Imágenes
Por hermoso y gallardo que seáis, si una mujer os rechaza, no deduzcáis inmediatamente que ella posea una castidad inviolable; no se podría asegurar que el mozo de muletas deje de tener mayor suerte.
Michel de Montaigne
¡Buena almohada la duda para la cabeza bien equilibrada!
De mí sé decir que apenas me siento conmovido por agitación alguna casi siempre me encuentro en mi sitio, como los cuerpos pesados. Si no estoy conmigo mismo, al menos no ando muy lejos de mi.
Cuando nos falta la razón, hacemos uso de la experiencia.
Un antiguo (no se quién), deseaba tener el cuello tan largo como una grulla, para saborear más tiempo lo que tragaba.
Lo más maravilloso del mundo es saber cómo pertenecer a uno mismo.
Lo que hay que preguntarse es quién es mejor sabio, no quién es más sabio.
Muchas veces es mejor perder la viña que pleitear por ella.
La muerte paga todas nuestras deudas.
Por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el culo.
El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender.
Verdaderamente, en vez de extirpar nuestros vicios, lo que hacemos es cambiarlos por otros, a mi juicio, siempre peores.
Quisiera que la muerte me encontrase plantando mis coles.
No mueres de estar enfermo, mueres de estar vivo.
Cien veces al día nos burlamos de nuestros mismos defectos al considerarlos en los demás.
No existe el presente: Lo que así llamamos no es otra cosa que el punto de unión del futuro con el pasado.
Nos ocupamos mucho de ser gentes de bien según la ley de Dios; no sabríamos serlo según nosotros mismos.
Encuentro más soportable estar siempre solo, que no poder estarlo nunca.
Para acostumbrarse a la muerte, no hay como acercársele.
Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia.
Se cree con la mayor firmeza en lo que menos se conoce.
Nadie está libre de decir estupideces, lo grave es decirlas con énfasis.
No hay victoria, si no se pone fin a la guerra.
No es la escasez, sino más bien la abundancia, la causante de la avaricia.
Yo no creo que haya en nosotros tanto infortunio como vanidad, ni tanta malicia como necedad; ni estamos tan llenos de maldad como de inanidad; y somos más rastreros que miserables.
Nos enseñan a vivir cuando nuestra vida ha pasado.
Todos somos vulgo.
Los príncipes me dan bastante si no me quitan nada, y me hacen mucho bien si no me hacen daño.
La misma constancia no es sino un derrumbamiento más lento.
A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que el mismo no tenga la culpa.
Yo preferiría que hubiese más cuidado en escogerle un preceptor con la cabeza muy sentada que con la cabeza muy llena.
Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás.
La novedad de las cosas, más que su misma grandeza, nos incita a buscar sus causas.
En todas las cosas los hombres se echan en brazos de extraños apoyos para ahorrarse los propios, únicos ciertos y seguros y que saben armarse.
Lo que no se ajusta a mis costumbres es como si del todo me faltase.
A medida que el hombre exterior se destruye, el hombre interior se renueva.
Todo ser humano que muere representa una obra teatral con un solo personaje: él mismo.
Yo no me encuentro a mí mismo donde me busco; me hallo más por sorpresa que por la inquisición de mi razonamiento.
Cualquier compendio de un buen libro es un necio compendio.
Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara.