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La forma última, la forma santa de la teoría, es la acción.
Nikos Kazantzakis
El tiempo ha llegado a ser para mí el bien supremo. Cuando veo a los hombres pasearse, vagar o malgastar el tiempo en discusiones vanas, me dan deseos de ir a una esquina a tender la mano como un mendigo: Dadme una limosna, buenas personas; dadme un poco del tiempo que perdéis, una hora, dos horas, lo que queráis.
Todo en el mundo tiene un significado oculto.
El comunismo no es para mí sino el precursor de la salvación. El comunismo no responde a mi corazón.
No se trata de un triunfo definitivo, sino de una lucha sin fin.
No debemos amar a los hombres, sino a la llama que no es humana y que los hace arder. No debemos luchar por la humanidad, sino por la llama que transforma en fuego a esta paja húmeda, inquieta, ridícula, a la que llamamos Humanidad.
Qué difícil, qué extremadamente difícil para el alma separarse de su cuerpo el mundo: de montañas, mares, ciudades, gente. El alma es un pulpo y ésos son sus tentáculos... Ninguna fuerza sobre la tierra es tan imperialista como el alma humana. Ocupa y a su vez es ocupada, pero siempre considera demasiado estrecho su imperio. Sofocándose, desea conquistar el mundo para respirar libremente.
Me recuerdo claramente. Antes de experimentar compasión por los hombres, experimenté en mí mismo la vergüenza. Tenía vergüenza de ver el sufrimiento de los hombres y de esforzarme por transformar todo ese horror en un espectáculo efímero y vano.
Las puertas del cielo y el infierno son adyacentes e idénticas.
¡Qué extraña máquina es el hombre! Usted le mete pan, vino, pescado y rábanos, y salen suspiros, risas y sueños.
Las personas necesitan un poco de locura, de otro modo nunca se atreven a cortar la soga y liberarse.
Soy el hombre más sencillo que existe, pero cuando siento un grito en mí, no acepto transformarlo en una vocecilla para complacer a los mudos y a los tartamudos. Pues yo no deseo agradar a nadie, ni tener discípulo ni ser discípulo. He venido a este mundo por algunos instantes y quiero lanzar un grito y partir. Nada más.
Le dije al almendro: Háblame de Dios.
Todos estos días actuaron con responsabilidad y seriedad sobre la cuestión.
Nosotros, los que estamos muriendo, los estamos haciendo mejor que ellos, los que van a vivir. Porque Creta no necesita padres de familia, necesita locos como nosotros. Estos locos hacen a Creta inmortal.
Hemos visto el círculo más elevado de poderes en espiral. Le hemos puesto de nombre a este círculo Dios. Podríamos haberle puesto cualquier otro nombre que quisiéramos: abismo, misterio, oscuridad absoluta, luz absoluta, materia, espíritu, esperanza última, desesperanza última, silencio. Pero no olvidar jamás, somos nosotros quienes le ponemos el nombre.
Yo soy un marinero de Ulises con corazón de fuego, pero con la mente despiadada y clara.
Durante nuestra vida, nosotros dos no hemos perseguido sino una sola cosa; una visión cruel, sanguinaria, indestructible: la substancia... Yo no he hablado nunca de los detalles de la vida cotidiana; son caracolas vacías.
La belleza es despiadada. No la miras vos, te mira ella y no perdona.
Ama al hombre, pues él eres tú.
No temo nada, no espero nada, soy libre.
Dios, ¿qué es toda esa charla difundida por los papas? El paraíso está aquí, mi buen hombre. ¡Dios, no me des otro paraíso!
No somos gente sencilla que cree en la felicidad, ni alfeñiques que caen a tierra desolados ante el primer revés, ni escépticos que observan el esfuerzo sangriento de la marcha de la humanidad desde las alturas de una inteligencia burlesca y estéril. Creyendo en la lucha, aunque sin abrigar ninguna ilusión al respecto, estamos armados contra toda desilusión.
El tiempo no es un campo que se mida por codos; no es un mar que se mida por millas; es el latido de un corazón.
Mi alma entera es un grito, y toda mi obra es el comentario sobre ese grito.
Para que una civilización se mantenga en un nivel elevado, debe establecer la armonía entre el espíritu y el alma. Esta síntesis debe ser el fin supremo de la lucha actual de la humanidad.
Cada viajero perfecto siempre crea el país al que viaja.
¡Sed sencillos y buenos! ¡Amad a los hombres, amad a los animales y a las plantas. Amad la naturaleza; no la violentéis!
En este momento, no hay otra salvación. Debemos movilizar todos nuestros recursos para combatir la mentira, el odio, la pobreza y la injusticia. Debemos llevar la virtud a este mundo.
Una vez más comprendí hasta qué punto la felicidad terrena está hecha a la medida del hombre. No es un ave rara a la que debemos perseguir un momento en el cielo y al siguiente en nuestra mente. La felicidad es un ave doméstica que se encuentra en el patio de nuestra propia casa.
Un sólo deseo me embarga: el de descubrir lo que se oculta tras lo visible, de horadar el misterio que me da la vida y me la quita, y de saber si una presencia invisible e inmutable se oculta más allá del flujo incesante del mundo.
Hay una sola mujer en el mundo. Una mujer, con muchos rostros.
Los mejores profesores son aquellos que saben transformarse en puentes, y que invitan a sus discípulos a franquearlos.
Para triunfar, primero debemos creer que podemos.
Hemos visto el círculo superior de la espiral de poderes. Hemos llamado Dios a ese círculo. Le hubiésemos podido dar cualquier otro nombre: Abismo, Misterio, Oscuridad Absoluta, Luz absoluta, Materia, Espíritu, Esperanza Última, Silencio.