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Ese verano fue testigo de la extinción de nuestras esperanzas, el buque de la sociedad naufragó, y la destartalada balsa encargada de llevar a los pocos supervivientes por el mar de la desgracia se desarmaba y recibía los embates de las tempestades.
Mary Shelley
Vagué por la isla como un fantasma, alejado de todo lo que amaba, y entristecido por esta separación.
¿Cómo era posible que el hombre tuviese tanto poder, estuviese tan lleno de virtud y, al mismo tiempo, fuera tan vil y rastrero?
¿Dónde estaba la calma de espíritu, la serenidad de conciencia que me hubiera permitido contemplar el pasado con satisfacción y encontrar nuevas esperanzas en las cuales creer?
El sueño en el cual me sumí me recuperó; y, al despertar, sentí de nuevo como si perteneciera a una raza de seres humanos como yo.
Cada vez sentía mayor desprecio por las tesis de la moderna filosofía natural. Qué distinto sería si lod científicos se dedicaran a la búsqueda de los secretos de la inmortalidad y del poder; aquellas metas, aunque sin valor real, estaban llenas de grandeza.
Es vil superstición. Y así, la meta de los valientes se convierte en vaivén de necios; la noble ambición de personas elevadas, en juguete de esas liebres domesticadas.
Nos impulsaban las olas livianas, y el viejo océano sonreía con el peso del amor y la esperanza puestos a su recaudo; amansando con delicadas caricias sus llanuras tempestuosas, el sendero se allanaba apara nosotros.
Había nacido para ser feliz. Durante mi juventud nunca me había afligido la tristeza, y si en algún momento me sentía abatido, contemplar las maravillas de la naturaleza o estudiar lo que de sublime y excelente ha hecho el hombre siempre conseguía interesarme y animarme.
¿Cómo es posible contemplar a un ser tan noble destruido por el dolor sin experimentar una profunda pena?
Es justicia, no caridad lo que está deseando el mundo.
Yo era bueno y cariñoso; el sufrimiento me ha envilecido. Concededme la felicidad, y volveré a ser virtuoso.
Su sustento sólo consistía en verduras del huerto y leche de su vaca, muy escasa durante el invierno, época en la que sus dueños apenas podían alimentarla. Creo que a menudo pasaban mucha hambre, en especial los jóvenes, pues en varias ocasiones los vi privarse de su propia comida para dársela al anciano. Este gesto de bondad me conmovió mucho.
Ahora tengo veintiocho años y en realidad soy más ignorante que muchos escolares de quince. Es cierto que he reflexionado más, y que mis sueños son más amplios y grandiosos, pero les falta el equilibrio (como dicen los pintores); y me es imprescindible un amigo con el suficiente sentido común como para no burlarse de mi romanticismo, y que pueda con su afecto controlar mis sentimientos impulsivos.
La contemplación de la grandiosidad de la naturaleza siempre confirió nobleza a mis pensamientos, haciendo que olvidara las preocupaciones cotidianas.
¡Cómo me horroricé al verme reflejado en el estanque transparente! En un principio salté hacia atrás aterrado, incapaz de creer que era mi propia imagen la que aquel espejo me devolvía.
No sé cuál es la costumbre inglesa, pero los irlandeses acostumbramos a odiar a los criminales.
Los ingleses avanzaban obedeciendo las órdenes de sus generales, hasta que estuvieron lo bastante cerca como para distinguir el rostro de sus oponentes, una visión que alentó su furia.