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El que no llega a saber que el honor de un aire enferma, es más dichoso que honrado.
Pedro Calderón de la Barca
Que cuando el amor no es locura, no es amor.
Que el hacer paces también suelen ser triunfos de guerra.
Mujer a mi gusto quiero, sea su dote mi agrado; que el que a otro interés se vende, no es marido, sino esclavo de la ambición que se compra.
Fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos.
Vencer y perdonar, es vencer dos veces.
Nunca el pobre es ni bien ni mal nacido; bien, porque otro ha de dudarlo; mal, porque él no ha de decirlo.
Es un examen muy fuerte, una experiencia muy nueva y muy rigurosa prueba, poner al que está mortal en los labios el cristal, y decide que no beba.
Y di ¿él acaso podrá darte a ti vida, alma y ser? ¿Quien dio ojos para ver, todo ojos no será? ¿quien dio oídos, todo oídos? ¿quien dio manos, manos todo? ¿Y de aqueste mismo modo, en todos cuantos sentidos con superior harmonía le dieron ser al no ser?
¡Ay!, amor, veneno vil que viene en vaso dorado.
Éstos son españoles. Ahora puedo hablar encareciendo estos soldados, y sin temor, pues sufren a pie quedo con buen semblante, bien o mal pagados. Nunca la sombra vil vieron del miedo, y aunque soberbios son, son reportados. Todo lo sufren en cualquier asalto; sólo no sufren que les hablen alto.
Al rey la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.
Si Dios todo lo ha criado, ¿quién no es criado de Dios?.
... Si la razón considero de que en toda buena guerra es principio militar que el que es dueño de la mar es el dueño de la tierra...
Mal haya el hombre infeliz y otra y mil veces mal haya el hombre que con mujer hermosa en extremo casa; que no ha de tener la propia de nada opinión, pues basta ser perfecta un poco en todo, pero con extremo en nada.
La violencia sobra donde la costumbre falta.
Los castigos de los padres, ejecutados, reservan los de los verdugos, Claudio, con tan grande diferencia, cuanto hay de una mano que honra a una que hiere y afrenta.
Cuántos, teniendo en el mundo algún defecto consigo, le han borrado por humildes.
No hay loco de quien algo no pueda aprender el cuerdo.
Dime, ¡oh mal de los males!, mortal enfermedad de los mortales, privación de los bienes, que en otro estragas lo que en ti no no tienes; ánimopervertido, viciosidad del interior sentido, delirio de la mente, ¿qué quieres, ¡oh malicia!, finalmente? Que en mí verás cuán claro el mundo indicia ser la lisonjavoz de la malicia.
En concejo aqueste día os ha hecho alcalde.
Estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive sueña lo que es hasta despertar.
Hay delitos tales, que atentas las leyes se los dejaron sin pronunciarles sentencia, por no prevenir que habría quien los cometiese.
Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son...
En vano llama a la puerta quien no ha llamado en el alma.
Cuando son tan extraños los sucesos, la admiración disculpa los excesos.
Desdichado del que no vive engañado.
Odiad a vuestros enemigos, como si un día debierais amarlos.
Mujer que escucha hoy te responderá mañana.
Pequeño mundo soy, y en esto fundo que en ser señor de mí, lo soy del mundo.
Engañando el día de hoy y esperando en el mañana.
En los extremos del hado, no hay hombre tan desdichado que no tenga un envidioso, ni hay hombre tan venturoso que no tenga un envidiado.
Siempre la música fue el imán de mis sentidos.
Signales son del juicio, que todos lo perdemos: Unos por cartas de mas, unos por cartas de menos.
¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice! Apurar, cielos, pretendo ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo; aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido. Bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor; pues el delito mayor del hombre es haber nacido.
Es muy propio hablar más el que más teme.
Tú no sabes lo que a una mujer obliga el mirarse despreciada de aquel que se vio querida.
Si hice algo, lo que hice podrá la fama decir; porque en la más noble lengua la propia alabanza es vil.
¡Qué bien pareja del tiempo llaman a la fortuna, pues ambos sobre una rueda y dos alas, para el bien o para el mal corren siempre y nunca paran!
¡Oh que aprisa piensa un vehemente deseo que no hay más que lo que piensa!