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Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero: ¡Porque vuestros hijos sean mejores que vosotros!
Ramiro de Maeztu
La libertad no tiene su valor en sí misma: hay que apreciarla por las cosas que con ella se consiguen.
La ventaja de la democracia sobre las demás formas de gobierno es que no hay en la democracia una casta interesada en sofocar el pensamiento para que no se la discuta.
La decadencia ha empezado más atrás: desde el momento en que el ideal se muestra superior a los medios para realizarlo.
La desigualdad es esencial en la vida del hombre: no hay más rasero nivelador que el de la muerte.
Al decir que la patria es una sinfonía o sistema de hazañas y valores culturales queda rechazada la pretensión que desearía fundar las naciones exclusivamente en la voluntad de los habitantes de una región cualquiera, ya constituidos en Estado independiente o deseoso de hacerlo.
La vida se nos presenta en un dilema insoportable: lo que vale no dura; lo que no vale se eterniza.
Las autoridades son legítimas cuando sirven al bien, cesan de serlo al cesar de servirlo.
Los españoles sentimos tanta piedad por las medianías, que no toleramos nunca que se las despoje de sus puestos, para abrir paso a las capacidades.
No tiene sentido decir que los hombres son iguales ante la ley, cuando es la ley mantenedora de su desigualdad.
La fraternidad de los hombres no puede tener más fundamento que la conciencia de la común paternidad de Dios.
No cabe, de otra parte, verdadera competencia entre las falsedades agradables, que halagan las pasiones populares, y las verdades desagradables, que en vano tratarán de combatirlas. Sobre este tema se pudieran escribir muchos capítulos, pero baste afirmar que la libertad del pensamiento tiene que conducir al triunfo de la falsedad y de la mentira.
No defendimos lo suficiente nuestro ser. Y ahora estamos a merced de los vientos.
¡Prensa omnipotente, señora del mundo, tú que dispones de la paz y de la guerra; tú que posees, como Dios, el don de cegar a los pueblos a quienes quieres perder, continúa impertérrita tu marcha!
No hay en la Historia universal obra comparable a la realizada por España, porque hemos incorporado a la civilización cristiana a todas las razas que estuvieron bajo nuestra influencia.
Otras veces ocurre que los pueblos se distinguen por ciertas aptitudes y descuidan las otras.
La política es absorbente. Al hombre dado a ella no le debe quedar tiempo para pensar en sí.
Una idea original se puede producir en cualquier ambiente, conserve o no la herencia de lo pasado, pero sólo será dominadora si encuentra ya el camino abierto para ella por una sucesión de ideas que le sirvan de antecedente.
Vivir es asombrarse de estar en el mundo, sentirse extraño, llenarse de angustia ante la contingencia de dejar de ser, comprender la constante probabilidad de extraviarse, la necesidad de hacer amigos entre nuestros con seres, la contingencia de que sean enemigos, y estar alerta a lo genuino y a lo espurreo, a la verdad y al error.
Lo característico de la conciencia es la inquietud, la vigilancia constante, la perenne disposición a la defensa. Ser es defenderse.
Quizá la obra educativa que más urge en el mundo sea la de convencer a los pueblos de que sus mayores enemigos son los hombres que les prometen imposibles.
El pensamiento no es una actividadespontánea más que en los pensadores por vocación.
Digamos, desde luego, que antes de ser un ser, la patria es un valor, y, por lo tanto, espíritu.
Frente a los judíos, que son el pueblo más exclusivista de la tierra, se forjó nuestro sentimiento de catolicidad y de universalidad, que es el principal culmen de nuestra raza.
Libertad es nuestra propia tiranía; tiranía es la libertad de los demás.
La patria es espíritu. Ello dice que el ser de la patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan.
Nadie es más que otro si no hace más que otro.
Una caridad que le considere como un animal doméstico mimado no será caridad, aunque le trate generosamente.
Decir que los hombres son iguales es tan absurdo como proclamar que lo son las hojas de un árbol.
No sé qué se pueda valorar en el mundo sin creer en el ultra mundo, no solamente porque los valores rebasan las existencias, sino porque la única teoría que da verdadero valor a nuestros actos es la que nos dice que sus consecuencias han de ser perdurables.
Nuestro sentido hispánico nos dice que cualquier hombre, por caído que se encuentre, puede levantarse; pero también caer, por alto que parezca. En esta posibilidad de caer o levantarse todos los hombres son iguales.
Me ha ocurrido que cuando la alabanza inglesa absorbía mi personalidad, alejándome de los vínculos espirituales que me ligan a la patria, he abandonado Londres más que de prisa, para ir a España. ¡No, no!; antes que nada, ¡soy español!