Imágenes
Es claro que son visiones producidas por el alcohol, pero me valen: ya no puedo vivir sin esas visiones; lo que nunca consiguió el alcohol es borrar el recuerdo de aquel beso de hielo sobre se frente muerta.
Miguel Delibes
Había en ella una suerte de deslumbramiento infantil ante lo nuevo-bello que rayaba el fetichismo.
La vida era el peor tirano conocido.
Siempre he dicho que soy un hombre sencillo que escribe sencillamente.
Dentro de la cabeza, salvo un par de ideas, no podía haber nada benigno.
Espero que Cristo cumpla su palabra.
Tenía una imaginación espumosa.
Quizás fue su capacidad para sorprender lo que me deslumbró de ella, lo que a lo largo de los años me mantuvo tenazmente enamorado de ella.
A mí, que era su contrario me maravillaba su capacidad de adaptación.
Estamos tan bien instalados en la abundancia que no es fácil convencer al vecino de que se sacrifique seriamente para impedir el calentamiento del planeta y hacerlo invisible para millones de personas.
Yo lamentaba no haberle dicho a tiempo cuánto la amaba y cuánto la necesitaba. Era un sentimiento de pérdida tan hondo que no me consolaba de haberlo silenciado.
La vida es una sala de espera y que como en las salas de espera hay en la vida quien va de la Ceca a la Meca para aturdirse y olvidarse de que está esperando.
Hay otras cosas en la vida, instituciones, enfermos, niños con hambre, colegios de caridad. Buscar a toda costa un ser de nuestra propia sangre para volcar en él nuestra afectividad es una conductaegoísta.
Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales.
Ella era equilibrada, distinta; exactamente el renuevo que mi sangre necesitaba.
Tenía la niña un grave gesto adosado a sus facciones pueriles.
La instrucción, en el colegio; la educación, en casa.
Siempre fue bella, pero, cuando la conocí, era tan bonita, inteligente y atractiva que tenía alrededor un centenar de moscones.
Cumplir lo que estimamos nuestro deber ya encierra en sí mismo una recompensa.
El hombre de hoy usa y abusa de la naturaleza, como si hubiera de ser el último inquilino de este desgraciado planeta, como si detrás de él no se anunciara un futuro.
No hay que confundir la soledad con la falta de compañía. La primera la padezco como viudo fiel que he sido, pero no la segunda. Mi familia y mis amigos se desviven por atenderme. ¿Puedo quejarme yo de soledad?
El poder de decisión le llega al hombre cuando ya no le hace falta para nada.
Yo no he sido tanto yo como los personajes que representé en este carnaval literario. Ellos son, pues, en buena parte mi biografía.
Permitamos que el tiempo venga a buscarnos en vez de luchar contra él.
En la vida has ido consiguiendo muchas cosas, pero has fallado en lo esencial, es decir, has fracasado. Esa idea te deprime profundamente.
Lo que hay que preguntarse no es si la caza es cruel o no lo es, sino qué procedimientos de caza son admisibles y qué otros no lo son.
El periodismo es un borrador de la literatura... Y la literatura es el periodismo sin el apremio del cierre.
Por de pronto, no hay que confundir la soledad con la falta de compañía.
Cada individuo del pueblo preferiría morirse antes que mover un dedo en beneficio de los demás.
Y ponían en sus recuerdos unas notas de palpitante realidad.
Escribir para niños es un don, como la poesía, que no está al alcance de cualquiera.
El amor se establece desde el momento en que uno cede ante el otro o en que el otro cede ante el uno.
A los mayores tiranos siempre les gustó tener fama de liberadores.
He sido fiel a un periódico, a una novia, a unos amigos, a todo con lo que me he sentido bien, a mi pasión periodística, a la caza.
La máquina ha venido a calentar el estómago del hombre pero ha enfriado su corazón.
El estado de felicidad no existe en el hombre. Existen atisbos, instantes, aproximaciones, pero la felicidad termina en el momento en que empieza a manifestarse. Nunca llega a ser una situación continuada. Cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes. Siempre es así. Total, que nunca se consigue.
La faz del doctor estaba yesosa, desencajada.
El amor llega a ser una costumbre y no reparamos en sus efectos.
Yo tenía un par de años más que ella, pero nos enamoramos, en el cuarenta y seis nos casamos y en el setenta y tres la perdí. Eso duró mi historia sentimental.
A veces, Dios ayuda. Ayuda a mucha gente que lo reconoce así. Los evangelios de Cristo son estimulantes a este respecto. Cuando murió mi mujer, Dios me ayudó, sin duda. Tuve esta sensación durante varios años, hasta que logré salir del pozo.