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Virtuosa cosa es perdonar a quien se arrepiente.
Séneca
Mostrarse asustado sin motivo aparente es dar a conocer que se tiene razón de temer.
Es preciso vigilar los deseos del cuerpo, pues el cuerpo pide placeres vanos, efímeros y deplorables, que si no se regulan con gran moderación irán a parar a la sensación opuesta.
Es una gran ventaja para el hombre sabio no parecerlo.
El alma que se inquieta por el porvenir es grandemente desgraciada.
Los deseos de nuestra vida forman una cadena, cuyos eslabones son las esperanzas.
No hay, en mi dictamen, hombre que aprecie más la virtud y la siga con más gusto, que el que por no hacer traición a su conciencia, ha perdido la reputación de hombre de bien.
De hombres es sentir los males, y flaqueza es no sufrirlos.
Ninguno desea darse tristeza a sí mismo.
Nunca fue fácil el aprendizaje de la virtud.
Por humilde se tiene ya el que con lo necesario se contenta.
Nadie puede llevar la máscara durante mucho tiempo.
Nada más contrario a recobrar la salud que el cambiar mucho de medicinas.
Aquel que puede sustraerse fácilmente a la vida, no puede ser infeliz.
Gozan los ánimos fuertes en las adversidades. Al igual que los soldados intrépidos triunfan en las guerras.
Si quieres vivir feliz, no te importe que te crean tonto.
Dar consejo es virtud de segundo orden.
¿Quieres saber que es libertad? No ser esclavo de ninguna cosa, de ninguna necesidad, de ningún azar, reducir la fortuna a términos de equidad.
Si quieres desarraigar tus vicios, aléjate de quien te da malos ejemplos.
Muchas sutilezas despojan de sus bríos a la razón.
Nunca nos aprecian tanto los demás como cuando nos apreciamos nosotros mismos.
Parte de la curación está en la voluntad de sanar.
Peor que la guerra es el temor de la guerra.
A través de lo áspero -se llega- a las estrellas.
Los males previstos resultan menores.
Una persona inteligente se repone pronto de un fracaso. Un mediocre jamás se recupera de un éxito.
Viven más contentos aquellos en quienes jamás puso los ojos la fortuna, que los otros de quienes los apartó.
Un barco que parecería grande en el río, sería muy pequeño en plena mar.
Lo que importa no es que vivas mucho, sino que vivas bien; y a menudo vivir bien consiste en no vivir mucho.
No es más grande el ánimo a quien deleitan cosas terrenas.
Espera que te hagan a ti lo que tú haces a otro.
Los hombres aprenden mientras enseñan.
Pongamos los ojos en nosotros mismos, y después en los negocios que emprendemos, por quien y con quien los emprendemos.
El ardimiento juvenil en sus comienzos es fogoso, pero languidece fácilmente y no dura; es el humo de una fogata liviana.
No puede el codicioso ser agradecido.
La naturaleza, el destino, la suerte: todo esto no son más que nombres del mismo Dios.
Ni hay una Filosofía sin virtud ni virtud sin Filosofía.
No es porque las cosas sean difíciles por lo que no nos atrevemos; sino que por no atrevernos ellas se hacen arduas.
El camino de la doctrina es largo; breve y eficaz, el del ejemplo.
Para morir, el mejor de los tiempos es el próspero.