Imágenes
¿Qué es la poesía? El amor que descubre su propio ritmo.
Rafael Barrett
La vida es corta, la muerte es larga. El amor es una estrategia contra la muerte. Ya que hay que acabarnos, queremos siquiera repetirnos, repetir un capítulo, una línea, una letra de nuestro ser.
La vida es ternura. Por eso no la comprendemos ni la comprenderemos jamás. La piedra no comprende a la brisa, medimos las órbitas de los astros, y nos quedamos atónitos ante una flor.
¿Qué hacer? Educarnos y educar. Todo se resume en el libre examen. ¡Que nuestros niños examinen la ley y la desprecien!
La aparición de la fuerza inclina a la desconfianza. Si deseas convencerme, suelta el palo, y si alzas el palo, sobran los discursos. Con las armas no se afirma la realidad: se la viola.
Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no es respetable. Es el obstáculo a todo progreso real. Es una noción que es preciso abolir.
El amor es inmoral por esencia, porque las costumbres cambian, y el gesto del amor es siempre el mismo.
Claro que un diario político es diario de una minoría, y lo mismo si es científico o literario, o religioso. Una tendencia moral o intelectual definida disminuirá inmediatamente el tiraje.
Tenemos soldados para defender la patria, y principalmente para destrozarla de cuando en cuando.
¿Qué nos queda, qué queda al destino si no viven nuestros hijos, si no son dioses en nuestro corazón y en nuestra mente? Ellos lo son todo, toda la belleza, toda la verdad, toda la esperanza. Por eso estoy seguro de que festejáis conmigo el nacimiento de nuestro hijo, de nuestro querido hijo que duerme.
Serás, ¡Oh colector!, el árbitro invisible, el que manipula esa montaña de granos de arena, ese mar de gotas, esa totalidad de nadas: la opinión pública, y si así lo quieres, te enriquecerás tanto con tu palabra como con tu silencio. ¡Bello destino! Pero, ¿Eres digno de él?
Sobre la humanidad se cierne un sueño confuso y grandioso. El horizonte está cargado de tinieblas, y en nuestro corazón sonríe la aurora.
Lo violento es estéril. Lo único seguro en una revolución es mancharse de sangre.
Las autoridades no son verdaderamente lo que deberían ser. De ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer el orden.
Mientras el dolor no os abrase las entrañas, mientras un día de hambre y abandono -siquiera un día- no os haya devuelto a la vasta humanidad, no la comprenderéis.
No somos pecadores, no somos culpables; la mayor y la más estúpida de las culpas sería castigarnos o castigar al prójimo. No somos reos ni jueces; somos obreros.
Aquí la política, lo mismo que en todo lo que se refiere a los problemas esenciales de los pueblos, tal vez sea capaz de hacer el mal, pero es impotente para hacer el bien; o es una calamidad, o no es nada; nunca es más generosa y útil que cuando se abstiene.
La prosperidad social exige iguales condiciones.
El que descubre se limita a describir su experiencia, para que todos repitan y verifiquen lo que él hizo. ¿Y esto qué es? El libre examen, base de nuestra prosperidad intelectual. La ciencia moderna es grande por ser esencialmente anárquica. ¿Y quién será el loco que la tache de desordenada y caótica?
Pudor: el terror sagrado ante el más cruel de los dioses.
La naturaleza no podría engendrar nada nuevo, si la obligasen a conservar lo viejo. Las formas son infinitas, pero la materia no, y es forzoso fundir el bronce de las estatuas pasadas para hacer las futuras. Por eso, si los ancianos no murieran, los niños cesarían de nacer. Por eso la muerte mantiene el amor sobre la Tierra.
El amor no desconfía, no se venga, no hiere; el amor siempre cree y perdona y vive y hace vivir.
No habléis de las locuras del amor. ¡No! El amor es lúcido y sereno. El amor no mata. Lo bello, lo fuerte, no conduce jamás al asesinato. Los fuertes mueren tal vez, pero no matan.
No es preciso estar loco para caer en el antro. Basta sobrar.
El periodismo es la síntesis y el comercio de la curiosidad. Pero mientras la curiosidad del pensamiento y del bien es rara, la curiosidad del hecho es general porque es instintiva. Lo indispensable es el hecho.
Me basta el sentido etimológico: 'ausencia de gobierno'. Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo.
En el gobierno reina el terror, y no hay cosa tan cruel como el miedo, cuando tiene el miedo las armas en la mano.
No es la razón, más o menos amueblada, sino la voluntad lo que hace marchar al mundo.
Del hecho parten el sabio, el esteta y el moralista que desprecian la prensa, y con el hecho se contenta la enorme mayoría cuya sola cultura es la prensa, y que no va más allá de la sensación y de la imagen corriente. Un gran diario no ha de encerrar sino hechos, o que parezcan tales.
Lo real nos exige por entero. Lo real no se explica: se siente y se ejecuta.
Amor, hecho individual. Hijos, hecho social. De aquí los conflictos eternos y desesperados.
No es el tiempo el que envejece, somos nosotros.
Hay quien se extraña de que por lo común los ricos sean avaros. Y, sin embargo, si no hubieran sido avaros cuando eran pobres, no hubieran llegado a ricos. El procedimiento que conserva es el mismo que cría. Para encontrar generosidad es preciso dirigirse a los pobres consuetudinarios o a los salteadores de caminos.
Oro, dinero... suprimid todo el oro del mundo ¿habrá disminuido en un átomo nuestra verdadera riqueza?
Es evidente que las leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a las leyes naturales. ¡Valiente majestad la de esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en la plaza pública aventando las cenizas para siempre! Una ley que necesita del gendarme usurpa el nombre de ley. No es tal ley: es una mentira odiosa.
Cuando miro las viviendas desalquiladas de Asunción -ya que muchas familias no aguantan más y huyen al campo- pienso en la tierra. ¡Bendita crisis descentralizadora! ¡Caballeros elegantes y tronados, id a rascar la tierra fecunda! ¡Señoras empolvadas, no contempléis más tiempo los figurines de Buenos Aires; id a criar gallinas! La tierra nos salvará, la tierra en que retoñan las razas.
La realidad no se acota; olvidemos el calendario, y atendamos al manantial constante y silencioso que nos brota del alma.
Nuestra raza y nuestra descendencia nos habitan sin que las veamos.
El país está a merced de un grupo que se atreva.
Los hombres se atan al cuello un pañuelo celeste o rojo, con lo cual se ahorran juiciosamente la molestia de inventar un programa.