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Le debo mi fama sólo a mí mismo.
Pierre Corneille
El que elige mal para sí, elige mal para el prójimo.
Por tirano es tenido el que se ha convertido en amo.
Conquistar sin riesgos, es triunfar sin gloria.
La clemencia es el signo más hermoso que puede dar a conocer al mundo un verdadero rey.
La muerte iba a ser mi gloria, pero el destino me la ha negado.
Cumplid vuestro deber y dejad obrar a los dioses.
El que no teme a la muerte, no teme a las amenazas.
El primer deber de una esposa es aparentar ser feliz.
Hay que tener buena memoria después de haber mentido.
El que vive odiado de todos no espere vivir mucho.
A victoria sin peligro, triunfo sin gloria.
Por grandes que sean los reyes, son lo mismo que nosotros: pueden equivocarse igual que los demás.
Un verdadero rey no es ni esposo ni padre; él cuida su trono y nada más.
Si me traicionan, ¿puedo tomar una mejor venganza que amar a la persona a la que odio?
Los hombres valerosos lo son desde el principio.
Atrévome a emprender cualquier hazaña y aun a terminarla.
En la felicidad de los demás, yo busco mi felicidad.
Si te quejas de que te traiciono, búscame enemigos a los que pueda odiar.
Donde la suavidad es ineficaz, es justa la violencia.
Puedo ser obligado a vivir sin felicidad, pero nunca sin honor.
Huid de un enemigo que conoce su debilidad.
Cada instante de la vida es un paso hacia la muerte.
El tema de una buena tragedia no debe ser realista.
Los que superan sus deseos una vez, pueden superarlos siempre.
El rey, justo y prudente, sólo quiere lo que él puede conseguir.
El que perdona con facilidad invita a la ofensa.
Un envidioso jamás perdona el mérito.
Adivina si puedes, elegir si te atreves.
Mi generosidad finalmente cede a su odio.
Aun la virtud más firme, debe evitar los riesgos.
Cuanto más avanzo en la carrera de la vida, más necesario considero el trabajo. A la larga conviértese en el mayor de todos los placeres y viene a ocupar el lugar que todas las ilusiones dejaron vacío..
Nuestros éxitos son más felices mezclados con tristezas.
Pérfido, te atreves a mostrarte ante mis ojos. Después de haberme quitado lo que más amaba. No esperes nada de mí, tú no me has servido: Creyendo vengarme, me has quitada la vida.
Cuando el pueblo es el amo, todo se hace tumultuosamente; jamás se consulta a la voz de la razón. Los honores se venden a los más ambiciosos, y la autoridad se entrega a los más levantiscos.
Para quien venga a su padre, nada hay imposible.
Sin riesgos en la lucha, no hay gloria en la victoria.
El que pueda vivir en la infamia no es digno de vida.
Hablando de nuestras desgracias las aliviamos.
Haced vuestro deber y que los dioses hagan el resto.