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Un buen negociador nunca confía.
Marguerite Yourcenar
¿Vale la pena afanarse durante veinte años para llegar a la duda, que crece por sí misma en todas las cabezas inteligentes?
No fue culpa mía si aquella mañana me encontré con la belleza...
¿Quién sería lo bastante insensato para morir sin haber dado al menos la vuelta a su cárcel?
La costumbre nos hubiera llevado a ese fin sin gloria pero también sin desastres que la vida procura a los que no rehúsan su dulce embotamiento por el uso.
Se dice loco de alegría. También podría decirse loco de dolor.
El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente.
Hacer de cada espacio donde se esté, un lugar limpio, aireado, claro, un oasis para uno mismo y para los otros.
Una buena voluntad admirable se concentró en torno a mí: la reducida tropa que mandaba tenía en su estrecha cohesión una forma suprema de virtud, la única que soporto todavía: su firme determinación de ser útil.
Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo.
Todo ser que haya vivido la aventura humana, vive en mí.
En cuanto a la observación de mi mismo, me obligo a ella, aunque sólo sea para llegar a un acuerdo con ese individuo con quien me veré forzado a vivir hasta el fin.
Comer carne es digerir la agonía de otros seres vivos.
No sientas fastidio por la condición humana, por lo poco que en adelante ella te dé. Bien parece que el estado de ser humano es el único en el que se aprende a pensar.
Mi oficio me pareció inútil, lo que es casi tan absurdo como creerlo sublime.
La muerte es un sacramento del que sólo son dignos los más puros: muchos hombres se deshacen, pocos mueren.
Jamás me agarré a una idea por temor al desamparo en que caería sin ella. Nunca aliñé un hecho verdadero con la salsa de la mentira, para hacerme su digestión más fácil.
Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes.
Los pedantes se irritan siempre de que conozcamos tan bien como ellos su mezquino oficio.
La ficción tiene su lado bueno, prueba que las decisiones del espíritu y la voluntad priman sobre las circunstancias.
Todos nos transformaríamos sin nos atreviéramos a ser lo que somos.
Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón.
Sí, Atenas era siempre bella y no lamentaba haber impuesto disciplinas griegas a mi vida. Todo lo que poseemos de humano, de ordenado y lúcido, a ellas se lo debemos.
Yo abrazo, delicia pura, tu cara desconocida, idéntica a mi alma.
Sé que no sé lo que no sé; envidio a aquellos que sabrán más que yo, pero también sé que tendrán que medir, pesar, deducir y desconfiar de sus deducciones exactamente igual que yo, y ver en lo falso parte de lo verdadero, y tener en cuenta en lo verdadero la eterna mixtión de lo falso.
Creo que sólo hubiera podido amar a un ser perfecto y soy demasiado mediocre para merecer que me aceptara, incluso si lo encuentro algún día.
Pero cuando veo cuan pocas son las gentes que leen la Ilíada de Homero, me resigno más fácilmente a no ser leída.
No amaba menos, sino al contrario. Pero el peso del amor, como el de un brazo tiernamente posado sobre un pecho, se hacía cada vez más difícil de soportar.
He leído con frecuencia que las palabras traicionan al pensamiento, pero me parece que las palabras escritas lo traicionan todavía más.
El descuido es un sucedáneo de la mentira.
Simplificando: se trata de luchar contra las malas inclinaciones; dedicarse hasta el fin al estudio; perfeccionarse en la medida de lo posible, y por fin por numerosas que sean las criaturas que vagan en la extensión de los tres mundos, es decir en el universo, trabajar para salvarlas.
Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo.
Era demasiado joven para sospechar que la existencia no está hecha de súbitos impulsos y de obstinada constancia, sino de compromisos y de olvidos.
La filosofía epicúrea, ese lecho estrecho pero limpio.
Se puede ser feliz y seguir estando triste.
Es cierto que el placer solitario es un placer estéril, pero ningún placer es estéril cuando nos reconcilia con la vida.
Te veo pálido y bello: tu carne es una antorcha hecha de cera y fuego.
La novela devora hoy todas las formas: estamos casi obligados a pasar por ella.
Si es difícil vivir, es aún mucho más penoso explicar nuestra vida.
Toda felicidad es inocencia.