Imágenes
A veces el carisma de una persona es de tal índole que se infiltra, atravesando nuestras defensas, nuestros prejuicios y nuestras necesarias inhibiciones y se adentra directamente en nuestras entrañas.
Peter Hoeg
Creemos que existe un límite en el miedo. Sin embargo, sólo es así hasta que nos encontramos con lo desconocido. Todos disponemos de cantidades ilimitadas de terror.
En el idioma que ya ha dejado de ser el mío, este tipo de nieve se llama qanik: grandes cristales, casi ingrávidos, que caen en forma de copos cubriendo el suelo con una blanca capa de escarcha en polvo.
Si uno reflexiona se atasca. Entonces uno llegará a la conclusión de que no tiene sentido, pues la infancia ha quedado atrás, y lo que ha terminado fue como fue, ya es demasiado tarde para cambiar nada. En su lugar hay que dejar que las palabras se asienten en tu interior: Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz.
Misericordia es una de esas palabras que hay que tratar con guantes de seda y sólo cuando no hay otra capaz de expresar lo que sientes.
Hay razones por las que uno decide trasladarse a un sitio como éste y razones por las que decide quedarse. Con el tiempo, el agua se ha hecho muy importante para mí.
Es la soledad de estar encerrado en la habitación que se llama uno mismo, ahora por fin lo entiendo. Que uno mismo es una celda dentro de la cárcel, y que esta celda siempre será distinta de las demás celdas, y por eso siempre estará sola, y siempre estará dentro del edificio de la cárcel, pues forma parte de él.
Cuando alguien habla de lo rápido que olvidan los niños, lo rápido que perdonan, lo sensibles que son, dejo que me entre por un oído y me salga por el otro. Los niños son capaces de recordar, de sentir rencor y guardárselo y tratar a las personas que no les gustan con extrema frialdad.
Los enamoramientos están enormemente sobrevalorados. El enamoramiento se compone de un cuarenta y cinco por ciento de miedo a no ser aceptado, de otro cuarenta y cinco por ciento de esperanzas maníacas de que, en esta ocasión, semejante miedo será desmentido; y, finalmente, de un diez por ciento de una frágil confianza en las posibilidades del amor.
He encontrado la puerta que nos sacará de la cárcel, que nos conducirá hacia la libertad. Escribo esto para mostrarte esa puerta.
La oscuridad de diciembre sale de la tumba y se eleva en el aire. Parece ser tan ilimitada como el cielo sobre nuestras cabezas. En esta oscuridad, nuestros rostros no son más que simples esferas que resplandecen con luz pálida.
Estamos sentados en silencio, dejando que el tiempo nos atraviese. A pesar del lugar, a pesar de lo desconocido que aguardamos, el tiempo es como un río de felicidad para mí.
Y ahora te diré lo que Tilte y yo hemos descubierto: hay que mirar hacia el interior de uno mismo. En el mismo instante que te alcanza el shock, te sobreviene una sensación muy especial y única, en tu interior, pero también por fuera, y esa sensación hay que palparla.
Para mí, la soledad es como para otros la bendición de la Iglesia. Es como la luz de la gracia de Dios iluminándome. Nunca cierro la puerta detrás de mí sin tener clara conciencia de estar realizando un acto de caridad conmigo misma.
Ahora soy capaz de contemplar lo que ocurre en mi interior, llena de veneración ante el fenómeno pero, sin embargo, enteramente consciente de que no es más que una ilusión pasajera que podría resultar mortal.