Imágenes
El grito que pide socorro, una vez convertido en canto, ya no se dirige a nadie.
Pascal Quignard
El auditor mantiene cerrada la boca: abre los oídos.
¿Quién no siente alegría cuando se entera que no se enseña a amar, sino que se aprende amando?
El fanático es el hombre golpeado por un rayo.
Oír es ser tocado a distancia. El ritmo está ligado a la vibración. Por eso la música vuelve involuntariamente íntimos unos cuerpos yuxtapuestos.
En silencio en nada define la carencia sonora: define el estado en que el oído está más alerta.
Cada cual aporta su astilla a la hoguera que ilumina el mundo.
Amigo mío, la verdad es ésta: nadie miente del todo al mentir.
Los ojos que tienen miedo se alejan de quien los ve.
Todas las mañanas del mundo son únicas.
Es también la locura del amor: creer posible el reencuentro con la comunicación a la primera oportunidad entre un ser y otro.
El individuo es como la ola que se levanta en la superficie del agua. No puede separarse de ella completamente. Y vuelve a caer rápidamente en la masa solidaria, que se la traga. Vuelve a caer una y otra vez continuamente con el movimiento irresistible de la marea que la arrastra. Pero ¿Por qué no levantarse una vez, y otra vez, y otra vez?
El egoísmo quizás sea un proyecto irrealizable para los humanos que hablan. En las decisiones que tomamos, nos perjudicamos a nosotros mismos como esas aves rapaces que quiebran los huevos de su nido. ¿De qué vale la fórmula cada uno para sí, si cada uno se odia?
El auditor, en lenguaje, es un interlocutor: la egophoria pone a su disposición el yo y la posibilidad abierta de responder en todo momento. El auditorio, en música, no es un interlocutor. Es una presa que se estrega a la trampa.
Un escritor es un hombre que tiene que desea deshacerse de la oscuridad, que nunca puede salir de la oscuridad.
Para los oídos, lo que retorna al alma es la significación del lenguaje (los niémata, las ideas, los fantasmas que la voz excita) y no la substancia de la palabra.
El espanto es el signo del fantasma.
La vida de cada uno de nosotros no es un intento de amar. Es la única prueba.
Las confidencias del amor no pueden ser confiadas al aire sin acarrear desastres. Deben ser reveladas solamente por escrito, no caer en oídos de nadie, disimularse a la naturaleza y a todas las clases de la sociedad.
En el fondo del hombre hay una noche irresistible. Cada anochecer, los hombres y las mujeres se quedan dormidos. Se hunden en esa noche como si las tinieblas fuesen un recuerdo.
Quien tiene un secreto tiene un alma.
Un gran cementerio dorado. Es un inmenso jardín completamente abandonado. Tan abandonado como la naturaleza lo estaba antes de que el primer hombre apareciera en ella.
El misterio surge cuando vienen a añadirse la fascinación al espanto.
Sin embargo, el amor es esto: la vida secreta, la vida independiente y la vida sagrada lejos de la sociedad.
Proporcionar un motivo destruye el amor. Dar un sentido a lo que se ama es mentir. Pues ningún ser humano experimenta otra alegría que no sea la sensación de estar vivo cuando esta sensación se vuelve intensa. Y no hay otra vida.
Hay que ceder al propio secreto hasta el punto en que la vista no está impedida de hacerlo. El sueño es lo único que lo revela para el soñante, que está solo, en forma de imágenes. Nunca se comparte el sueño. No lo compartimos siquiera con el lenguaje.
Pasar de la pasión al amor es un suplicio.
La experiencia de la tempestad es siempre abismal. En el intervalo entre el relámpago y el trueno, en cada ocasión tiembla el cuerpo, palpita el corazón.
Hay una apariencia propia de este mundo. A menudo hay sueños. A veces hay que retirar la sábana de la cama y descubrir los cuerpos que se aman.
En la naturaleza no existen los fragmentos. El más pequeño de los pedazos sigue siendo el todo. Cada migaja es el universo.
El pudor concierne al sexo como secreto.
Entonces quien escucha deja de ser el mismo hombre y se desordena verdaderamente en pensamientos.
La música es incluso más nada que la muerte que ella llama en la convocación pánica de las sirenas.
Nadie salta por encima de su sombra. Nadie salta por encima del origen.
La naturaleza de los sonidos es ser invisible, sin contornos precisos, con potencia para interpelar lo invisible o para hacerse mensajeros de los indelimitable.
El coraje es una imprudencia que teme tanto como la prudencia puede temer, pero que coloca, sin embargo, su nariz fuera, abandona su matorral, se da vuelta, de pronto, y hace frente.
El rasgo del orgasmo es temporal: es la pérdida de la conciencia de la duración.
Los celos preceden a la imaginación. Los celos son un órgano de visión más fuerte que la vista.
Hay una edad en la que el hombre ya no se encuentra con la vida, sino con el tiempo. Ya no vemos vivir la vida. Vemos el tiempo que devora la vida cruda.
El oído es el único sentido donde el ojo no ve.