Imágenes
En las ausencias largas, mucho más peligrosa es la constancia del hombre que la de la mujer.
Severo Catalina
Los celos brotan ordinariamente en los hombres por falta de talento, y en las mujeres, por exceso de penetración.
La condición de la mujer es tristísima: ¡condenada a esperar, a esperar indefinidamente!
El gran Shakespeare ha dicho que es la mujer un manjar digno de los dioses, cuando no lo guisa el diablo. ¡Y es verdad! Pero no lo es menos que el diablo no entraría en la cocina si las más veces no les abriera el hombre la puerta.
La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones.
No olvide nadie, y en especial las mujeres, que la nobleza sin virtudes es luz que alumbra más y más los defectos de quien la posee.
La mayor parte de la gente confunde la educación con la instrucción.
El amor es un niño grande; las mujeres, su juguete.
La mujer perdona las infidelidades, pero no las olvida. El hombre olvida las infidelidades, pero no las perdona.
Quien no ha vertido lágrimas en la soledad, no sabe cuáles son las lágrimas verdaderamente amargas. La soledad es el egoísmo supremo del dolor.
Todo lo que puede valuarse carece de valor. El mérito que se somete a número y a medida, parece una mercancía que se remata al mejor postor.
No hay nada más poético ni más grandioso que el amor de dos personas que nunca han hablado de amor.
No negaremos que, en ocasiones, el orgullo es el mejor centinela del pudor; pero no causa gran edificación ni ofrece gran seguridad una virtud que para conservarse ha menester que la custodie el vicio.
La modestia es un encanto duradero que suple o duplica los encantos efímeros de la hermosura.
El hombre busca la felicidad; la mujer la espera.
Desde la edad de seis años, la mujer no crece más que en dimensiones.
La madre en nuestra providencia sobre la tierra en los primeros años de vida, nuestro apoyo más firme en los años siguientes de la niñez, nuestra amiga más tierna y más leal en los años borrascosos de la juventud.
Cuando un hombre y una mujer de talento se estrechan con el doble vínculo de la virtud y del amor, el amor y la virtud forman la barca en que apaciblemente bogan por el mar de la vida; un ángel les sirve de piloto; su rumbo es la inmortalidad; su puerto, el cielo.
El hombre, cuanto más asciende de la escala de la felicidad tanto más sube en la escala de las exigencias.
Una mujer que no ama, que no se compadece, que no siente, debe reputarse como el baldón y el oprobio de su sexo.
Los enamorados que se ven y se hablan tienen la felicidad del amor; los que viven separados tienen dos felicidades: la del amor y la de la esperanza.
La frivolidad viene a ser la desatención de las cosas grandes y la curiosidad de las pequeñas.
No olviden las mujeres que el pudor es el compañero más simpático de las gracias.
La mujer es un ser indefinible, porque es un ser ineducado.
La niña aprende a disimular y enseña más tarde a la mujer a engañar.
Todos los defectos que pueden tener las mujeres, todos los extravíos de que su fragilidad pueda ser responsable, pesan menos para un hombre imparcial y prudente, que las amarguras que devora su corazón cuando ama.
Hablar mucho de una virtud, es regular indicio de que se practica poco.
Las tertulias vienen a ser una especie de bolsín del amor. En ellas, cada cual va a su negocio.
Por muy poderosa que se vea el arma de la belleza, desgraciada la mujer que sólo a este recurso debe el triunfo alcanzado sobre un hombre.
Querer olvidar a una persona es amarla más. No hay nada más bello que acordarse del que olvida.
Quien tenga que excitar una pasión para conseguir un afecto, da muy escasa idea de sus propios merecimientos.
La ilusión no es ni más ni menos que una agradable aberración de la esperanza.
El divorcio es el recurso heroico de las almas pequeñas.
Las lágrimas de la viuda pierden su poéticaamargura desde el momento en que se acerque a enjugarlas la mano del amor.
Pitágoras aconseja a las mujeres que usen de su gracia con tal tino, que siempre tengan una por descubrir. No ha podido escribirse un sarcasmo más sangriento contra la constancia de los hombres.