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Los difuntos están felices. Son los deudos los que se afligen por la persona que murió. La propia existencia es evidente con o sin el cuerpo. ¿Por qué, entonces, uno debería desear que las cadenas corporales continúen? Que el hombre busque a su Yo subyacente, que muera y que sea inmortal y feliz.
Ramana Maharshi
Una vez que se ha realizado el Yo, ya no se necesita saber nada, porque el Yo es la felicidad perfecta, es el todo.
La máxima dicha es no necesitar nada. Eso sólo se logra mediante la experiencia. Ni siquiera un emperador puede equipararse a un hombre que no necesita nada. Él está libre para hacer lo que le plazca, y no debe ser servido por otros.
Si un individuo tiene un intenso deseo de una vida superior, entonces sus tendencias sexuales irán desapareciendo. Cuando se destruye la mente, los demás deseos también se destruyen.
No existe el nacimiento real ni la muerte real. Es la mente la que crea y mantiene la ilusión de realidad en este proceso, hasta que es destruida por la autorrealización.
Yo no soy mi cuerpo; soy más. Yo no soy mi habla, mis órganos, el oído, el olfato; eso no soy yo. La mente que piensa tampoco soy yo. Si nada de eso soy, entonces ¿Quién soy? La conciencia que permanece, eso soy.
Cuando te identificas con el cuerpo, como en el estado de vigilia, ves objetos burdos. Cuando estás en el cuerpo sutil o en el plano mental, como en los sueños, ves objetos igualmente sutiles. En la ausencia de identificación en el sueño profundo, no ves nada. Los objetos que se ven guardan una relación con el estado de quien los ve. Lo mismo se aplica a las visiones de Dios.
La mente dirigida hacia afuera se transforma en pensamientos y objetos. La mente dirigida hacia adentro se transforma en el Yo.
La mente es la consciencia, que tiene limitaciones. Somos originalmente ilimitados y perfectos. Más tarde adquirimos limitaciones y nos convertimos en mente.
Mientras trabajas debes estar consciente de tu naturaleza real. Debes mantener la calma, practicar meditación para aquietar la mente y permitirle tomar conciencia de su relación verdadera con el Yo que la sustenta. Si trabajas de este modo, tu trabajo o servicio no será un impedimento en el camino hacia la verdad.
Conócete a ti mismo antes de comenzar a decidir acerca de la naturaleza de Dios y del mundo.
Tú te desprendes de esta o aquella de mis posesiones. Si, en cambio, te desprendes de yo y mi, te desprendes de todas ellas de un solo plumazo. Se pierde la semilla de la posesión propiamente dicha. Con ello el mal es anulado en su mismo germen.
El Yo descarta la ilusión de yo y, sin embargo, sigue siendo yo. Ésa es la paradoja de la autorrealización. En lugar del yo original, la autoentrega perfecta deja un residuo de Dios en el cual el yo se pierde. Ésa es la forma más alta de devoción y entrega y la culminación del desapego.
¿Es necesario que te muestren el camino en el interior de tu propia casa?
El hombre cree ser el que hace. Pero esto es un error. Es el poder supremo el que hace todo, y el ser humano es tan sólo una herramienta. Si acepta esa posición, está libre de problemas.
La plegaria no es verbal. Proviene del corazón. Sumirse en el corazón es plegaria, es la gracia.
Tu deber es ser, y no, ser esto o aquello. Yo soy el que soy resume toda la verdad. El método se sintetiza en las palabras quédate quieto. ¿Qué significa la quietud? Significa la destrucción del ego. Porque cualquier forma o delimitación es la causa de problemas.
Para un hombre realizado, para quien permanece en el Yo, no constituye diferencia la pérdida de una, de varias o de todas las vidas en este mundo, o en los tres mundos. Y aunque él las destruya a todas, ningún pecado podrá tocar a un alma pura como ésa.
El amor es la forma real de Dios. Es la felicidad pura, es devoción, es realización, es todo.
El cuerpo no es más que una mera proyección de la mente, y la mente no es más que un pobre reflejo del corazón radiante.
La liberación es el cese de todos los pensamientos y de la actividad mental. Los pensamientos son como burbujas sobre la superficie del mar.
Dios asume cualquier forma imaginada por el devoto a través de la repetición de pensamientos en una meditación prolongada. A pesar de que así asume infinitos nombres, sólo la conciencia sin forma alguna es Dios.
Si uno puede librarse de un deseo satisfaciéndolo, no habrá problema en satisfacerlo. Pero generalmente los deseos no se erradican satisfaciéndolos. Tratar de desarraigarlos de esa manera es como intentar apagar un fuego echando líquidos inflamables en él. La manera de librarse de un deseo para siempre es preguntarse: ¿Quién es el que tiene el deseo? ¿Cuál es su origen?.
No medites, sé. No pienses que eres, sé. No pienses en el ser, tú eres.
Si uno es denostado o injuriado, el remedio no consiste en devolver el insulto ni en resistirse. Simplemente hay que quedarse quieto. Esta quietud dará paz al injuriado, pero inquietará al ofensor, hasta que éste se vea impulsado a admitir su error ante la parte injuriada.
Si has cometido adulterio, no pienses en ello después, porque tu verdadero ser es puro. Tú no eres el pecador.
Tú siempre eres puro. El Yo no se percata del pecado. Son tus sentidos y tu cuerpo los que te provocan tentaciones. No debes confundirlos con el Yo real. Pregúntate quién es el que ha sido objeto de tentaciones.
Tú ocúpate de ti mismo. Deja que el mundo se encargue de sí mismo. Debes ver sólo el Yo. Si tú eres el cuerpo, entonces también existe el mundo corpóreo. Si tú eres espíritu, todo es sólo espíritu.
El poder que te creó a ti, también creó el mundo. Si puede cuidarte a ti, también puede cuidar el mundo. Si Dios creó el mundo, es asunto de Él hacerse cargo del mundo, no tuyo.
Si se rastrea el miedo a la muerte hasta el objeto cuya pérdida le dio origen, se verá que ese objeto no es el cuerpo, sino la mente que funciona en él. Lo que el ser humano teme perder es la conciencia, no el cuerpo. Él ama la existencia, que es su propio Yo. ¿Por qué no apegarse a la conciencia pura ahora mismo, mientras estamos en el cuerpo, y quedar libres de todo miedo?
Quien viaja en un tren y sigue con su carga sobre la cabeza está loco. Si la baja, descubrirá que esa carga también llega a destino. De un modo parecido, no adoptemos la pose de quienes ejecutan la acción: entreguémonos a la fuerza que nos guía.
La conciencia siempre es conciencia de uno mismo. Si eres consciente de algo, esencialmente eres consciente de ti mismo.