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Nosotros somos comunistas y se nos hace fácil el proyecto de repartir los bienes materiales, porque no tenemos nada.
Mario Payeras
Dos cosas más aprendimos en la lluvia: cualquier sed tiene derecho cuando menos a una naranja grande y toda tristeza a una mañana de circo, para que la vida sea, alguna vez, como una flor o una canción.
Hoy sé que así tratabas de explicarme que el mundo es demasiado grande para nuestra nostalgia.
No recordamos ya cómo éramos al principio porque con cada día parte un cadáver nuestro a pudrirse en el tiempo.
Provisional como todos los plazos del corazón.
Emprenderemos viaje, con el secreto dolor de que no habrá regreso a ninguno de los sitios en que fuimos felices.
Y qué bueno hubiera sido encontrarnos algún día para entregarnos cuentas de lo andado, para mirarnos a los ojos por lo menos una vez más en la vida, y arrancarnos -¿quién sabe?- las flores que entretanto nos hubieran crecido para el otro en el propio corazón.
El pensamiento es un pájaro extraño que se alimenta de sus propios yerros.
El mundo es demasiado grande para nuestra nostalgia.
Ningún general asedia al adversario con tanta maestría, como esta flor amarilla. Todos los años toma febrero por asalto, instaura la floración total de la primavera y se retira sin ruido por las rutas de marzo.
Nunca un puñado de bolcheviques con lombrices había estado tan cerca de tumbar la ley endurecida que gobierna la hechura de toda mercancía.
Nunca como estas mañanas estuvimos tan exentos de los envejecimientos del espíritu ni nuestros pensamientos se parecieron tanto a nuestros actos.
Nuestros mejores esbozos de humanidad futura resultaron apenas artificios de pólvora que ardieron bajo la lluvia de la primera noche.
Toda filosofía guarda algo de los sofismas frente a los cuales se erige como verdad.
De residuos de teoría construimos el martillo para demoler lo viejo.