Imágenes
Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa.
Silvina Ocampo
Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas. No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente. Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar, porque todo lo que hago lo hago doblemente.
Las caras de los hombres que en mi vida he encontrado me persiguen y viven adentro de mi espíritu.
¿Qué es un rostro amado? Un rostro que nunca es el mismo, un rostro que se transforma infinitamente, un rostro que nos defrauda.
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.
Era como si nuestros labios hubieran estado sellados para todo lo que no fuese besos nerviosos, insatisfechos o palabras inútiles.
Se amaban con ternura, pasión, fidelidad. Trataban de estar siempre juntos y cuando tenían que separarse por cualquier motivo, durante ese tiempo tanto pensaban el uno en el otro que la separación era otra suerte de convivencia, más sutil, más sagaz, más ávida.
Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios, una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón.
Siempre pensé que las edades son todas crueles, y que se compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras.
Después de todo, el sueño es la prefiguración de la muerte.
La música se compone de infinidad de recuerdos que nos obligan a ser excesivamente injustos con ella.
Yo temblaba al mirarte, yo temblaba como tiemblan las ramas reflejadas en el agua movida por el viento.
Haz brotar sangre al menos de mi herida, que estoy cansada de morir apenas.
Todo disfraz repugna al que lo lleva.
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece que lo que quedó atrás tiene más realidad para reducir el presente a un interesante precipicio.
Yo moriría por vos. Vos, ¿vivirías por mi?
Lo único que sabemos es lo que nos sorprende: que todo pasa, como si no hubiera pasado.
El recuerdo conserva una antigua retórica, se eleva como un árbol o una columna dórica, habitualmente duerme dentro de nuestros sueños y somos en secreto sus exclusivos dueños.
¿Cuánto tiempo hace que no pienso en otra cosa que en ti, imbécil, que te intercalas entre las líneas del libro que leo, dentro de la música que oigo, en el interior de los objetos que miro?
No me conozco. Conozco a los otros, a los que me conocen.
Y ven el cielo y les vuelve a dar sueño y vuelven a bajar dormidos, y vuelven a tocar el fondo del mar y se despiertan y vuelen a subir. Así son nuestros sueños, como delfines.
¡Oh tú, que me entregaste la armonía! Desesperando creo en tu promesa. Amor, contémplame, en tus brazos, presa.
El amor y la muerte se parecen: cuando estamos perdidos acudimos a ellos.
Dormiría toda mi vida para conseguir un sueño.
No te oculto nada. Ese espejo me recuerda mi desventura: somos dos y no una sola persona.
Mátame, espléndido y sombrío amor, si ves perderse en mi alma la esperanza.
Es cierto que los niños de corta edad siempre me parecen dementes; los diálogos, los juegos que practican, las palabras que profieren son indudables ejemplos de locura. Atravesar la infancia es una severa prueba para la razón.
Temíamos caer violentamente en el silencio como en un abismo y nos mirábamos con laconismo como armados guerreros frente a frente.
Y siempre tengo miedo porque soy valiente.
Ser tu puerta, tu luz cuando te alejas, alguien que no trató de ser amada.
Desearía haber nacido en otra época, siempre que te hubiera encontrado en ella.
¿Por qué no dormiré? Porque en la oscuridad hay ubicuos ejércitos que llegan de mi infancia.
Prisionera, perdida, siempre esclava de tu felicidad.
Íbamos a ninguna parte, es cierto, y estábamos perdidos: no importaba.
No viviré si no es para buscarte y cruzaré el dolor para adorarte.
Dios mío, que me sea dado no olvidarme de aquellos ojos. Que el iris viva en mi corazón como si mi corazón fuese de tierra y el iris una planta.
En los momentos más trágicos me río o enciendo un cigarrillo y me echo al suelo y te miro como si nada malo tuviera que suceder. Ciertas posturas nos hacen creer en la felicidad. A veces estar acostada me hizo creer en el amor.
La mentira origina el miedo y el miedo la mentira.