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La máquina ha destruido la estructura secular de la vida humana, orgánicamente vinculada con la vida de la naturaleza.
Nikolái Berdiáyev
La libertad en la vida social debe dar a todo hombre la posibilidad efectiva no sólo de cubrir las necesidades de su existencia, sino la posibilidad de manifestar sus energías creadoras y de realizar su vocación.
El hombre sin Dios cesa de ser hombre; tal es el sentido de la dialéctica interna de la historiamoderna.
El deber que se impone a todo cristiano es el de mirar la realidad de frente, el de ser plenamente consciente. Nada más opuesto al cristianismo que la idealización de la realidad.
El concepto del derecho que no corresponde a un deber es un derecho burgués, detrás del cual se esconde alguna alimaña de clase.
La materia es impotente, inerte, pasiva, sólo el espíritu es activo, mueve a los materialistas mismos que le niegan. No hay absurdo mayor que fundar su actividad en una doctrina materialista. Es el ser el que manda a la conciencia, y no la conciencia la que manda al ser, que es, ante todo, espíritu y no materia, y ésta no depende más que de la conciencia.
La revolución no crea una vida nueva; no hace sino manifestar la descomposición de la antigua vida pecadora.
La guerra mundial ha herido mortalmente al capitalismo. De ella nació el comunismo, y éste le debe, por tal hecho, el mayor agradecimiento.
La economía debe existir para el hombre, y el hombre no debe ser esclavo de la economía. Nada más opuesto al espíritu del cristianismo que esta ideología optimista, que admite que el más fuerte y el vencedor, desde el punto de vista económico, es forzosamente el mejor; que la riqueza es una recompensa concedida al hombre en gracia a sus virtudes.
El mayor error del marxismo y el más inhumano consiste en no ver al hombre más allá de la clase y en ver, en cambio, a la clase más allá del hombre; en reducir a éste hasta su célula más ínfima, hasta su más recóndita experiencia espiritual, a una función subordinada a la clase, y, en cambio, someter y ordenar su contemplación y su creación.
La superioridad de los obreros y socialistas consiste precisamente en que entablan abiertamente la lucha de clases, mientras la burguesía la disimula.
Cuando las potencias humanas salen del estado orgánico, quedan inevitablemente sujetas al estado mecánico.
Los hechos se desarrollan en la realidad de los espíritus antes de manifestarse en la realidad exterior de la historia.
Las bases espirituales de la sociedad son eternas; en cambio, todas las fuerzas sociales, políticas y económicas son transitorias.
Más no existen, en principio, verdades absolutas; hay, en realidad, una sola verdad absoluta, a saber: que no hay verdad absoluta en sí.
La libertad del espíritu tropieza con la resistencia que le opone la necesidad.
Todo aislamiento es un mal ante el cual hay que luchar espiritualmente. Y nada más triste que ver bosquejarse el sentimiento del pecado en la limitación y la codicia de una clase.
Se puede conceder un cierto privilegio moral a la aristocracia a expensas de la burguesía, pues la primera reconoce sincera y abiertamente la desigualdad, considerándose una raza superior y privilegiada, mientras la segunda disimula su situación de favorecida.
El obrero no lucha por sí mismo, sino por toda la clase obrera; la finalidad que persigue entra en el terreno de la justicia humana universal. Es una lucha de clase contra el poder del capital.
Detrás de la lucha de los partidos políticos se esconde siempre el capital financiero, industrial y comercial, el pequeño caudal y el comercio modesto, el trabajo de los labradores y el del obrero. No hay posibilidad de encontrar un partido que no sea representado por las clases sociales.
El simbolismo de libertad, igualdad, fraternidad, o el del comunismo marxista, no es más que un estandarte enarbolado por encima de las guerras de clases y de los grupos sociales.
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