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Considero que en estos tiempos es una pura quimera la amistad.
Matthew Gregory Lewis
Pero en cuanto comenzó a desarrollarse su temperamento, voluptuoso y ardiente, se abandonó libremente al impulso de sus pasiones y aprovechó la primera oportunidad para satisfacerlas.
Si no es bajo su protección, no pongo un pie al otro lado de ese umbral. ¡Que Dios me ampare, el fantasma puede esperarme en la escalera y llevarme consigo al infierno!
¡Tiembla, desorbitado hipócrita, inhumano parricida, incestuoso violador! ¡Tiembla ante la magnitud de tus crímenes! ¡Y tú eras el que se consideraba a prueba contra las tentaciones, absuelto de las fragilidades humanas y libre de los errores y el vicio! ¿Entonces el orgullo es una virtud? ¿La inhumanidad no es un pecado? ¡Sabe, hombre vano, que hace tiempo te señalé como mi presa!
El último de estos demonios de los elementos se llama El Rey de las Nubes; su figura es la de un bello joven y se caracteriza por dos grandes alas negras. Aunque su aspecto es realmente encantador, no abriga mejores intenciones que los demás. Se ocupa continuamente de provocar tormentas, arrancar bosques de cuajo y derrumbar castillos y conventos sobre las cabezas de sus moradores.
Ya no podré combatir mis pasiones, aprovecharé todas las oportunidades para excitar tus deseos y me esforzaré en conseguir tu deshonra y la mía.
Era espontáneamente emprendedor, firme e intrépido; poseía un corazón de guerrero, y habría podido sobresalir con esplendor a la cabeza de un ejército.
¡Caiga la vergüenza sobre el almacobarde, carente del valor de ser amigo firme o enemigo franco!
En ese laberinto de terrores, habría preferido refugiarse en la penumbra del ateísmo, negar la inmortalidad del alma, convencerse de que, una vez cerrados los ojos, no volvería a abrirlos, y que el mismo momento aniquilaría a la vez su alma y su cuerpo. Pero hasta ese recurso le estaba negado.
Ella me escuchaba con ansia; parecía devorar mis palabras mientras yo hablaba elogiosamente de ti y sus ojos me agradecían mi cariño hacia su hermano. Por último, mis constantes e incansables atenciones me conquistaron su corazón y con dificultad logré obligarla a confesar que me amaba. Pero, cuando le propuse que nos fuésemos del castillo de Lindenberg, rechazó el proyecto en forma terminante.
Un profundo y melancólico silencio reinaba en la bóveda, y desesperé de recuperar la libertad. Mi larga abstinencia en materia de alimentos comenzó a atormentarme. Las torturas que el hambre me infligía eran las más penosas e insoportables, pero parecían crecer a cada hora que pasaba.
Mientras hablaba, los ojos se le cargaron de deliciosa languidez; el pecho se le agitaba. Lo estrechó ardientemente en los brazos, lo atrajo hacia sí y pegó los labios a los de él. Ambrosio volvió a sentir el deseo.
Nunca se supo, a lo largo de toda su vida, que violara una sola regla de su orden; no es posible encontrar la menor mancha en su conducta, y se asegura que es un observador tan estricto de su castidad que no sabe en qué consiste la diferencia entre hombre y mujer. Por consiguiente, el vulgo lo considera un santo. ¿Eso lo hace santo a uno? inquirió Antonia. ¡Dios me ampare!
Antinaturales fueron tus votos de celibato; el hombre no fue creado para ese estado.
Cuando no se encontraba oscurecido por los prejuicios, cosa que, por desgracia, muy pocas veces ocurría, su entendimiento era sólido y excelente. Sus pasiones eran violentas; no escatimaba fatigas para satisfacerlas y perseguía con furor a quienes se oponían a sus deseos.
Me es posible mezclar mi aliento al suyo, embriagarme en la contemplación de sus facciones sin que me considere sospechosa de impureza y engaño. Teme que mi seducción le haga violar sus votos. ¡Qué injusto es! Si quisiera excitar su deseo, ¿Le ocultaría con tanto cuidado mis facciones? Esas facciones de las cuales a diario le oigo decir... Se interrumpió y se sumió en sus reflexiones.
Escucha mi consejo, compra con un momento de valentía una felicidad de años; goza del presente y olvida que un futuro queda más allá.
Pero era en exceso prudente para revelar el motivo de sus recelos. Consideró que desenmascarar al impostor no sería cosa fácil, dado que la gente estaba tan predispuesta en su favor. Y como tenía muy pocos amigos, le parecía peligroso hacerse un enemigo tan poderoso.
Para un corazón no familiarizado con el vicio éste es mucho más peligroso cuando se agazapa detrás de una máscara de virtud.
La violencia de su desesperación -dijo- demuestra que por lo menos el vicio no se ha vuelto familiar para ella.
¡Escúcheme, hombre de corazón duro! ¡Escúcheme, orgulloso, severo y cruel! ¡Habría podido salvarme y devolverme la dicha y la virtud, pero no quiso! Usted es el destructor de mi alma, mi asesino, ¡Que caiga sobre usted la maldición de mi muerte y la de mi hijo aún no nacido!
Todos los impedimentos cedieron ante la fuerza de su temperamento, cálido, sanguíneo y voluptuoso en extremo. Sus otras pasiones aún dormían, pero sólo necesitaban que se las despertara para exhibirse con violencia tan grande como irresistible.
Goza del presente y olvida que un futuro queda más allá.
Lo que perdemos siempre nos parece lo más inapreciable.
Un autor, malo o bueno, o entre malo y bueno, es un animal a quien cualquiera se siente con el derecho de atacar. Pues si bien no todos son capaces de componer libros, todos se consideran capaces de juzgarlos.
Como él se acostumbró a sus encantos, dejaron de excitar los mismos deseos que inspiraban al principio. Agotado el delirio de la pasión, Ambrosio tuvo tiempo para observar todos los defectos menudos y, donde nos los había, la saciedad lo hizo imaginarlos. El monje estaba saciado por la plenitud del goce. Apenas había transcurrido una semana cuando se cansó de su amiga.
No puedes ignorar que tus padres eran por desgracia esclavos de la más burda superstición. Cuando operaba este defecto, todos sus otros sentimientos, todas sus demás pasiones, cedían ante la irresistible fuerza de aquella influencia.
La naturaleza no pudo soportar mis emociones y buscó refugio en la insensibilidad.
Aborrezco a quienes no quiero y adoro a quien mi fantasía atrae.