él símbolos y pruebas de excelencia; primero los signos, luego los sustitutos de la alegría, de la pasión, del sentido común.
Sentía una enorme y poética admiración, aunque apenas los entendía, por todos los artefactos mecánicos. Eran para él símbolos de belleza y verdad. Sobre cada intrincado mecanismo -tornos de metal, carburadores, ametralladoras, soldadores de oxiacetileno- aprendía una frase que sonaba bien, y la usaba sin cesar, con la deliciosa sensación de ser un técnico, un iniciado.
En una tiranía, la mayoría de los amigos desaparecen. Unos pasan a ser colaboracionistas y os odian. Otros temen detenerse para hablaros. Otros son asesinados... Queda la cuarta parte, gracias a la cual podéis seguir viviendo.
Comprendió que no estaba seguro de hacer ninguna obra buena, no siendo la de suministrar la droga de la esperanza religiosa a gentes atemorizadas por el infierno y temerosas de andar solas por el camino de la vida.
No hay baluarte del sano conservadurismo tan fuerte como la iglesia evangélica, y para hacer amigos que te ayuden a ganar en la sociedad el puesto que mereces, no hay sitio como tu propia iglesia.
Usted -dijo el doctor Yavicht- es un liberal vacilante, y no tiene la menor idea de lo que quiere. Yo, por ser revolucionario, sé lo que quiero... Y lo que quiero es una copita.
Los sabios aceptaron con reconocimiento y pasaban el resto de sus vidas en asimilar ideas de séptima mano, dormir buenas siestas y aburrir a sus alumnos, que no dejaban de bostezar, con la palabrería anémica y libresca que ellos llamaban sabiduría.
Siendo hombre dado a la oratoria y a los altos principios, gozaba con la música de su propio vocabulario y con el calor de su propia virtud.
El mayor misterio que rodea a un ser humano no es su reacción ante el sexo o el elogio, sino la manera como se las ingenia para emplear las veinticuatro horas del día.
Durante muchos minutos, durante muchas horas, durante toda una eternidad, Babbitt permaneció despierto, tiritando, aterrorizado, comprendiendo que había conquistado la libertad, y preguntándose qué podría él hacer con una cosa tan desconocida y tan desconcertante como la libertad.
Yo detesto su ciudad. Ha uniformado la belleza de la vida. Es una gran estación de ferrocarril... Donde todo el mundo toma billetes para los mejores cementerios.
No se recuerda que ningún ser humano haya conseguido una felicidad perdurable mediante el convencimiento de que está en mejor situación que otros seres.
Me han enseñado a creer que el Dios de los cristianos no era este servidor cobarde y ambiguo de la gente, sino el creador y defensor sin piedad de la verdad. Se conoce que esto me ha echado a perder. ¡Siempre he tomado a mis maestros tan en serio!
Extendió la mano, invitándola a entrar con un gesto que daba a entender que la juzgaba dueña de sus actos y que para él no era una respetuosa señora casada, sino un verdadero ser humano.
La única manera de comprender la existencia era entendiendo esas fuerzas que los sabios con sus laboratorios y medios científicos, no son capaces de explicar, pero que para un verdadero cristiano son tan fáciles de descubrir como rodar un madero...
Fuera de media docena de personas en cada ciudad, los demás vecinos están orgullosos de haber conseguido permanecer en la ignorancia, cosa bien fácil de alcanzar. Ser intelectual o aficionado al arte es tanto como ser afectado y de cualidades equívocas.
Acaso allí, si no lo sabían ya, no se enterarían nunca de que he cometido el pecado de querer pensar por mi cuenta.
Bueno, si a eso le llamas tú vivir en paz, por amor de Dios, haz el favor de avisarme antes que te declares en guerra.
Hay dos insultos que ningún ser humano puede tolerar: la afirmación de que no tiene sentido del humor y la afirmación, doblemente impertinente, de que no ha conocido jamás el dolor.