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Toda persona inteligente sabe que la vida es hermosa y que su objetivo es que seamos felices -comentó mi padre observando a las tres bellezas-. Pero luego sólo los tontos son felices. ¿Cómo explicárselo?
Orhan Pamuk
La emigración no sólo se hace para huir de la opresión en casa, sino también para llegar a lo más hondo de nuestra alma.
Caminar de noche por las calles de la ciudad le hacía sentir como si deambulara por el interior de su propia mente.
La mayor parte de las veces los europeos no nos desprecian. Somos nosotros quienes les miramos y nos despreciamos.
Sólo hizo una cosa que me conmovió el corazón: a mitad de la cena, de repente me dijo que intuía que un día sería muy feliz. Y aquellas palabras me hicieron sentir con mayor claridad que se me había cerrado la posibilidad de ser feliz en la vida.
Siento como si la oscuridad de la noche fuera a cubrir la pobreza de la vida, las calles y los objetos, y que, mientras respiramos tranquilos por fin en casa, en nuestros cuartos, en nuestras camas, nos entregaremos a sueños y fantasías hechos de las antiguas riquezas, las construcciones desaparecidas y las leyendas de ese Estambul ahora tan lejos.
Probablemente la mejor manera de proteger la felicidad consiste en no darse cuenta de que existe.
Una vez que sientes una confianza así en tu interior, haces lo primero que se te ocurre y lo que te dicta tu corazón y todo sale bien.
No basta con estar oprimido, también hay que tener razón.
Esa cosa llamada estilo sobre la que tanto insisten es solo un error que nos conduce a dejar un rastro personal.
La vida no puede ser tan mala -pienso a veces-. Cuando, al menos, uno siempre puede ir a darse un paseo por el Bósforo.
Lo importante es, por supuesto, comprender a la persona que amamos. Si no lo conseguimos, es igual de válido al menos creer que la comprendemos.
La imagen amarga de la vida es para el poeta más atractiva que la vida misma.
Así que eso era lo que buscaba, lo que buscaba era eso. ¡Y cómo sentí en mi corazón lo que había descubierto! ¡La paz, el sueño, la muerte, el tiempo! Estaba allí y aquí al mismo tiempo; me encontraba en medio de una inmensa paz y en una batalla sangrienta, en un insomnio fantasmal y en un sueño infinito, en una noche interminable y en un tiempo que fluía a toda velocidad.
Fuera lucía ese cielo resplandeciente tan característico de Estambul en los días de primavera. En las calles el calor hacía sudar a los estambulíes, que aún no se habían librado de los hábitos del invierno, pero en el interior de las casas, en las tiendas y a la sombra de los tilos y los castaños seguía haciendo fresco.
No era una inquietud política, sino la de un hombre cuyo único entretenimiento en la vida es discutir todas las noches durante horas con sus hijas y sus invitados sobre política y sobre la existencia o no de Dios y que teme perder su lugar a la cabecera de la mesa.
En Estambul, la amargura es tanto un importante sentimiento de la música local y un término fundamental de la poesía como una manera de ver la vida, una actitud mental y lo que supone el material que hace a la ciudad ser lo que es.
La humildad es una virtud tan poco apreciada en nuestro mundo precisamente porque facilita la vida.
Disculpen, tengo que marcharme - les dije a los de la mesa. Eché a andar sintiéndome como un fantasma, como siempre que he bebido demasiado.
La ciudad no tiene otro centro sino nosotros mismos.
Solo se miente por algo que da mucho miedo perder.
La occidentalización nos ha dado a mí y a millones de estambulíes el placer de encontrar "exótico" nuestro propio pasado.
Cuando uno es feliz nunca sabe que lo es. Años después decidí que había sido feliz de niño; en realidad, no lo era. Pero tampoco era tan desgraciado como en los años que siguieron. Cuando era niño no me interesaba la felicidad.
Todas las civilizaciones, como la gente que hay en los cementerios, son mortales. Y nosotros sabemos, como el hecho de que vamos a morir, que las civilizaciones que han llegado a su término no volverán nunca más.
Los momentos individuales, como sus átomos, son indivisibles, homogéneos. En cambio, el Tiempo es la línea que une esos momentos indivisibles.
En las calles, Mevlut había aprendido que, a partir de los treinta, el hombre estaba solo en la vida como un lobo.
Ver el Bósforo siempre me ha sentado bien. Frente a la derrota, al desplome, a la opresión, a la amargura y a la pobreza que pudren por dentro la ciudad, el Bósforo está unido en lo más profundo de mi mente a sensaciones de unión a la vida, de entusiasmo por vivir y de felicidad. El espíritu y la fuerza de Estambul le vienen del Bósforo.
A veces pienso que si el tabaco gusta tanto no es por la fuerza de la nicotina, sino porque en este mundo vacío y sin sentido te da con facilidad la impresión de estar haciendo algo que tiene un significado.
¿Cuántos sucesos e incidentes no harán falta para darle este rostro a un solo barrio de una ciudad? ¿A causa de cuántas victorias, cuántas derrotas, cuántas emigraciones, llegaron aquí estas gentes? ¿Tras qué ruinas y reconstrucciones adquirieron este aspecto?
¿Es el amor el que vuelve estúpidas a las personas o es que solo los estúpidos se enamoran?
Haga lo que haga, me siento totalmente solo en el mundo.
Hasta la petición de mano todos los días nos vimos a la misma hora en el edificio Compasión y nos amamos intensamente. De la misma forma que nunca hablábamos de nuestra situación, del hecho de que yo fuera a comprometerme, ni tampoco de qué pasaría con nosotros después, nos manteníamos alejados de cualquier cosa que pudiera recordárnoslo.
El placer de pasear por el Bósforo se debe a que uno siente que se halla en un mar en movimiento, poderoso y profundo dentro de una ciudad enorme, histórica y descuidada.
Los niños eran las primeras víctimas de la inmoralidad que conllevaba el desplome de las grandes civilizaciones y el derrumbe de las memorias.
Hay dos tipos de hombres -dijo Ka con tono pedagógico-. Los primeros, antes de enamorarse, tienen que saber cómo la mujer se come un bocadillo, cómo se peina, qué tonterías le preocupan, por qué se enfada con su padre y todas las historias y leyendas que se cuentan sobre ella. Los segundos, y yo soy de ésos, necesitan saber muy poco para poder enamorarse.
No dudaba de que él haría cosas mejores, de que era inigualable, sabía que era más inteligente y creativo que nadie: en suma, era un joven cualquiera.
En el amor la prisa solo produce el efecto contrario de lo que se pretende.
La boza es una bebida tradicional asiática, de consistencia densa, aroma agradable, color amarillento oscuro y ligeramente alcohólica, que se produce a partir de la fermentación del mijo.