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Hemos logrado honrar un compromiso con el pueblo cubano, saldar una deuda histórica. El Salvador no olvida la solidaridad que siempre ha mostrado Cuba con nuestro pueblo.
Mauricio Funes
El pueblo salvadoreño pidió un cambio. Y el cambio comienza ahora.
Un país que no sea sólo el simpático Pulgarcito de las Américas, sino que sea, también, el micro-chip de un mundo nuevo, lleno de fuerza y de soluciones innovadoras.
Esta es la noche más feliz de mi vida. Y quiero que sea, también, la noche de la más grande esperanza de El Salvador.
La izquierda salvadoreña tiene su propia identidad y responderá a sus propias circunstancias. Tiene que responder a la demanda, la aspiración y al anhelo de cambio que le ha planteado el pueblo salvadoreño. No tiene por qué alinearse al proceso de la revolución bolivariana que dirige Chávez, ese proceso responde a Venezuela.
Vivamos y gobernemos para que los demás pueblos y naciones digan: hoy, sí, este Pulgarcito es un gran gigante del trabajo honrado, un gigante de la libertad y de la felicidad de su pueblo.
Ahora es el turno del ofendido, ahora es la oportunidad de los excluidos, los marginados, los auténticos demócratas.
En nuestro gobierno quien tenga méritos será recompensado y quien tenga culpa será ejemplarmente castigado. Se terminó el tiempo del padrinazgo y de la impunidad.
Nosotros no tenemos el derecho de equivocarnos.
Yo me debo al pueblo salvadoreño y el pueblo salvadoreño mayoritariamente ni entiende, ni sabe lo que es el socialismo del Siglo XXI, porque el pueblo salvadoreño lo que quiere es que haya más democracia, que haya más justicia social, que se paguen mejores salarios, que haya más trabajo.
Queremos recordarle que la democracia que le permitió llegar al poder la construimos nosotros.
No le pido tanto al presidente electo de El Salvador, salvo que no olvide ninguna de las palabras que pronunció la noche de su triunfo ante los miles de hombres y mujeres que habían visto nacer finalmente la esperanza.
Sé la carga que llevas en tus espaldas para gobernar este país, sé las presiones que sufres, pero Mauricio, hay algo que te va a hacer tener el mismo éxito que nosotros: jamás pierdas la paciencia y no tomes ninguna actitud precipitada, cuenta hasta diez y ahí tomas tu decisión.
Precisamos, sobre todo, integrar y transformar un país pequeño que se convirtió en un gigante de la desigualdad.
El mensaje profético de nuestro obispo mártir monseñor Óscar Arnulfo Romero, desde un claro apostolado, dijo que la iglesia tendría una opción preferencial por los pobres. Esa será la ruta de mi accionar, buscando siempre favorecer en forma preferencial a los pobres y excluidos.
El gobierno que presido no es de un partido político y menos de una fracción. Es un gobierno de unidad nacional.
Precisamos no sólo reconstruir nuestro país, sino también reinventarlo. Reinventar nuestro país no significa abandonar lo que tiene de bueno y de eterno. Significa mejorar lo que está bien y hacer lo que nunca fue hecho.
Quiero que esta noche tenga el mismo sentimiento de esperanza y reconciliación, que el día en que se firmaron los tratados de paz de nuestro país.
Nuestro mayor desafío es hacer que los próximos cinco años valgan, por lo menos, por una década.
Su victoria, compañero Mauricio, es una conquista de toda América Latina y un aliento para todos los que creen que un mundo mejor es posible.