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La Historia ofrece el medio mejor de preparación para los que han de tomar parte en los asuntos públicos.
Polibio
Tiene sin duda mucho mérito vencer en el campo de batalla; pero se necesita más sabiduría y más destreza para hacer uso de la victoria.
La mejor forma de gobierno es la que comprende la monarquía, la aristocracia y la democracia.
Un buen general no sólo ve la manera de conseguir la victoria: sabe también cuando ésta es imposible.
La monarquía degenera en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en violencia y anarquía.
El objeto de la guerra no es aniquilar a los que la han provocado, sino hacerles que se enmienden; no destruir a los inocentes y a los culpables por igual, sino salvar a ambos.
No hay testigo tan terrible ni acusador tan potente como la conciencia que mora en el seno de cada hombre.
La finalidad de la tragedia es conmover y sorprender al auditorio, pero sólo transitoriamente.
Es natural que el hombre ame a su país y a sus amigos y odie a los enemigos de ambos. Pero al escribir la Historia debe prescindir de tales sentimientos y estar dispuesto a alabar a los enemigos que lo merezcan y a censurar a los amigos más queridos y más íntimos.
Como la masa del pueblo es inconstante, apasionada e irreflexiva, y se halla además sujeta a deseos desenfrenados, es menester llenarla de temores para mantenerla en orden. Por eso los antiguos hicieron bien en inventar los dioses y la creencia en el castigo después de la muerte. Son más bien los modernos los que deben ser acusados de locura por su pretensión de extirpar tales creencias.
Un estadista que ignora la forma en que se originan los acontecimientos es como un médico que no conoce las causas de las enfermedades que se propone curar.
La muchedumbre es fácil de guiar y puede ser movida por la más pequeña fuerza. Por eso sus agitaciones ofrecen una prodigiosa semejanza con las de las olas de mar.
En la guerra debemos contar siempre con los golpes del azar y con los accidentes que no pueden preverse.