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Más vale casarse que quemarse.
Pablo de Tarso
Veo los peligros de la vida presente; peligro en el mar, peligro en la tierra y peligro en los falsos hermanos.
Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca.
Porque es imposible que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro, y a pesar de todo cayeron, se renueven otra vez mediante la penitencia, pues crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia. Hebreos 6: 4-6 Biblia Vaticana.
Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar.
La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.
Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.
Si alguno no quiere trabajar, que no coma.
Mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.
Si hemos muerto con él, también viviremos con él.
Recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge.
No hay poder que no venga de Dios.
Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina.
El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí
El último enemigo en ser destruido será la Muerte.
La letra mata; el espíritu vivifica.
Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.
En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.
La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.
No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos y actuando como un hombre cualquiera.
He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe.
Habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios.
El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?
No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor.