Imágenes
En el libro de tu historia en ser yo, flor de las flores, página hermosa de amores tengo empeño.
Ricardo Palma
Amame como quiere su ambrosía en el jardín la flor; como ama de su voz la melodía festivo ruiseñor.
El deber no es el éxito, es la lucha.
Bello es ver en la llanura una palmera piramidal; más, mujer, en tu hermosura todo es más regio, ¡todo es triunfal!
¿Dices que no se siente la despedida?, ¡Ay!, di al que te lo dijo que se despida.
¡Quién me diera, flor divina, ser la gota peregrina del ligero rocío matinal, que ha vivido un sólo instante acariciada y amante, entre la sonrisa loca de tu boca de coral!
¡Bendita seas, patria de valientes, y que el porvenir te reserve horas más felices que las que forman tu presente!
Siempre vives, alma mía, en mis recuerdos de amor, como el perfume en la flor.
En el fondo la tradición no es más que una de las formas que podía revestir la historia pero sin los escollos de ésta. Cumple a la historia narrar los sucesos secamente, sin recurrir a las galas de la fantasía. Menos estrechos y peligrosos son los limites de la tradición. A ella, sobre una pequeña base de verdad le es lícito edificar un castillo.
De las flores, la violeta; de los emblemas, la cruz; de las naciones, mi tierra; y de las mujeres, tú.
Es preciso no estar en sus cabales para que un hombre aspire ser poeta; Pero, en fin es sencilla la receta. Forme usted líneas de medida iguales, y luego en fila las coloca juntas poniendo consonantes en las puntas. ¿Y en el medio? ¿En el medio? ¡Ese es el cuento! Hay que poner talento.
Cumple con la gratitud del peregrino, no olvidar nunca la fuente que apagó su sed, la palmera que le brindó frescor y sombra, y el dulce oasis donde vio abrirse un horizonte a su esperanza.
Hablemos y escribamos en americano; es decir en lenguaje para el que creamos las voces que estimemos apropiadas a nuestra manera de ser social, a nuestras instituciones democráticas.
Morena del alma mía; morena, por tu querer pasaría yo la mar en barquito de papel.
Siempre es grato elevar nuestro pensamiento a los días de la infancia, esa edad de ilusiones color de rosa, en que libres de toda zozobra sobre el mañana, creemos que el mundo no se extiende más allá de nuestros juguetes y del espacio que abarcan nuestros ojos.