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Por grandes y profundos que sean los conocimientos de un hombre, el día menos pensado encuentra en el libro que menos valga a sus ojos, alguna frase que le enseña algo que ignora.
Mariano José de Larra
Y el gran lazo que sostiene a la sociedad es, por una incomprensible contradicción, aquello mismo que parecería destinado a disolverla; es decir, el egoísmo.
No sé en qué consiste que soy naturalmente curioso; es un deseo de saberlo todo que nació conmigo, que siento bullir en todas mis venas, y que me obliga más de cuatro veces al día a meterme en rincones excusados por escuchar caprichos ajenos.
En punto a amores tengo otra superstición: imagino que la mayor desgracia que a un hombre le puede suceder es que una mujer le diga que le quiere.
Se necesita muy poco arte y muy poca habilidad cuando sólo se trata de entretener la malignidad pública.
¿Hay misterio que celebrar? Pues comamos, dice el hombre; no dice: reflexionemos. El vientre es el encargado de cumplir con las grandes solemnidades.
El público siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular.
Generalmente, se puede asegurar que no hay nada más terrible en la sociedad que el trato de las personas que se sienten con alguna superioridad sobre sus semejantes.
Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta.
Las teorías, las doctrinas, los sistemas se explican; los sentimientos se sienten.
Los madrileños se acercan al circo a ver un animal tan bueno como hostigado, que lidia con dos docenas de fieras disfrazadas de hombres.
La modestia no es otra cosa que el orgullo vestido de máscara.
Los amores más duraderos son aquellos en que uno de los dos amantes es extraordinariamente celoso.
¿Qué motivo habrá, efectivamente, que nos persuada que debemos en esta corta vida pasarlo mal, pudiendo pasarlo mejor?
El talento no ha de servir para saberlo y decirlo todo, sino para saber lo que se ha de decir de lo que se sabe.
El amor propio ofendido es el más seguro antídoto del amor.
Las circunstancias... palabras vacías de sentido con que trata el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos.
Las circunstancias hacen a los hombres hábiles lo que ellos quieren ser, y pueden con los hombres débiles.
Ayer aun hubiera dado toda mi sangre por oír un sí... ¿Por qué razón no soy ya completamente feliz? ¡Ah! Existe entre ella y entre mí un obstáculo en que se estrellan a la vez todas mis esperanzas. Dice que me ama, pero pertenece toda a su marido.
Suponiendo que se escriba con principios, se puede escribir después con varios fines.
En este triste país, si a un zapatero se le antoja hacer una botella y le sale mal, después ya no le dejan hacer zapatos.
Así como no notamos el movimiento de la tierra, porque todos vamos envueltos en él, así no echamos de ver tampoco nuestros progresos.
El sentimiento es una flor delicada, manosearla es marchitarla.
¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee? Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más. Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído.
Es el orgullo del hombre, que más quiere declarar en alta voz que las cosas son incomprensibles cuando no las comprende él, que confesar que el ignorarlas puede depender de su torpeza.
¡Siempre bayonetas en todas partes! ¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas? ¡No se puede vivir sin instrumentos de muerte! Esto no hace por cierto el elogio de la sociedad ni del hombre.
Muchas cosas me admiran en este mundo: esto prueba que mi alma debe pertenecer a la clase vulgar, al justo medio de las almas; sólo a las muy superiores, o a las muy estúpidas, les es dado no admirarse de nada.
Los autores han dicho siempre en sus prólogos y se lo han llegado a creer ellos mismos, que escriben para el público; no sería malo que se desengañasen de este error. Los no leídos y los silbados escriben evidentemente para sí; los aplaudidos y celebrados escriben por su interés, alguna vez por su gloria; pero siempre para sí.
El pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas.
En atención a que no tengo gran memoria, circunstancia que no deja de contribuir a esta especie de felicidad que dentro de mí mismo me he formado...
Hay algunos hombres que no dicen lo que piensan y otros que piensan demasiado lo que dicen.
Cuando la opinión es la que derriba, derriba para siempre; la violencia deja tras de sí, al derribar, la probabilidad de la reacción a la fuerza hoy vencida y que puede ser vencedora mañana.
Siempre ha gemido la prensa; pero hoy que le das, Talidio, a imprimir tus obras todas, gime al menos con motivo.
¿Quién no hace locuras y disparates alguna vez en su vida?¿Quién no ha hecho versos, quién no ha creído en alguna mujer, quién no se ha dado malos ratos algún día por ella, quién no ha prestado dinero, quién no lo ha debido, quién no ha abandonado alguna cosa que le importase por otra que le gustase? ¿Quién no se casa, en fin?...
Preciso es que sean muy malos los hombres si obligan a pensar tan mal de ellos.
¡Un ser que como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto!
Lo mucho que cuesta hacer libre por las leyes a un pueblo esclavo por sus costumbres.
La inteligencia ha sido en todos los tiempos la reina del mundo y ha vencido las preocupaciones.
El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer.
Aquí yace media España, murió de la otra media.