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Me ayudas con solo estar aquí -dije con sinceridad-. El simple hecho de verte mejora mi estado de ánimo.
Patrick Rothfuss
Eres mi penique reluciente en la cuneta. Vales más que la sal o que la luna una larga noche de caminata. Eres un vino dulce en mi boca, una canción en mi garganta, y la risa en mi corazón.
Noté que una sonrisa empezaba a asomar lentamente a mis labios. Ya no me acordaba de cómo se sonreía.
Es peor cuando los que te miran con desprecio son unos zoquetes que jamás han leído un libro ni han ido a ningún sitio que esté a más de treinta kilómetros de su pueblo natal.
Recuerda que todo hombre sabio teme tres cosas: la tormenta en el mar, una noche sin luna y la ira de un hombre amable.
Para explicarlo en pocas palabras, diré que me estaba dando suficiente cuerda para que me ahorcara yo mismo. Por lo visto no sabía que, una vez que está hecho el nudo, la soga se ajusta con la misma facilidad a un cuello que a otro.
Porque sinceramente, había días en que se sentía en carne viva. Estaba harta de ser tan única. La única que se ocupaba de que el mundo girara debidamente.
El día que empezamos a preocuparnos por el futuro es el día que dejamos atrás nuestra infancia.
Si quieres saber quién eres, camina hasta que no haya nadie que sepa tu nombre. Viajar nos pone en nuestro sitio, nos enseña más que ningún maestro, es amargo como una medicina, cruel como un espejo. Un largo tramo de camino te enseñará más sobre ti mismo que cien años de silenciosa introspección.
Unos amigos excelentes. Esa clase de amigos con que todo el mundo sueña pero que nadie merece, y yo menos que nadie.
Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto.
Tomé una decisión, y todavía me arrepiento de ella. Los huesos se sueldan. El arrepentimiento perdura para siempre.
Cada mujer es como un instrumento, y espera que la entiendan, la amen y la toquen con delicadeza, para por fin hacer sonar su verdadera música.
Era más probable que consiguiera robar la luna. Al menos sabía dónde buscar la luna por la noche.
Era lo bastante listo para conocerse a sí mismo, lo bastante valiente para ser él mismo y lo bastante insensato para cambiarse a sí mismo y, al mismo tiempo, seguir manteniéndose auténtico.
- ¿Y la caída? -pregunté. - Si te caes, te caes -dijo Elodin encogiendo los hombros-. A veces, caer también nos enseña cosas. En los sueños, muchas veces caes antes de despertar.
Hay pocas cosas más repugnantes que la obediencia ciega.
La experiencia me ha enseñado que la mejor forma de protegerte es hacer creer a tus enemigos que no pueden hacerte daño.
Y cuando te deje, yo seguiré estando aquí, haciéndola reír. Y mi luz brillará en ella. Yo seguiré estando aquí mucho después de que ella haya olvidado tu nombre.
Ellos consideraban que estaban casados y que no había ninguna necesidad de anunciárselo a ningún gobierno ni a Dios.
Solo la verdad podría romperme. ¿Qué hay más duro que la verdad?
Los hombres que se aprovechan de una mujer cuando esta no está en pleno uso de sus facultades tienen nombres, y ninguno de esos nombres se me podrá aplicar jamás a mí.
¿Estás enfadado porque te he mentido, o porque no me has pillado mintiéndote? -preguntó.
El poder está bien, y la estupidez es, por lo general, inofensiva. Pero el poder y la estupidez juntos son peligrosos.
Es mejor conocer los propios límites que calcular mal las propias habilidades y perder el control.
Encajábamos como dos bailarines, como si hubiéramos practicado aquel abrazo un millar de veces.
Cuando alguien te cuenta un trozo de su vida, te está haciendo un regalo, y no dándote lo que te debe.
Hay veleidad como la del viento o el capricho de una mujer.
Solo los seis amigos habían visto aquella cosa antes de que la enterraran. Uno de ellos estaba herido, y los otros habían bebido. El sacerdote también la había visto, pero su trabajo consistía en ver demonios. Los demonios eran buenos para su negocio. Al parecer, el posadero también la había visto. Pero él era un forastero.
La gente siempre está observando cosas. Lo que debería hacer es ver. Yo veo las cosas que miro.
Y a mi padre, que me enseñó que si tenía que hacer algo, debía tomarme mi tiempo y hacerlo bien.
El sueño recibió a Kote como un amante en una cama vacía.
Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.
Cuando quieres algo, tienes que asegurarte de que eso te quiere a ti, porque si no, pasarás muchos apuros persiguiéndolo.
Me recordó al silencio que reina en los días más fríos del invierno, cuando duele respirar y todo está en calma.
O lo verá, o no lo verá. En su momento, a su manera. -Encogió los hombros-. O no, y el sol seguirá saliendo todas las mañanas.
Además, la rabia puede calentarte por la noche, y el orgullo herido puede alentar a un hombre a hacer cosas maravillosas.