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Su encanto, su entrega, su disponibilidad. ¡Sabe Dios!... cuando una persona entra en uno, se hace indispensable y no es fácil olvidarla.
Miguel Delibes
Tengo la impresión desde chico de que estaba amenazado por la muerte. No de la mía, sino de la muerte de quienes dependía.
Mi familia y amigos se desviven por atenderme, me abastecen de la compañía que necesito. ¿Puedo quejarme yo de soledad?
Mi afán al escribir era intentar comunicar a dos personas, emplear la pluma como elemento de comunicación con otros, y creo que esto se establece con una novela o con un poema.
Pero también su sensibilidad, que tan hábilmente disfrazaba de audacia.
Cuando una persona entra en uno, se hace indispensable y no es fácil olvidarla.
La relación de dos se establecía perfectamente entre una persona y un libro.
Se olvidaba del aire estancado en su cerebro.
Sería un retrato frío, aburrido, impersonal. Me cansa pensarme.
Era un niño melancólico, triste, no me gustaba nada ir al colegio, era al mismo tiempo muy callado.
Era todo cariño, tan lejos del rencor, que a veces no recordaba por qué se había atado el hilo en el dedo.
Yo he sido feliz 48 años; hay quien no logra serlo cuarenta y ocho horas en toda su vida.
La novela es un intento de exploración del corazón humano a partir de una idea que es casi siempre la misma contada con diferente entorno.
Veía más allá que el común de los mortales; tenía el ojo enseñado a mirar.
Hay cosas que la voluntad humana no es capaz de controlar.
El pelo rojo podía ser, en efecto, un motivo de longevidad o, por lo menos, una especie de amuleto protector.
Entre la izquierda y la derecha jodieron España. Entre todos la mataron y ella solo se murió.
Cuando la vida le agarra a uno, sobra todo poder de decisión.
La fama no tiene un lugar donde agarrarse que sea realmente positivo.
Al aceptar que no hay purgatorio, reconocemos haber recibido de Cristo la mayor misericordia.
Yo he encontrado en la literatura el refugio que no encontraba tan perfecto en el cine o en el café o en la tertulia o en el juego.
El hombre puede cambiarlo todo, transformarse hasta físicamente, enmendar su vida, sus instintos, sus costumbres, pero jamás podrá modificar la luz que porta dentro de sí y a cuya claridad examina la mesmedad de su paso. El hombre libremente puede elegir su camino, pero no puede alterar a voluntad la luz bajo la cual camina.
Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en la lengua.
Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo.
Los muertos eran tierra y volvían a la tierra, se confundían con ella en un impulso directo, casi vicioso, de ayuntamiento.
El campo es una de las pocas oportunidades que aún restan para huir.
No deseo más tiempo. Doy mi vida por vivida.
Era hombre de una sola novia, pero si la novia me hubiera dejado hubiera sido de dos novias. O tres novias.
Yo mismo ignoraba como había solventado las dificultades que ahora veía resueltas en el cuadro. Me asombraba de mi propia maestría. Tan ajeno me sentía que de esas obras solía decir que las habían pintado los ángeles, que mi mano sólo había cernido de instrumento, de médium.
Las cosas empiezan a gustarnos cuando necesariamente tenemos que desprendernos de ellas.
Una copa acartona el recuerdo, pero, al propio tiempo, convierte la onerosa gravedad de tu cuerpo en una suerte de porosidad flotante... pasado el trance, sobreviene el decaimiento.
Si el cielo de Castilla es alto es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo.
El tiempo se va sin sentir, ni te das cuenta.
No lloro. Me aguanto pero lo siento, tengo un sentimiento hondo pero sin llegar a la lágrima.
Las ingentes montañas, con sus recias crestas recortadas sobre el horizonte, imbuían al Moñigo una irritante impresión de insignificancia.
Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad.
¿No te parece significativo, por ejemplo, que el concepto de lo justo coincidiera siempre sospechosamente con nuestros intereses?
Yo creo que la terrible relación de la vida con la muerte nos viene dada desde que nacemos.
Si las palabras no se las dices a alguien no son nada.
Le dolía que los hechos pasasen con esa facilidad a ser recuerdos; notar la amarga sensación de que nada, nada de lo pasado, podía volver a repetirse.