Imágenes
Une al don de tu pan y de tu mano el de darle candor a nuestro canto.
Oliverio Girondo
La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor peligro de contagio. Frase exacta: aunque la experiencia sea una enfermedad que ofrece tan poco peligro de contagio.
¡Hasta las sombras, campo, no dan nunca ni el más leve traspiés en tu llanura!
La cotidianeidad nos teje, diariamente, una telaraña en los ojos.
¡España! País ardiente y seco como un repiqueteo de castañuelas.
Ante la exquisitez del idioma francés, es comprensible la atracción que ejerce la palabra merde.
Un libro debe construirse como un reloj y venderse como un salchichón.
La camarera me trae, en una bandeja lunar, sus senos semi-desnudos... Unos senos que me llevaría para calentarme los pies cuando me acueste.
¿Qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses.
Los únicos brazos entre los cuales nos resignaríamos a pasar la vida son los brazos de las Venus que han perdido los brazos.
No me agrada esta calma, este silencio muerto, sin carne, puro hueso.
No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio.
¿Por qué bajas los párpados? Ya sé que estás desnudo, pero puedes mirarme con los ojos tranquilos. Los días nos enseñan que la fealdad no existe.
¡Si al menos pudiéramos arrimar un ojo a alguno de los agujeritos que hay en el cielo!
Así como hay hombres cuya sola presencia resulta de una eficacia abortiva indiscutible, la mía provoca accidentes a cada paso, ayuda al azar y rompe el equilibrio inestable de que depende la existencia.
Si no hubieras andado siempre solo ¿Todavía tendrías voz de toro?
Con la poesía sucede lo mismo que con las mujeres: llega un momento en que la única actitud respetuosa consiste en levantarles la pollera.
Siempre volvemos, campo, de tus tardes con un lucero humeante... Entre los labios.
Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir.
¿Un éxito eventual sería capaz de convencernos de nuestra mediocridad? ¿No tendremos una dosis suficiente de estupidez, como para ser admirados?
Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor.
Yo también... ¡Sí! Yo tengo - ¿Por qué no confesarlo? - un pequeño fantasma, un duende de familia.
Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad.
Solo, con la ventana abierta a las estrellas, entre árboles y muebles que ignoran mi existencia, sin deseos de irme, ni ganas de quedarme a vivir otras noches, aquí, o en otra parte, con el mismo esqueleto, y las mismas arterías, como un sapo en su cueva circundado de insectos.
La arquitectura árabe consiguió proporcionarle a la luz, la dulzura y la voluptuosidad que adquiere la luz, en una boca entreabierta de mujer.
Hablaban de un caballo. Yo creo que era un ángel.
¡El arte es el peor enemigo del arte!... un fetiche ante el que se ofician, arrodillados, quienes no son artistas.
Y cortar las amarras lógicas, ¿No implica la única y verdadera posibilidad de aventura?
Si no saben volar pierden el tiempo las que pretenden seducirme.
Eres tan claro y limpio y sin dobleces que el vuelo de una nube te ensombrece.
¿Estupidez? ¿Ingenuidad? ¿Política?... Seamos argentinos, gritan algunos... Sin advertir que la nacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto.
Nada ansío de nada, mientras dura el instante de eternidad que es todo, cuando no quiero nada.
La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta.
Las mujeres modernas olvidan que para desvestirse y desvestirlas se requiere un mínimo de indumentaria.
Pero la luna intacta es un lago de senos que se bañan tomados de la mano.
Y para acá o allá y desde aquí otra vez y vuelta a ir de vuelta y sin aliento y del principio o término del precipicio íntimo hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste o aquello o de lo opuesto y rueda que te roe hasta el encuentro y aquí tampoco está y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado por vivir entre huesos o del perpetuo estéril desencuentro a lo demás de más.
¡Y ante todo está el mar! ¡El mar!... Ritmo de divagaciones. ¡El mar! Con su baba y con su epilepsia.
Musicalmente, el clarinete es un instrumento muchísimo más rico que el diccionario.
Basta que alguien me piense para ser un recuerdo.
Lloremos. ¡Ah! Lloremos purificantes lágrimas, hasta ver disolverse el odio, la mentira, y lograr algún día -sin los ojos lluviosos- volver a sonreírle a la vida que pasa.