Imágenes
Yo recuerdo ese día como vivido dentro de otra piel, desdoblado.
Miguel Delibes
Me dejó la amarga impresión de que lo que había visto a través de su pupila estancada era la sombra de la muerte.
El artista no sabe quién le empuja, cuál es su referencia, por qué escribe o por qué pinta, por qué razón dejaría de hacerlo. En mi caso estaba bastante claro. Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio, me faltó la referencia. Dejé de hacerlo, dejé de escribir, y esta situación duró años. En ese tiempo pensé a veces que todo se había terminado.
Decididamente, mi vida estaba hecha para discurrir como ahora lo hacía, libre, desligada, sin establecer entre mi corazón y otros seres los lazos tremendos de una insoslayable dependencia.
Había motivos para estar triste y para desesperarse y para desear morir, y algo notaba él que se desgajaba amenazadoramente en su interior, aunque el Sol brillase eternamente, aunque cantasen preciosos los pájaros en el exterior; nada podía consolarle, nada le daba las suficientes fuerzas para seguir.
No existe la felicidad. A lo largo de la vida hay briznas de dicha que se deshacen como pompas de jabón.
Mi vida de escritor no sería como es si no se apoyase en un fondo moral inalterable. Ética y estética se han dado la mano en todos los aspectos de mi vida.
Los hombres se hacen. Las montañas están hechas ya.
Pensó que la historia podría repetirse, y durmió arrullado por la sensación de que le envolvían los efluvios de una plácida y extraña dicha.
Los hombres necesitan siempre de un hazmerreír para eclipsarse a sí mismos la propia ruindad de sus barros.
La jubilación es la antesala de la muerte.
La verdad y la cultura, para ser tales, deben marchar unidas.
Escribir sobre asuntos de caza constituye, en cierto modo, una liberación de los condicionamientos que rigen el resto de mi actividad literaria. Si cazando me siento libre, escribiendo sobre caza reproduzco fielmente aquella placentera sensación, torno a sentirme libre.
A mí Madrid me da miedo, porque si Valladolid me parece ya un enorme aparcamiento, Madrid me parece cinco veces ese aparcamiento.
Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes cuando lo escribió, aún no lo había leído.
Casi se oía el volar estremecido de los copos de nieve en su constante indecisión entre el cielo y la tierra.
Cuando murió mi mujer, Dios me ayudó, sin duda. Tuve esta sensación durante varios años, hasta que logré salir del pozo.
Yo doy a los personajes un lugar preponderante entre todos los elementos que se conjugan en una novela. Unos personajes que vivan de verdad relegan, hasta diluir su importancia, la arquitectura novelesca, hacen del estilo un vehículo expositivo cuya existencia apenas se percibe y son suficientes para hacer verosímil el más absurdo de los argumentos.
Los niños tienen ineluctablemente la culpa de aquellas cosas de las que no tiene la culpa nadie.
Revolviendo cielo y tierra para que los pobres estudien, otra equivocación, que a los pobres les sacas de su centro.
Es una de las limitaciones más crueles del ser humano. La vida sería más llevadera si dispusiésemos de una segunda oportunidad.
Un hombre no puede vivir sin mujer y, bien mirado, la mujer no es más que un repuesto para el hombre, una pieza de recambio.
Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio, me faltó la referencia. Dejé de hacerlo, dejé de escribir, y esta situación duró años. En ese tiempo pensé a veces que todo se había terminado.
En el teatro me coarta mucho la limitación de tiempo y la limitación de espacio. Es decir, que lo que ocurre en el drama que tú quieres narrar no tenga más que una hora y media o dos horas de duración. Y otro tanto diríamos del espacio físico: toda tu historia debe estar ceñida a uno, dos o tres escenarios a lo sumo. Estas limitaciones me molestan.
De joven soñó con la jubilación y ahora, de jubilado, soñaba con la juventud.
Fui asimilando mi obra poco a poco.
La novela es un hombre, un paisaje y una pasión.
La alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas; que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos.
Daniel aceptó este hecho con la resignación con la que se aceptan las cosas ineluctables.
La medicina ha prolongado nuestra vida, pero no nos ha falicitado una buena razón para seguir viviendo.
Nadie es capaz de señalar el lugar del cerebro donde se generan las buenas ideas.
Mi patria es la infancia.
Se me ha saltado la cuerda como a los coches de los niños pequeños.
El momento es crucial para que el hombre nos dé la medida de su sensibilidad.
Ya no me verás nunca mejor de como estoy ahora.
La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades.
De lo que más hablan los españoles es de dinero.
Don José, el cura, dijo entonces que cada cual tenía un camino marcado en la vida y que se podía renegar de ese camino por ambición y sensualidad y que un mendigo podía ser más rico que un millonario en su palacio, cargado de mármoles y criados.
La caridad solamente debe llenar las grietas de la justicia pero no los abismos de la injusticia.
Uno se enfría, no cuando hace frío sino cuando teme que va a enfriarse.