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No se puede por lo tanto afirmar que he elegido existir a través del aburrimiento, sino que éste constituye para mí un medio de utilizar lealmente el mundo, de acercarme a él, de renunciar a él, de probarlo de nuevo para saborearlo mejor.
Pierre Sansot
Aparte de esta consideración superior, esa gente no había sido alcanzada por el virus de la novedad. El vivir no tenía relación con la estética (de la sobriedad), con la comodidad. Pertenecía al orden de la fundación y de la acomodación.
A mi parecer existe una enojosa tendencia a un exceso de cultura, lo cual conlleva un rechazo a la cultura, de la misma forma que la sobre-información suscita la desinformación o que la amenaza de desaparición de una cultura provoca el todo cultural. Porque algunos niños no muestran demasiado interés por la lectura, nos gustaría que existieran bebés lectores.
Al querer hacer demasiado el turista cultural no retiene cualquier cosa.
La lentitud o la velocidad no son los factores esenciales, sino más bien un sentimiento de armonía de conjunto en el que cada elemento es causa y efecto, parte y totalidad.
La ciudad pensara entonces que no somos un visitante como cualquier otro. Y abrirá las puertas de lo invisible que sustraía a las otras miradas.
Rezar es como tomar un camino a ciegas en medio de las tinieblas y esperar que una luz mortecina nos garantice que no nos hemos extraviado.
Desde hace algunos años practico a mi manera el arte de lo poco. Trato de transformar la pasividad en acción. Camino menos, pero miro mejor. A falta de actuar, pienso. Ya no doy brincos con las piernas, sino con la mirada. Me gustaría transformar el déficit en cualidades; al dejar de ser actor, convertirme en un espectador privilegiado.
No me preparo a mi vez para convertirme en maestro. No por falta de ambición o porque una persona eminente me humille; sino, porque, como discípulo, me he internado en una vía fecunda cuya progresión basta para colmar mis aspiraciones intelectuales.
Por mi parte, prefiero acariciar que apresar, tomar algunos desvíos agradables en mi camino que ir directamente hasta la meta, permanecer en el umbral de un rostro, de un ser, antes de acercarme, el pasar por simple antes que pareces estar informado de todo.
No escuchar o, lo que es lo mismo, escuchar distraídamente, es como dar la espalda a alguien que nos pide un favor.
Callejear no es detener el tiempo, sino adaptarse a él sin que nos atropelle.
Los pájaros (porque se trata de pájaros-turista) disfrutan más subiendo las escaleras mecánicas y gozando de una bonita vista de la capital.
El poder. El hombre es un yo puedo, un conjunto de capacidades sensomotrices o intelectuales. El mundo deja de serme ajeno, e incluso hostil, cuando lo domino. Sin embargo, nuestra libertad choca con otras libertades y creemos que nuestra elección se limita a someter a estar sometidos. La servidumbre de algunos de nuestros semejantes nos afianzaría en nuestro poder.
Llega un momento en que un autor tiene el deber de dudar de lo que afirmaba con gran seguridad.
¡Ay de los seres mundanos que brillan por sus réplicas, que no profundizan, que se expresan con un respeto natural! Cada uno de nosotros se ve amenazado por la contaminación de lo ya-dicho, de lo ya-visto, de lo ya-sentido, cuya escritura parece tan fácil.
El pensamiento de la muerte les incita a no dejarlo para más tarde. De la misma forma que algunos estudiantes, unos meses antes de los exámenes, se lanzan a trabajar porque tienen el tiempo contado.
Sepamos vivir en localidad lo poco que nos es atribuido.
¿Es apropiado asociar la lentitud con la gracia? Un movimiento a cámara lenta posee una virtud que, realizado a más velocidad, no tiene. Unos gestos bruscos, una voz entrecortada son raramente considerados graciosos y nuestra mirada se detiene con gusto sobre un cuerpo dormido.
Es una felicidad que no procede de la comodidad, del éxito sino de la capacidad de saborear los placeres sencillos, de armonizarse con ellos y, a menudo, de inventarlos.
Un hombre lento progresa cuando él lo desea.
La lengua es un ready made listo para usar. Los usuarios de la lengua no la inventan. La encuentran o intercambian algunos de sus elementos. Una afirmación así merece ser examinada evidentemente el lenguaje preexiste a nosotros, pero no se encuentra ante nosotros como un objeto que deberíamos utilizar. Nos engloba, nos sobrepasa. Vivimos en él. Intercambiando algunos de estos elementos.
Yo fui un niño de la guerra. Conocí las llamas privaciones: no me veía privado de postre por una travesura, sino de pan, de leche, de carne, de electricidad, de libertad. Cuando los alemanes fueron obligados a volver a su país, me abalance sobre las cosas como un muerto de hambre. Estaban de moda los cineclubes y nos atiborramos de películas, de análisis crítico, a veces militante.
El autentico borracho se complace en sumergirse poco a poco en el entorpecimiento.
Yo propongo un aburrimiento en el cual uno se despereza voluptuosamente, por el cual uno bosteza de placer, completamente feliz de no tener nada que hacer, de dejar para más tarde lo que no es urgente. Se vive entonces en el sentimiento de la no urgencia.
La generosidad que me da la conciencia de ser libre y de tener que respetar la libertad de los demás para entablar con ellos un diálogo de igual a igual. Sin embargo, en nuestra condición común hay compromisos, luchas ganadas o perdidas, libertades concedidas y luego negadas.
Los empleados tiene la sabiduría de los viejos pedagogos pasan inadvertidos y dejan que el cliente aprenda por sí mismo, manifestándose tan sólo en caso de dificultades o si se recurre a ellos.
Una capital, por el contrario, se abre a las mercancías, a las ideas, a los emigrantes, da publicidad a sus últimos caprichos. La provincia detestaba semejante obscenidad. Ese pretendido lustre le parecía una baratija se tomaba tiempo para asimilar lo que venía de fuera.
Ha surgido una nueva raza: los incansables son los que su energía no se agota jamás.
Saber proponer lo efímero se ha convertido en una de las mayores virtudes de nuestro tiempo.
Mañana nuevamente valoraré la suerte que tengo de estar todavía entre los vivos.
La modernidad no hace caso de estas cosas. No hay nada que este hecho para durar.
La novedad estriba en que el actuar (que supera la frontera del trabajo) se presenta hoy como un valor superior, como si, por no actuar, un individuo se extenuara y desapareciera. Por eso los soñadores, los que contemplan o rezan, los que aman silenciosamente o se contentan con el placer de existir, molestan y son estigmatizados.
Un vino del país. Qué le vamos hacer: No sea conocido. Quizá no sea famoso. Pero es el mío, el de mi país.