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Es sorprendente con cuanto positivismo responden los demás cuando se sienten respetados por su forma de pensar y sus sentimientos. Aprender a tener ese respeto -y a demostrarlo de verdad- es clave para el poder de un hacedor de milagros.
Marianne Williamson
El único fracaso verdadero es no ser capaces de crecer como resultado de nuestras experiencias.
Todas las mañanas, al despertar, podemos bendecir el mundo. Podemos orar para lograr ser hoy los seguidores de algo realmente sagrado y verdadero. Podemos respirar profundo y entregarnos al Plan de Dios por toda nuestra vida. Y, cuando lo hagamos, experimentaremos los milagros.
Un problema no es necesariamente algo malo. Si se está presentando, es parte de un currículo divino diseñado como una oportunidad de aprendizaje para todos los involucrados.
Cuando recordamos quiénes somos, cuando nos mantenemos firmes en la luz de nuestro ser verdadero, como hijos de Dios, entonces el ego comienza, aunque muy lentamente, a ceder terreno.
Si tenemos un problema específico en nuestras relaciones, volveremos a encontrarlo una y otra vez hasta que lo resolvamos.
Cuando nuestras mentes se rinden al amor, se rinden a un poder superior. Y de allí, provienen los milagros.
Soy la mejor persona del mundo, porque Dios sólo crea perfección. Reconozco mi valor incalculable a pesar de mis errores, por los cuales pido perdón. Soy creación de Dios y, en este momento, le pido al universo que me devuelva reflejada hacia mí la grandeza de Dios que está en mi interior.
Sólo al enfrentarnos a los límites de lo que podemos hacer comenzaremos a darnos cuenta de lo ilimitado del poder de Dios.
Aceptar la responsabilidad por los errores que hemos cometido, expiarlos, y tratar de reparar el daño causado, exige un gran esfuerzo. Pero es el esfuerzo que Dios quiere que hagamos.
Estamos aquí para ser parte de una subversión gloriosa contra las formas de pensamiento basadas en el miedo que dominan el mundo.
Cinco minutos dedicados a permanecer con el EspírituSanto, en la mañana, garantizan que Él estará a cargo de nuestra forma de pensar durante todo el día.
Es justamente cuando nos enfrentamos con la oscuridad y la miramos directamente a los ojos -en nosotros mismos y en el mundo- cuando comenzamos a ver por fin la luz.
La forma más poderosa de tomar una decisión es pedirle a Dios que la tome por uno.
Ése es el significado de toda situación: no lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa y en quién decidimos convertirnos como resultado de lo que nos sucede. El único fracaso verdadero es no ser capaces de crecer como resultado de nuestras experiencias.