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Yo marcho solo con mis leones y la certeza de ser quien soy.
Ramón María del Valle-Inclán
Nada será que no haya sido antes. Nada será para no ser mañana. Eternidad son todos los instantes, que mide el grano que el reloj desgrana.
Quiero una casa edificar como el sentido de mi vida, quiero en piedra mi alma dejar erigida.
El corazón sangra y se retuerce, y dentro de mí ríe el Diablo que sabe convertir todos los dolores en placer.
Nunca como entonces he sido fiel a mi divisa: Despreciar a los demás y no amarse a sí mismo.
La tragedia nuestra, no es tragedia.
Tenéis marcada el alma con el hierro de los esclavos, y sois mendigos porque debéis serlo.
¡El mundo es una controversia!
El ciego se entera mejor de las cosas del mundo, los ojos son unos ilusionados embusteros.
La ética es lo fundamental de la estética.
Fui peregrino sobre la mar, y en todas partes pecando un poco, dejé mi vida como un cantar.
Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico. Si hubiese sabido transportar esa violencia estética, sería un teatro heroico como La Iliada... Una corrida de toros es algo muy hermoso.
No quiero a mi lado ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo.
Dios mediante, haría como las gentiles marquesas de mi tiempo que ahora se confiesan todos los viernes, después de haber pecado todos los días.
La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y la muerte.
Soy aquel amante que nunca se muestra, muda en cada instante mi sombra siniestra.
El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor.
Soy lo que me han hecho las leyes Yo soy el dolor de un mal sueño.
¡El pecado es sangre, y hace hermanos a los hombres como la sangre de los padres!
España no está aquí, está en América. En México está la esencia más pura de España.
¡Todo hacia la muerte avanza de concierto, toda la vida es mudanza hasta ser muerto!
¿Volvería a encontrar otra pálida princesa, de tristesojos encantados, que me admirase siempre magnífico? Ante esta duda lloré. ¡Lloré como un Dios antiguo al extinguirse su culto!
Mi alma se daba, dándose gozaba, y transcendía su esencia en goce. Se consumía en la alegría del que conoce.
¡Viejo pueblo del sol y de los toros, así conserves por los siglos de los siglos, tu genio mentiroso, hiperbólico, jacaresco, y por los siglos te aduermas al son de la guitarra, consolado de tus grandes dolores, perdidas para siempre la sopa de los conventos y las Indias! ¡Amén!
No está en los altares por haber nacido mayorazga y querer perpetuar sus blasones tan esclarecidos como los de Don Juan Manuel. De reclamar varonía las premáticas nobiliarias y las fundaciones vinculares de su casa, hubiera entrado en un convento, y hubiera sido santa a la española, abadesa y visionaria, guerrera y fanática.
Quien sabe del pasado sabe del porvenir.
La bella busca en las figuras falsas de la luz, claridades puras.
Sentía levantarse en mi alma de aventurero, de hidalgo y de cristiano, el rumor augusto de la Historia.
Quisiera entrar en mí, vivir conmigo, poder hacer la cruz sobre mi frente, y sin saber de amigo ni enemigo, apartado, vivir devotamente.
Eres el más admirable de los Don Juanes: Feo, católico y sentimental.
¡Cómo encendiste mis deseos, cómo me hablaste del placer con tus trofeos de mujer!
Las pasiones del amor, del orgullo y de la cólera, las pasionesnobles y sagradas que animaron a los dioses antiguos, se hacen esclavas de la razón.
El orgullo, el más fatal de los consejeros humanos.
El comercio honrado no chupa la sangre de nadie.
En una Historia de España, donde leía siendo niño, aprendí que lo mismo da triunfar que hacer gloriosa la derrota.
La pobre no sabía que lo mejor de la santidad son las tentaciones.
Yo hallé siempre más bella la majestad caída que sentada en el trono.
La tibia fragancia de su alcoba encendía en mí, como una tortura, la voluptuosa memoria de los sentidos.
Pero hacia el ensueño navegando un día, escuché lejano canto de sirenas y enfermó mi alma de Melancolía.
¿Quién me habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Sois almas en pena, o sois hijos de puta?