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Mi mano izquierda es una escopeta. Con eso bastará. Lo único que me gustaría es anular la cláusula que exige la terminación de la pelea si alguno de los dos cae tres veces en el mismo round. (antes de la pelea con Alí, en la que caería tres veces en el último round)
Oscar Bonavena
Siempre me paso por el café del barrio. Ahí están los muchachos de siempre, esos que conozco de cuando no era nadie y siguen siendo los mismos tipos desinteresados.
Ahora veo que los alojamientos tienen hasta pileta de natación; digo yo: ¿para qué quieren a las mujeres, para hacerles el amor o para bañarlas?
Uno siempre tiene algo de pibe. Yo veo a los chiquilines pateando una pelota o remontando un barrilete, y se me van las manos. Y eso es lo mejor.
Yo no puedo ser escalera para nadie. Yo no puedo dejar que me usen. Yo tengo que usar a los demás.
Sufrí las peores cosas que te da la miseria.
¿Que podía haber terminado de pie con Alí? Puede ser, pero ése era mi verdadero sueño y, por lógica, los sueños también a veces terminan mal. Fue mi pelea, aunque haya sido derrotado.
Cada rival es un peligro latente. Cada combate es una nueva embestida que la vida nos depara. Cada triunfo es un paso más hacia lo que uno se ha propuesto. En definitiva, el boxeo y los boxeadores no son nada fáciles.
En la calle soy capaz de fumar más que nadie y lo que quieran: negros, habanos, cualquier cosa; pero en el gimnasio, al que fuma lo echo...
General, con mi guita y su pinta, sabe las cosas que podríamos hacer juntos. (al entonces Presidente Alejandro Lanusse)
La experiencia es un peine que te da la vida, cuando te quedas pelado.
Dios me hizo boxeador. Bueno, yo digo Dios como puedo decir mi mamá. A Dios no lo conozco, a mi vieja sí y es lo más grande que hay.
De tanto repetir, casi me caso con la maestra.
Yo soy yo. Lo que tengo lo hice yo... Hago lo que quiero con la gente y lleno el Luna Park. Y además, canto porque me gusta y hago teatro porque me gusta. A Ringo Bonavena lo hice yo. Ya no es como antes. A los boxeadores los miraban como a locos, a tarados, a borrachos. Ya no somos más gladiadores. Somos artistas.
Hay que andar en la mala para saber quién es la gente. Claro, me doy cuenta que es difícil andar con un perdedor.
Aunque no lo parezca, yo soy un tipo muy consciente.
Me fui pensando que Oscar Bonavena no era nada más que un tipo famoso, pero volví sabiendo que acá me había quedado aguardando un público maravilloso. (después de pelear con Alí)
Soy como las momias, ¿viste? Un poco duro, pero no me para nadie. Y cuando los agarro del cogote, chau, olvidate.
¿Cómo será eso de tener un conflicto con uno mismo?
En la vida hay que hacer el bien... Yo por eso tengo muchos bienes raíces.
Todas las mañanas, a eso de las siete, se repite esta misma escena ante mis ojos llenos de sueño: la pelada del profesor López Aguirre me anuncia que debo levantarme. He decidido perdonarlo porque ya me llama campeón.
Uno tiene un representante o mánager, un masajista que le ablanda a uno el cuerpo, recibe consejos hasta del promotor, alguno se lleva más dinero que el propio boxeador; pero lo cierto es que cuando suena la campana, te sacan el banquito y uno se queda solo.
En este país hay tantos chantas que ya no queda plástico... lo gastaron todo haciendo carnets.
En Argentina puedo seguir ganando peleas, seguir volteando gente, y al final me aburriría en la felicidad de esas victorias.
La risa es el reflejo de la generosidad del alma.
La calle lo aviva a uno. Nadie es malo de chico, pero no se la puedo vender cambiada diciéndole que era un santo, que hacía bien los deberes, que no fumaba a escondidas bajo el puente y que iba a misa los domingos. Todos me lo cantaban en el barrio: vas a ser boxeador, y a fuerza de repetírmelo, me lo creí
Para entrenarme siempre uso camiseta de universidades americanas por dos motivos: a los norteamericanos los quiero mucho y, además, yo soy doctor en la universidad de las piñas.
En Estados Unidos me conocen como el gran Ringo y yo tengo que asumir ese papel. Me costó muchos años ganarme un lugar. Ahora es bueno que recoja algo.
Yo soy el macho argentino, pero además lo represento en todo sentido, habilidad, picardía y fuerza.
No me gustan las mujeres modernas. La casa o la vida.
¿Quieren saber qué es lo único que siento frente a la pelea? Orgullo. Si alguien tiene que sentir miedo, es el negro. (antes de la pelea con Alí)
Los dos Bonavenas son reales. Uno busca la publicidad, el ruido para poder subsistir. El otro, que solamente conocen algunos amigos, vive como cualquier hombre común. Es decir, toma mate, le da un beso a la vieja, cría los hijos y anda en coche. No puedo decir que el showman es menos que el otro, porque son distintas las situaciones en las que se mueven.
Si fuera futbolista, jugaría para Huracán y de fulbá centro, bien en el medio del área, aunque sea zurdo. Sería una especie de líbero. Me gustaría enfrentarme contra tipos grandotes. Primero, evitar el caño, después el amague, después que me pase, y si me falla todo eso, lo corro y le doy una piña. De esa manera, los delanteros no harían goles.
Nacer en Patricios, barrio de laburantes humildes, y llegar a lo que llegué, no es para todos.
Quiero decirles a todos que perdí porque quería ganar. (después de caer con Alí)
Al campeón mundial siempre se le descubren las cosas buenas; las malas quedan para los perdedores. ¿Por qué no puedo ser campeón mundial? Claro, me van a decir que porque soy un desastre. Bueno: déjenme probar.
La gente no comprende que mi paso por la vida tiene un guión. Es como cualquier película: está el malo y el bueno. Yo, por características naturales, hago siempre de malo, aparentemente. Eso atrae, irrita pero atrae. Por ese motivo lo sigo haciendo.
Al fin y al cabo, ¿qué es la guita? La guita no tiene dueño y pasa de mano en mano. Para mí es un asunto fundamental hasta que se firma el contrato. Después se acaba el tema del dinero y lo único que me importa es pelear de tal manera que nunca pueda sentir vergüenza de mí mismo.
Mejor perder a lo macho que ganar a lo cobarde.