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Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mi mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres; y los libros.
Marguerite Yourcenar
Allí, como en otras cosas, el placer y el arte consisten en abandonarse conscientemente a esa bienhechora inconsciencia, en aceptar ser, sutilmente, más débil, más pesado, más liviano y más confuso que uno mismo.
Nada es más lento que el verdadero nacimiento de un hombre.
De todos nuestros juegos, el amor es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo.
Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañerofiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo.
No soy de los que afirman que sus acciones no se le parecen. Muy al contrario, pues ellas son mi única medida, el único medio de grabarme en la memoria de los hombres, y aún en la propia mía.
El sufrimiento nos hace egoístas porque nos absorbe por entero: sólo más tarde, en forma de recuerdo, nos enseña la compasión.
A menudo he pensado con tristeza que un alma verdaderamente hermosa no alcanzaría la gloria, porque no la desearía.
Tengo varias religiones, como tengo varias patrias, de manera que en cierto sentido no pertenezco quizás a ninguna.
Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad.
La verdad tiene secretos para introducirse en un alma que ya no se atrinchera contra ella.
Una sirena llora la salida de un barco sobre el agua que borra.
En todas las épocas hay personas que no piensan como los demás. Es decir, que no piensan como los que no piensan.
No vemos dos veces el mismo cerezo ni la misma luna sobre la que se recorta un pino. Todo momento es el último porque es único. Para el viajero, esa percepción se agudiza debido a la ausencia de rutinas engañosamente tranquilizadoras, propias del sedentario, que nos hacen creer que la existencia va a seguir siendo como es por algún tiempo.
La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública; toda licencia demasiado visible me ha hecho siempre el efecto de una ostentación de mala ley.
Mi viejo corazón es un Rey sin razón.
Yo sufro la ausencia y el espacio duro; la pena es un muro.
El frote de dos parcelas de carne no define el fenómeno del amor así como la cuerda rozada por el dedo no explica el milagro infinito de los sonidos.
Por primera vez sentía un placer perverso en ser diferente de los demás. Es difícil no creerse superior cuando uno sufre, y el ver gente feliz nos da náuseas.
Me he limitado casi siempre a complicidades banales, por un terror oscuro a enamorarme y sufrir. Basta con ser prisionero de un instinto, no quiero serlo también de una pasión, y creo sinceramente que no he amado nunca.
La vida es el misterio de todo ser humano: es tan admirable que siempre se la puede amar.
Es difícil no creerse superior cuando uno sufre, y el ver gente feliz nos da náuseas.
¡Qué insípido hubiera sido ser feliz!
Vuelvo a pensar en ti y te vuelvo a olvidar.
El gran mérito de la magia y de la alquimia, su hija, era el postular la unidad de la materia, hasta tal punto que algunos filósofos del alambique habían creído poder asimilar ésta a la luz y al rayo.
Cada uno de nosotros posee más virtudes de lo que cree, pero sólo el éxito las pone de relieve, quizá porque entonces se espera que dejemos de manifestarlas.
Todos los silencios de la tierra son pétalos de tu flor.
Siempre ha habido muchas razones para viajar, de las cuales la más simple -y ya compleja- consiste en hacerlo por la ganancia y por la aventura, dos móviles difícilmente separables incluso en el caso de Las mil y una noches y en el de Marco Polo.
Quitarme de nuevo la ropa como hubiera deseado quitarme el cuerpo...
Un triunfo sólo sienta bien a los muertos. La fortuna de un muerto está al abrigo de los reveses; hasta sus derrotas adquieren un resplandor de victoria.
La castidad, en la que antaño veía una superstición que debía combatirse, le parecía ahora una de las caras de la serenidad: saboreaba ese frío conocimiento que uno tiene de los seres cuando ya no los desea.
¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti.
Olvidaba que en todo combate entre el fanatismo y el sentido común, pocas veces logra este último imponerse.
Todo placer, sentido con gusto, parece casto.