Imágenes
Jugar la vida gozando en perderla, si a las cartas les dieran su sombra tus pestañas negras.
Salvador Rueda
Hay en tu mirada yo no sé qué cosa, que en mis fibras penetra y penetra como espada sorda.
¡La santidad de todo lo creado en el silencio augusto fructifica!
Si quieres darme la muerte tira donde más te agrade, pero no en el corazón porque allí llevo tu imagen.
Antes de yo conocerte soñaba que me amarías; ¡quién presta oído a los sueños, quién de los sueños se fía!
Aprendí administración de las hormigas; música, oyendo los aguaceros; escultura buscando parecido a los seres en las líneas de las rocas; color, en la luz; poesía, en toda la naturaleza.
Dos velas tengo encendidas en el altar de mi alma, y en él adoro a una virgen que tiene tu misma cara.
Cuando me esté retratando en tus pupilas de fuego, cierra de pronto los ojos por ver si me coges dentro.
Tiene la mariposa cuatro alas; tú tienes cuatro versos voladores; ella, al girar, resbala por las flores; tú por los labios, al girar, resbalas.
El acento dulce de tu voz amada, me parece una ola de llanto que besa las playas.
Fuera entre todas las cosas por abrazarte temblando, enredadera florida de tu cuerpo de alabastro.
Yo no sé qué me sucede desde que te di mi alma, que cualquier senda que tomo me ha de llevar a tu casa.
Cuando el claro día llama a mis cristales, desvelado me encuentra en la sombra trazando tu imagen.
Ella es la fuerza viva, el soplo ardiente de cuanto sueña y goza, piensa y siente; de cuanto canta y ríe, vibra y ama.
Tus ojos son un delito negro como las tinieblas, y tienes para ocultarlo bosque de pestañas negras.
Aprovecha tus abriles y ama al hombre que te quiera, mira que el invierno es largo y corta la primavera.
A la luz de tu mirada despido mis penas todas, como a la luz de los astros la hoja despide la sombra.
Mi padre siempre me amparó por desgraciado y me tuvo un sitio en su corazón.
En el altar de tu reja digo una misa de amor, tú eres la virgen divina y el sacerdote soy yo.
Para alcanzar las estrellas sonda el cisne la laguna; en el mar de los amores yo soy cisne y tú eres luna.
Ya viene la primavera, ya los pájaros se hermanan,¡cuánto espacio entre nosotros y cuán cerca nuestras almas!
Desde la frente, que es lámpara lírica, desborda su acento como un aceite de aroma y de gracia la ardiente poesía.
Parecía la amapola que ayer vi en el cementerio, sus rojos labios que ansiaban darme los últimos besos.
Cada vez que a verte voy en tu puerta me detengo, pues temo que la alegría me trastorne el pensamiento.
El agua, como un tálamo amoroso, te ofrece sus cristales movedizos donde tiendes tu cuerpo luminoso.
Tengo los ojos rendidos de tanto mirar tu cara, si los cierro, no es que duermen, es tan sólo que descansan.
Y al ostentar desnuda tus hechizos, el mar, con un abrazo tembloroso, te envuelve en haz de onduladores rizos.
Sólo le pido al Eterno que al despuntar cada día, las sombras de nuestros cuerpos sorprenda la luz unidas.
Cuando muerto esté en la tumba toca en ella la guitarra, y verás a mi esqueleto alzarse para escucharla.
No soy dueño de mí mismo ni voy donde a mí me agrada, atado llevo el deseo al hilo de tu mirada.
Quisiera tener un rizo de tu oscura cabellera, para gastarme los ojos en sólo mirar sus hebras.
Creyendo darlo en tu boca he dado en el aire un beso, y el beso ha culebreado como una chispa de fuego.
Como el almendro florido has de ser con los rigores, si un rudo golpe recibes suelta una lluvia de flores.