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El que tiene envidia de los buenos saca de ellos mal para sí, como hace la araña en sacar de las flores ponzoña.
Pachacútec
Los jueces que reciben a escondidillas las dádivas de los negociantes y pleiteantes deben ser tenidos por ladrones y castigados con muerte, como tales.
La impaciencia es señal de ánimo vil y bajo, mal enseñado y peor acostumbrado.
El que procura contar las estrellas, no sabiendo aún contar los tantos y nudos de las cuentas, digno es de risa.
El médico o herbolario que ignora las virtudes de las yerbas, o que sabiendo las de algunas no procura saber las de todas, sabe poco o nada. Conviénele trabajar hasta conocerlas todas, así las provechosas como las dañosas, para merecer el nombre que pretende.
Cuando los súbditos y sus capitanes y curacas obedecen de buen ánimo al Rey, entonces goza el reino de toda paz y quietud.
Cuando los súbditos obedecen lo que pueden, sin contradicción alguna, deben los Reyes y gobernadores usar con ellos de liberalidad y clemencia; mas, de otra manera, de rigor y justicia, pero siempre con prudencia.
Mejor es que otros, por ser tú bueno, te tengan envidia, que no que la tengas tú de otros por ser tú malo.
Quien tiene envidia de otro, a sí propio se daña.
El varón noble y animoso es conocido por la paciencia que muestra en las adversidades.
Los adúlteros que afean la fama y la calidad ajena y quitan la paz y la quietud a otros deben ser declarados por ladrones, y por ende condenados a muerte, sin remisión alguna.
El que mata a su semejante, necesario es que muera; por lo cual los Reyes antiguos, progenitores nuestros, instituyeron que cualquiera homiciano fuese castigado con muerte violenta, y Nos los confirmamos de nuevo.
La embriaguez, la ira y locura corren igualmente; sino que las dos primeras son voluntarias y mudables y la tercera es perpetua.
El que mata a otro sin autoridad o causa justa, a él propio se condena a muerte.
En ninguna manera se deben permitir ladrones; los cuales, pudiendo ganar hacienda con honesto trabajo y poseerla con buen derecho, quieren más haberla hurtando o robando; por lo cual es muy justo que sea ahorcado el que fuere ladrón.
El que tiene envidia y es envidiado, tiene doblado tormento.
La envidia es una carcoma que roe y consume las entrañas de los envidiosos.