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Tener el control en la vida nunca es fácil, y a veces puede ser hasta doloroso. Pero a largo plazo las experiencias óptimas añaden un sentimiento de maestría (o tal vez mejor sea decir, un sentimiento de participación al determinar el contenido de la vida) que está tan cerca de lo que queremos decir normalmente como felicidad como cualquier otra cosa que podamos imaginarnos.
Mihály Csíkszentmihályi
El mercado libre puede ser la mejor institución económica que hemos diseñado, pero el problema es que proveerá cualquier producto para el que haya suficiente demanda, sin importarle los beneficios reales. De este modo, muchos negocios se aprovechan de la creencia de que más posesiones mejoran la calidad de vida, contribuyendo así al materialismo galopante de nuestra cultura.
Cuanto más complejo se vuelve un sistema, más improbable resulta, mas cosas pueden fallar y más esfuerzo conlleva su mantenimiento.
La ciencia puede prometer la verdad, pero su versión de la misma suele ser tan dura como tranquilizadora.
Su valor de mercado depende en última instancia de la felicidad que se espera que proporcione.
Nacemos con un abanico de aptitudes, muchas de las cuales ni siquiera sabemos que las tenemos.
De todas las virtudes que podemos aprender no hay otra característica más útil, más necesaria para la supervivencia y con más probabilidades de mejorar la calidad de vida que la capacidad de transformar la adversidad en un desafío que pueda proporcionarnos disfrute.
La irracionalidad adulta es a menudo el resultado de las frustraciones infantiles.
No sólo son los seres humanos los que son más felices cuando hacen las cosas lo mejor que saben. Todo organismo tiende hacia la autorrealización. Cuando los perros pastores cuidan el ganado es cuando son más felices; en ese momento cambia toda su conducta: se centran y están alerta, tienen un aire orgulloso y se mueven con gracia y finalidad.
Una organización empresarial cuyos empleados son felices es más productiva, tienen la moral más alta y cambia menos de personal. Por consiguiente, cualquier directivo que quiera que su organización prospere ha de saber qué es lo que hace feliz a la gente y poner en práctica ese conocimiento de la forma más eficaz posible.
La evolución ha ido avanzando hacia la cumbre de la complejidad y, tanto si nos gusta como si no, la cumbre en estos momentos somos nosotros. De nosotros depende que la evolución continúe produciendo formas más complejas en el futuro. Podemos ayudar a hacer que este mundo sea un lugar más increíble que nunca o acelerar su retorno al polvo inorgánico.
Los mejores momentos suelen suceder cuando el cuerpo o la mente de una persona han llegado hasta su límite en un esfuerzo voluntario para conseguir algo difícil y que valiera la pena. Una experiencia óptima es algo que hacemos que suceda.
Sólo el control directo de la experiencia y la habilidad para encontrar alegría momento a momento en todo lo que hacemos pueden superar los obstáculos en el camino hacia la realización.
Puede parecer contraproducente argüir que la felicidad y los negocios tienen algo que ver entre sí, pues para la mayoría de las personas, el trabajo en el mejor de los casos, es un mal necesario, y en el peor, una carga. Sin embargo, ambas cosas están inextricablemente unidas.
Según las cosas que a uno le proporcionen la felicidad, éstas conducirán a un juego en el que la suma siempre será cero: como una adicción, que requiere constantes dosis de adquisiciones y, a menudo que se tenga más de algo que los vecinos, nada de lo que se tiene importa demasiado.
Hasta la actualidad, donde cada año sacamos nuevos modelos de automóviles y la producción y el intercambio de productos sólo tiene sentido si suponemos que mejoran la calidad de nuestra experiencia. Los clientes están dispuestos a pagar por productos y servicios que creen les harán felices. La pregunta es: ¿Qué es lo que en realidad conduce a la felicidad?
Aunque todo aquel que compra un producto lo hace esperando que la adquisición aumente su felicidad, muchas personas se dejan engañar por las falsas apariencias.
El engaño es una de las estrategias fundamentales para la supervivencia en el reino animal. No es sólo entre los seres humanos donde nace una víctima propiciatoria cada minuto.
En todo período histórico han habido personas que se han preocupado de algo más que de su propio beneficio, que se han sentido realizados dedicándose a la mejora del bien común, la lucha entre el egoísmo y el altruismo en la historia se ha manifestado como los períodos de luz y de sombra en una tarde de verano.
A pesar de sus buenas intenciones, los libros no pueden darnos recetas de cómo ser felices. Puesto que la experiencia óptima depende de la capacidad de controlar lo que sucede en nuestra conciencia momento a momento, cada persona lo consigue basándose en su propio esfuerzo y creatividad.
La felicidad no es algo que sucede. No es el resultado de la buena suerte o del azar. No es algo que pueda comprarse con dinero o con poder. No parece depender de los acontecimientos externos, sino más bien de cómo los interpretamos.