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Un virus es un trozo de ácido nucleído rodeado de malas noticias.
Peter Brian Medawar
Un científico debe ser de hecho libremente imaginativo y aun así escéptico, creativo y aun así crítico. Existe un cierto sentido en el que debe ser libre, pero otro en el que su pensamiento debe estar muy precisamente reglamentado; existe poesía en la ciencia, pero también una gran cantidad de contabilidad.
Por lo que me toca a mi vida en general, estaré pensando que a pesar de sus vicisitudes, mi vida no ha dejado de tener sus aspectos risibles.
¿Qué nos hizo decidir que realmente queríamos ser científicos y no cualquier otra cosa? No logro apartarme de mí mismo lo suficiente para encontrar una respuesta realmente satisfactoria, pues no puedo recordar claramente una época en que no pensara yo que lo más interesante que el hombre podía ser era hombre de ciencia.
No puedo dar a un científico de cualquier edad mejor consejo que éste: la intensidad de la convicción de que una hipótesis es verdadera no influye nada en si es cierta o no.
Son mis recuerdos de estos malos tiempos los que explican la serenidad de mi consejo a los jóvenes científicos de que tengan más de una cuerda en su arco y estén dispuestos a aceptar un no como respuesta, si las pruebas apuntan en esa dirección.
La lucha por saber es uno de los dramas más excitantes de la historia, y todo aquel que ha tratado de aprender algo ha sido actor de ese drama en cierta medida.
La realimentación es la estratagema fundamental de todos los sistemas de control, es decir, el control de un desempeño mediante las consecuencias del acto realizado.
La tarea cotidiana de la ciencia no consiste en cazar datos, como supondría un inductivista, sino en verificar hipótesis, es decir, en ver si resisten la prueba de la vida real o, cuando se trata de inventos, en ver si funcionan. Los actos realizados para verificar una hipótesis se denominan experimentos.
En una sociedad cerrada -a veces Popper la llama sociedad tribal- estamos confinados por una sumisión a fuerzas políticas u observancias tribales. Sólo una sociedad abierta libera la capacidad crítica del hombre.
Uno inventa un mundo posible y luego toma medidas para averiguar si ese mundo posible que ha imaginado se corresponde, al menos como primera aproximación, con el mundo real. Esto no incluye, por cierto, describir nuestro desayuno ni contar que estábamos sentados en una roca.
El mayor servicio que pudiera prestarse al espíritu humano, en el momento que nos hallamos, sería encontrar un procedimiento para procurar a todos el bienestar material.
Todos necesitan evadirse, y yo prefiero hacerlo escuchando los dramas musicales de Wagner o leyendo las novelas de Tolkien. Eso no debe volcarse en la ciencia. No sirve.
Según mi experiencia, los administradores profesionales tienen por regla algún tipo de simpatía y entendimiento a los investigadores, pero los académicos que se han arrojado a la vida administrativa, tal vez por ser académicos estériles, sentían muy poca simpatía hacia aquellos de nosotros que estábamos tratando de administrar la labor de investigación y enseñanza.
La cuestión de la naturaleza de la creatividad plantea un verdadero desafío: ¿Cómo debe abordarla un científico? Es una pregunta que él debe procurar responder, porque las explicaciones e hipótesis científicas son hazañas creativas: un científico también ejercita una imaginación creativa.
Un científico siempre tiene un compromiso especial e incondicional con la verdad.
La creatividad es la facultad mental o espiritual que nos capacita para dar existencia, aparentemente a partir de nada, a algo que posea belleza, orden o significación.
Soy incapaz de existir simultáneamente en dos universos espirituales: la literatura y la ciencia. Esta es mi debilidad fundamental: no puedo mantenerme a la vez despierto y en el sueño, en el juego. En cuanto hago literatura, me encuentro en otro universo; le llamo onírico porque tiene otra estructura temporal y porque mis relaciones con los personajes son de naturaleza imaginaria y no crítica.
-Un científico tendrá- Temperamento enérgico dispuesto a resolver un problema; aplicación en las tareas y una fortaleza que lo mantiene erguido ante muchas cosas que podrán haberlo tumbado; y ante todo, perseverancia, un terco rechazo a desistir y a admitir la derrota.
Una gallina -dijo Butler- es simplemente el modo en que un huevo hace otro huevo. Es una de las verdades más profundas de la biología y nunca ha sido mejor dicha.
Si la política es el arte de lo posible, la investigación es sin duda el arte de lo soluble. Ambas son asuntos de mentalidad inmensamente práctica.