Imágenes
Tengo miedo de mirar mi dolor. No vaya a ser que me quede demasiado grande. Prefiero calzar mi deber como una valentía de espuelas e hincando mi pereza, que quisiera morir cobardemente, andar con frente firme ante la pampa yerma del dolor de los otros. Sólo así quiero merecer.
Ricardo Güiraldes
Rezar, dejar sencillamente fluir mi tristeza. No sé cuantas cosas se amontonaron en mi soledad.
No me mire, vida mía, con esa cara tan mala, que el corazón se me quiebra como una hojita de chala.
Una luz fresca chorreaba de oro el campo.
Asimilar horizontes. ¿Qué importa si el mundo es plano o redondo? Imaginarse como disgregado en la atmósfera, que lo abraza todo. Crear visiones de lugares venideros y saber que siempre serán lejanos, inalcanzables como todo ideal.
Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo. Y a su vez pregunta: Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?
El río sigue su brutal correr, mas al pasar frente al poeta, amansa su delirio, y las aguas, acariciando las raíces, han labrado el remanso.
Símbolo pampeano y hombre verdadero, generoso guerrero, amor, coraje, ¡salvaje! gaucho, por decir mejor. Ropaje suelto de viento, protagonista de un cuento vencedor.
Misterioso numen que ilumina, el alma de la plástica divina, que ama por tu cuerpo generoso, el poderoso, argumento de lo hermoso.
Tango fatal, soberbio y bruto. Notas arrastradas, perezosamente, en un teclado gangoso. Tango severo y triste. Tango de amenaza. Baile de amor y muerte.
En derredor, los pastizales renacían en silencio, chispeantes de rocío.
Sí, humílleme, pero algún día, si Dios quiere, nos hemos de encontrar cara a cara.
El caballo galopaba libremente, la confianza del jinete depositada en instinto seguro.
Y nosotros pasamos, como sobre un cutis que ama al contacto de una caricia, corre un tropel de mil vidas sensitivas, que nacen, gozan, sufren y mueren.
La brisa disgrega el pecho en rezos.
Crear visiones de lugares venideros y saber que siempre serán lejanos, inalcanzables como todo ideal. Huir lo viejo. Mirar el filo que corta un agua espumosa y pesada. Arrancarse de lo conocido. Beber lo que viene. Tener alma de proa.
El sueño cayó sobre mí como una parva sobre un chingolo.
¿Realidad? ¡Qué importa si vivió de inalcanzable!
Me fui, como quien se desangra.
Azules tus ojos. Azules y largos, como un deseo perezoso, cuando el cansancio pesa en tus párpados caídos.
Estaba por vivir un momento triste. El momento en que en mi vida representaría, más que ningún otro, un desprendimiento.
No sé cuantas cosas se amontonaron en mi soledad. Eran cosas que un hombre jamás se confiesa.
¡Ahí vienen, ahí vienen! ¿No los veis? Las piernas oscilando, rítmicamente, como metrónomo. Merecen ser una invención prusiana.
¿Y la muerte? La muerte es un pozo y la filosofía una noria.