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Cumplió con la última obligación del día: preparar la bandeja del desayuno de los Copley.
P. D. James
Esto es la vida espiritual, las cosas corrientes que se hacen todos los días.
Algunos seres, una vez muertos, adquieren más personalidad de la que parecían tener cuando estaban vivos.
El hecho de que un hombre egoísta, soberbio e insensible se haya negado a quererte no impide que seas un ser humano.
Todos sufrimos una enfermedad progresiva e incurable. La llamamos vida.
Una vez has perdido el miedo a la muerte, lo has perdido por completo, todos los demás miedos carecen de significado.
Lo trágico de la pérdida no es que nos aflijamos, sino que dejamos de afligirnos y, entonces, quizá los muertos mueran por fin.
Es muy fácil labrarse una reputación de sabiduría. Sólo hace faltavivir mucho, hablar poco y hacer menos.
Piensa que el único poder que tiene sobre ti es el que tú le das. Quítale ese poder y eliminarás el dolor.
¿Te has planteado alguna vez que una mujer, cuando es poderosa, es más poderosa que un hombre?
El sistema no se había creado -¿cómo iba a ser de otro modo?- con el propósito de sacar a relucir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Uno se da cuenta de que las esperanzas aplazadas ya no son realizables, de que los puertos que no se han visitado no se verán jamás, de que esta travesía y otras anteriores pueden haber sido un error, de que uno ya no confía ni en brújulas ni en cartas de navegación.
Se puede combatir la estupidez, la intolerancia y el fanatismo cuando se lucha con ellos por separado, pero si vienen juntos, lo mejor es escapar, aunque sólo sea para preservar el propio equilibrio.
El Hombre fue hecho para la alegría y la lamentación; y cuando esto correctamente entendemos, por el mundo con seguridad pasamos.
Ser lo más feliz que pueda. No causar daño a los demás. No quejarme. En ese orden.
Quizá, cuando uno tenía ochenta años, sólo se atenía a las costumbres, porque al haberse ya desinteresado el cuerpo de la sexualidad y la mente de la reflexión, las cosas pequeñas de la vida contaban más que las grandes y, finalmente, uno iba convenciéndose lentamente de que lo único cierto era que nada importaba.
El primer principio de la protesta pública o privada es que no debe estar relacionada con cosa alguna de lo que el que protesta pueda ser responsable.
Sólo Dios sabe qué ve en él.
Todos tenemos necesidad de dominar nuestra vida y que, debido a esto, la vamos empequeñeciendo hasta que la vida es lo bastante reducida y mezquina para que podamos dominarla.
sólo los incautos creen que el azar no desempeña ningún papel en el sistema de justicia.