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Un pueblo se hace comunista por hambre, o por el exceso de opresión. Nosotros no tenemos poderes para provocar el hambre... Tampoco para provocar la opresión. Los únicos que pueden oprimir y tiranizar a un estado son los militares. Entonces auxiliamos a los militares a clavar las uñas en el poder...
Roberto Arlt
A la vuelta de la esquina, enrejados, cinco ábsides de piedra festoneados por cortinas de hiedra, calados por largos ventanales sin cristales. Melancolía de muerte. No he visto jamás ruinas tan delicadas ni siniestras.
No creían en la felicidad. De más está decir que una esperanza posiblemente hubiera transformado a estas almas, pero la esperanza requiere cierta amplitud de sentimientos, incompatible con la total aceptación del fracaso que revelaban.
Sí, vida... Vos sos linda, vida... ¿Sabés? De aquí en adelante adoraré a todas las cosas hermosas de la Tierra... Cierto... Adoraré a los árboles, y a las casas y a los cielos... Adoraré todo lo que está en vos...
Galicia emociona como un dulcísimo llanto. Su paisaje es tan puro, que el corazón se arremansa en él. Su montaña no es brutal, sino idílica. Y yo sé cómo los seres humanos, que han nacido en la montaña, aman a la montaña. Es el amor de toda su vida.
El aprendizaje de ratero tiene esta ventaja: darle sangre fría a uno, que es lo más necesario para el oficio. Además, la práctica del peligro contribuye a formarnos hábitos de prudencia.
¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura, comparado con la lucha en la mar traidora o en la montaña empinadísima?
Qué agradable es poder confesar sus intimidades en público, ¿No le parece, caballero? ¿Hay muchos en mi lugar que pueden sentarse impunemente- te a la mesa de un café y entablar una amable conversación con un desconocido como lo hago yo? No. Y, ¿Por qué no hay muchos, puede contestarme? - No sé... - Porque mi semblante respira la santa honradez.
Otros creen que con el Poder serán dichosos. Y cuando les llega el poder, la sensibilidad para gustarlo se les hizo pedazos entre todas las bellaquerías que ejecutaron para conseguir el poder.
Es síntoma de una inteligencia universal poder regalarse con distintas bellezas.
En realidad, usted quisiera vivir como los demás, ser honrado como los demás, tener un hogar, una mujer, asomarse a la ventana para mirar los transeúntes que pasan, y sin embargo, ya no hay una sola célula de su organismo que no esté impregnada de la fatalidad que encierran esas palabras: tengo que matarlo.
Usted sabrá que en el organismo humano existen bacterias que no resisten una temperatura de cuarenta grados. Estas bacterias provocan enfermedades. Entonces el sistema es provocar artificialmente en el organismo otra enfermedad que al suscitar la fiebre de cuarenta grados extermina los microorganismos realmente nocivos.
Seremos como dioses. Donaremos a los hombres milagros estupendos, deliciosas bellezas, divinas mentiras, les regalaremos la convicción de un futuro tan extraordinario, que todas las promesas de los sacerdotes serán pálidas frente a la realidad del prodigio apócrifo. Y entonces, ellos serán felices... ¿Comprenden, imbéciles?
Allí bebimos, pero la vida giraba en torno nuestro como el paisaje en los ojos de un ebrio.
Mi futura suegra escupía veneno. Sus ímpetus llevaban un ritmo mental sumamente curioso, pues oscilaban entre el homicidio compuesto y el asesinato triple. Al mismo tiempo que me sonreía con las mandíbulas, me daba puñaladas con los ojos.
Se percibe la frialdad de los huesos de los antiguos muertos. Parece que en este paraje en ruinas se hubiera detenido la respiración del mundo.
Así conversábamos en torno de la mesa del café, sombríos y gozosos de nuestra impunidad ante la gente, ante la gente que no sabía que éramos ladrones, y un espanto delicioso nos apretaba el corazón al pensar con qué ojos nos mirarían las nuevas doncellas que pasaban, si supieran que nosotros, tan atildados y jóvenes, éramos ladrones... ¡Ladrones!
El hombre siente que su cuerpo se confunde en el cansancio con las sábanas; y, de pronto, el cacareo de un gallo lo hace respingar furiosamente. Otro gallo contesta a la distancia.
Cada hombre lleva en sí una distinta cantidad de voluntad de vivir. Cuantas más fuerzas, más pasiones, más deseos, más furores de plasmarse en todas las direcciones de inteligencia que se ofrecen a la sensibilidad humana.
¿Qué hacer? Si yo abandonaba a Allí en el bosque, lo devorarían las fieras, las hormigas gigantes, los buitres. Si lo llevaba conmigo, me infectaba, si ya no lo estaba. ¿Qué hacer? Allí estaba perdido, y yo también, quizá, estaba perdido.
El ya no tenía ninguna esperanza, y su miedo de vivir se hacía más poderoso cuando pensaba que jamás tendría ilusiones, cuando obstinadamente fijos los ojos en un rincón de la estancia, reconocía que le era indiferente trabajar de lavaplatos en una fonda o de criado en un prostíbulo.
Yo ahora era libre, podía hacer lo que se me antojara... Matarme si quería... Pero eso era algo ridículo... Y yo... Yo tenía necesidad de hacer algo hermosamente serio, bellamente serio: adorar a la vida.
De allí que en las Américas la vida sea fácil para el gallego. No se siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo.
Concentrado le miraba a los ojos, él sonreía como si la locura de un regocijo le ensanchara el alma, a momentos empalidecía; bebió dos vasos de cerveza uno tras otro, enjugóse los labios con el dorso de la mano y dijo con una voz que no parecía suya: - ¡Es linda vida! - Sí, la vida es linda.
A momentos me decía lo curioso que hubiera resultado para los otros pasajeros el saber que esos dos hombres, hundidos en el acolchado de cuero de los asientos, eran: uno el próximo asesino y el otro su víctima.
Estoy colmado de imprecisos deseos, de una vaguedad que es como neblina, y adentrándose en todo mi ser, lo torna casi aéreo, impersonal y alado.
El vidrio del ojo de buey estaba roto, y por allí se colaban ráfagas de viento que hacían bailar la lengua amarilla de una candela sujeta en una palmatoria al muro.
Se ha inventado casi todo pero no ha inventado el hombre una máxima de gobierno que supere a los principios de un Cristo, un Buda. No. Naturalmente, no le discutiré el derecho al escepticismo, pero el escepticismo es un lujo de minoría... Al resto le serviremos la felicidad bien cocinada y la humanidad engullirá gozosamente la divina bazofia.
Todo esto es una locura posible, y siempre se vive en una atmósfera de sueño y como de sonambulismo cuando se está en camino de realizar las cosas. Sin embargo, se va hacia ellas con una lentitud tan rápida que todo es sorprendente cuando se ha conseguido.
¿Qué será de mí? En ese instante, sobre el alma, el cuerpo me pesaba como un traje demasiado grande y mojado.
Realmente, el asesino ha sido un estúpido. Con haber preparado un cultivo de bacilos y dárselo en la sopa... Precisamente yo estaba tomando la sopa o en el café, quiero decir -agregó él-, la cuenta estaba liquidada. - ¿Y vos serías capaz de hacer tal cosa, de asistir a una agonía lenta? Aunque se reía a carcajadas, sus ojos estaban serios. Me contestó: ¿A una agonía? Y a diez... Si fuera necesario.
Y Erdosain pensaba: No tendremos nunca contacto sexual. Para hacer más duradero nuestro amor, refrenaremos el deseo, y tampoco la besaré en la boca, sino en la mano. Y se imaginaba la felicidad que purificaría su vida, si tal imposible aconteciera, pero era más fácil detener la tierra en su marcha que realizar tal absurdo.
Se dejó arrastrar por los impulsos que retuercen al hombre que se siente por primera vez a las puertas de la cárcel, impulsos ciegos que conducen a un desdichado a jugarse la vida en un naipe o en una mujer. Quizá buscando en el naipe y en la hembra una consolación brutal y triste, quizá buscando en todo lo más vil y hundido cierta certidumbre de pureza que lo salvará definitivamente.
¡Cuántas veces he pensado, mirando las criaturas que juegan en las plazas! ¿Cuál dentro de algunos años será un asesino? ¿Cuál de éstas una prostituta? ¡Dios mío!.. Hay momentos en que dan ganas de matarse.
En todas partes se ha infiltrado el hombre y su ciudad. Piensa que hay murallas infinitas. Edificios que tienen ascensores rápidos y ascensores mixtos: tanta es la altura a recorrer.
Y a medida que se destrenza mi deseo, reconstruyo los vestidos con que la cortesana se embellecerá, los sombreros armoniosos con que se cubrirá para ser más seductora, y la imagino junto a su lecho, en una semidesnudez más terrible que el desnudo.
Vaya, dígales a los hombres lo que es la casa negra. Y que yo era un asesino. Y sin embargo yo, el asesino, he amado todas las bellezas y he luchado en mí mismo contra todas las horribles tentaciones que hora tras hora subían de mis entrañas. He sufrido por mí, y por los otros, ¿Se da cuenta?, también por los otros...
Trabajando para conseguir el dinero o el poder o la gloria no se aperciben que se va acercando la muerte.
Él, mi esposo, me venía a contar a mí sus relaciones con una prostituta. Y lo más grave era que estaba enamorado. Prescindo de que esa mujer fuera o no una depravada. Mientras él hablaba, yo me decía: ¿Qué es lo que querrá de mí este hombre?
Te prevengo que tengo el corazón duro, pero hay momentos en que me dejaría hacer pedazos por el primer desgraciado que se me cruza al paso.